Con los dramáticos cambios a finales del siglo XIX, que trae la Revolución Industrial y un proletariado con paupérrimas condiciones de vida y trabajo, emerge el sindicalismo, que desafió el garrote patronal y el escenario productivo basado en la explotación e insalubridad en el entorno laboral.
No importan las innumerables críticas, problemas y contradicciones por las que atraviesan grandes, medianos y pequeños sindicatos, especialmente los que han sobrevivido en el sector público, la realidad es que gracias a ellos y sus predecesores nacionales e internacionales, es que se logra crear una sociedad con rostro humano en el trabajo.
Si no fuera por los sindicatos, ¿qué otro grupo hubiera luchado por la reducción de la jornada laboral, salario mínimo, prohibición del trabajo infantil, licencia por maternidad, indemnizaciones por despidos, periodo de toma de alimentos, días de descanso y normativas de salud y seguridad en el trabajo?
Seamos realistas, en la sociedad en la que vivimos, con grandes desafíos sociales y económicos en la que cada vez más se amplía la brecha entre ricos y pobres y se acentúa la ineptitud de los gobiernos en brindar alternativas capaces de conciliar diversos sectores productivos que reclaman justicia, protección, regulación y desregulación, han sido las organizaciones sindicales las que han dado la lucha por conseguir y mantener los beneficios que aportan a mejorar la calidad de vida de los trabajadores.
Si bien es cierto que algunos sindicatos pocos han cambiado sus objetivos esenciales de lucha por el respeto a los derechos de los trabajadores, sustituyéndolos por otros ajenos a los de su naturaleza histórica, también muchos se han transformado, o mejor dicho, ampliado su conflagración hacia otros temas que afectan en forma indirecta a sus miembros como la transparencia en los procesos de licitación y contratación de obras públicas, reforma fiscal, modernización de servicios públicos y apertura de mercados.
Lo importante de esta transformación lenta, pero real es que todavía no se han desvinculado de la agenda de clase, ni se han subordinado a líneas partidistas y de gobierno, porque si alguna vez lo hicieran, estarían perdidos en un profuso, proscrito y anacrónico juego que provocaría su incredibilidad y hasta su extinción.
Así como hemos dicho que no podemos satanizar las alianzas del Gobierno con el sector privado, tampoco podemos confinar el valioso aporte de los sindicatos en la búsqueda del equilibrio y la justicia social en la fuerza trabajadora. Creemos que la mayoría de los sindicatos siguen movidos por la genuina y mística razón de la lucha por los derechos de la clase trabajadora y cuando observamos que toman acciones, marchan, protestan, acusan, debaten, demandan e intervienen en asuntos que pueden afectar el equilibrio social del país, lo hacen generalmente en forma atinada.
LA PRENSA LIBRE, así como ha renovado sus páginas y secciones, renueva a su vez el compromiso de divulgar los aportes que diferentes sectores y organizaciones realizan en nuestra sociedad, destacándose entre ellos el sindicalismo, de quienes esperamos que puedan garantizar a sus representados una contienda trasparente, audaz, fuerte y solidaria para afrontar los graves desafíos que nos acechan.