Luego de cortarse el cabello, como cualquier otro mortal, el otrora poderoso hombre de negocios, gran figura liberacionista, Samuel Yankelewitz Berger, y porque no le quedó más remedio ante la amenaza de que lo llevara la Fuerza Pública, a regañadientes compareció ante la comisión parlamentaria de la Asamblea Legislativa que viene investigando la más grande “choriceadera” de los últimos tiempos con los créditos de la banca pública, a favor del alto corporativismo empresarial conectado con las cúpulas políticos del añejo sistema de partidos políticos… y de otro no tan añejo.
Invocando en su favor la ley protectora de las personas adultas mayores, Samuel Yankelewitz pretendió que no fuera fotografiado ni grabado en video durante su llegada a la Asamblea Legislativa, objetivo que no logró y las imágenes que de su presencia física y de su rostro se han hecho públicas, nos dejan ver una persona, afortunadamente, sana (y con su cabello bien recordadito), gracias a Dios, lo cual dice mucho de un ciudadano que ha tenido muy buena calidad de vida.
Lo que pasa es que, según se nos ha educado, la ley es ley aquí y en la Conchinchina. Y dada la gravedad de los cargos penales y de presunto orden delictivo que a Samuel Yankelewitz se le están imputando, no nos explicamos las razones por las cuales no ha sido detenido todavía.
Samuel Yankelewitz es un destacado ejemplo de ese perverso proceso de deterioro de la clase política tradicional, en el cual la política y los negocios, o los negocios y la política, llegaron a ser la misma cosa; particularmente en el caso del Partido Liberación Nacional (PLN), cuando éste empezó a renegar de sus postulados doctrinales y originarios, dándole paso a la predominancia en su accionar interno a ese alto corporativismo empresarial que encontró en la banca pública una peculiar manera de hacer negocios y de incrementar su capital.
“El que calla, otorga” dice un sabio proverbio popular. El silencio de don Samuel en su comparecencia legislativa va en contra de este otro sabio refrán popular, “el que nada debe, nada teme”. La reiterada conducta de don Samuel de abstenerse de declarar ante los diputados y ante las diputadas que le interpelaron, parece indicarnos que sí tiene algo a lo cual temerle.
Presentar estados financieros alterados para obtener préstamos, más simular exportaciones con sociedades falsas y de papel para estafar la hacienda pública, llevar dobles contabilidades, no son delitos típicos que un trabajador obrero de clase pobre pudiera cometer. Sin embargo, las cárceles están llenas de obreros pobres que pudieron haber delinquido para llevar comida a sus familias.
Nosotros pensamos que el proceso de reencuentro entre la ciudadanía decepcionada de sus máximas autoridades políticas del sistema republicano institucional, pasar por dejar en evidencia la absoluta contundencia que, del largo brazo de la ley, nadie escapa; ni siquiera don Samuel, aunque siga teniendo sólidos apoyos políticos al más alto nivel que, de seguro, los sigue conservando. Sigue siendo válido preguntarnos: ¿y cuándo van a detener a don Samuel?…