Mientras la estrategia de la Casa Blanca para la América subriograndense es la de presionar a estos estados para suscribir tratados de libre comercio bilaterales (TLC), reiterando el postulado ricardiano que sostiene que el comercio beneficia a todos, cada vez más países enfrentan a Washington por el propio proteccionismo que la nación más poderosa aplica a su sector agrícola. Porque el citado postulado dice que el intercambio es beneficioso sólo si es mutuo. Si Estados Unidos cierra el acceso al mercado de la producción agropecuaria extranjera –único sector donde el Tercer Mundo es más eficiente que el Primero- ¿dónde está el libre comercio?
Canadá había presentado una queja contra la política agrícola de su vecino del sur ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) debido a los subsidios que Washington aplica a la producción de maíz, aduciendo –con razón- que esta política perjudica a sus productores. Esta petición de consulta –tal cual su nombre técnico- continúa con su procedimiento normal, pero lo destacable es que a Ottawa se les han sumado Argentina, Australia, Brasil, Guatemala, Nicaragua y Uruguay como querellantes entre el viernes y lunes pasados.
¿Qué solicitó Canadá? Una petición de consulta, mecanismo previsto en la OMC, que permite a los miembros negociar una solución entre ellos, con un plazo máximo de hasta tres meses. De no arribarse a buen puerto, los litigantes pueden exigir la formación de un grupo de expertos para arbitrar entre ellos y adoptar una solución satisfactoria.
Las autoridades del país más grande de América afirmaron en la documentación presentada que Estados Unidos provoca un “trastorno significativo” en el precio del maíz en Canadá a causa de los casi 9.000 millones de dólares entregados en subsidios para la producción de esa oleaginosa. E incluso van más allá: acusan a Washington de extender esta ayuda a la producción triguera, azucarera, sojera y otras con montos superiores a los permitidos por la OMC.
Las consecuencias son harto conocidas: los granjeros estadounidenses pueden ofrecer su producción maicera en el mercado mundial a precios menores a la que pueden ofertarla aquellos productores de naciones que no subsidian su agricultura. Esto es lo que los canadienses definen como “trastorno significativo”.
Además, Estados Unidos no es un actor menor en esta controversia. Ese país es el mayor productor mundial de zea mays –tal es su nombre científico- con más de 250 millones de toneladas anuales, y es responsable por el 60 por ciento de las ventas mundiales de este cereal nativo de América. El Tesoro estadounidense transfirió la friolera de 37.000 millones de dólares a los productores maiceros entre 2000 y 2005, por lo cual la superficie sembrada se incrementó en tres millones de hectáreas.
El segundo exportador mundial de maíz es Argentina, con el 15 por ciento del comercio global, motivo por el cual se sumó a la queja canadiense. Según reflejó la prensa en Buenos Aires, la Cancillería estima que la mitad del valor de la producción estadounidense se debe a subsidios estatales.
Cabe destacar que el maíz ha pasado de ser un cultivo importante a considerárselo estratégico. ¿El motivo? Hasta ayer, el principal destino de este cereal cultivado por los aztecas y mayas hace siglos era servir de alimento al ganado porcino, aviar y vacuno, y para la producción de aceite; salvo en México y América Central, los demás países no lo destinan en demasía al consumo humano. Pero en los últimos años se lo ha comenzado a utilizar para producir etanol, un alcohol que puede utilizarse como combustible biológico de automotores tanto puro como mezclado con las naftas. Se espera que en los próximos años la producción maicera se extienda aún más de los actuales 880 millones de toneladas anuales.
Según estudios econométricos, la eliminación de los subsidios podría significar una reducción del 13 por ciento en la producción de maíz dentro de Estados Unidos y una disminución del 63 por ciento en las exportaciones de ese país. Esa caída en las ventas externas norteamericanas podría impulsar el precio del grano en un 10 por ciento.
En declaraciones al diario argentino LA NACION, Martín Fraguío, gerente de la Asociación Maíz Argentino (Maizar), sostuvo que el consumo del biocombustible en Estados Unidos es tan grande que existe una gran probabilidad de que la nueva política agraria de ese país cambie el subsidio del maíz, uno de los insumos del etanol, por un subsidio directo al etanol.
Esta situación es la que más atemoriza a Brasil. La otra gran fuente de etanol es la caña de azúcar, y la economía vecina es la mayor productora mundial de alcohol a partir de ese insumo. Por ello es que Brasilia se sumó a la queja que originariamente presentó Canadá.
Brasil ya había presentado una queja similar ante la OMC, pero contra la Unión Europea (UE) y sus ayudas a la producción azucarera en el Viejo Continente. El organismo rector dio lugar a la demanda, y la UE debió acatarla. Desde entonces, el precio internacional del azúcar se duplicó.
“Esto no se refiere sólo al maíz”, dijo Clodoaldo Hugueney, representante brasileño ante la OMC. “Brasil es el mayor exportador mundial de etanol, de modo que este asunto es importante para nosotros”. El gobierno del presidente Luiz Inacio Lula da Silva estableció como objetivo que ese país adquiera una mayor autonomía energética, con especial énfasis en la producción de biocombustibles como el etanol.
Los demás países mencionados coinciden en definir a los subsidios aplicados por las potencias a su producción interna como opuestos al libre comercio que esos mismos países pregonan en cuanta exposición concurran. Estas quejas recurrentes no le impiden a la Casa Blanca presionar a todos los países del hemisferio para establecer TCL bilaterales, aunque los estados más débiles del acuerdo no puedan vender lo que producen con eficacia.
Si David Ricardo viviera…
*Redactor de APM