Toda conciencia humana de convicción democrática y respetuosa plena de la Libertad, debe indignarse, como nunca antes, ante la hasta poco inimaginable conducta imperial del gobierno (o de los gobiernos), de los Estados Unidos; más bien de su clase hegemónica dominante (el complejo financiero-bancario e industrial-militar), de sentirse los amos “indiscutibles” del planeta, al punto de espiar con base en sus sofisticados sistemas tecnológico-electrónicos a media humanidad (más bien, a la Humanidad entera).
No termina uno de sorprenderse, de quedar atónito, de impactarse, hasta qué punto ha llegado la paranoia gringa ante el declive, paulatino sí, pero declive al fin, de su control de los destinos del planeta.
Las informaciones de prensa, a partir de las revelaciones que ha hecho el señor Snowden, ciudadano gringo actualmente exiliado en Rusia, acerca de hasta qué profundidades ha llegado ese espionaje, son de tal calibre que el mismo Presidente Obama está diciendo ahora a sus países y gobernantes amigos, preventivamente, que estén preparados para que no se sorprendan más de las relevaciones por venir.
Es tal el nivel de espionaje que el gobierno gringo ejecuta contra la intimidad de todo el mundo, que estos países más amigos de sus amigos, no pueden ocultar el enojo y la indignación que les causa la traición de que son víctimas.
Es el caso de Alemania, incondicional entre los incondicionales de Estados Unidos, cuya gobernante, la señora Ángela Merkel, no puede ocultar su enojo ante la escucha sistemática que ha sufrido de sus propias conversaciones telefónicas celulares privadas, por parte de la seguridad estadounidense. Millones de ciudadanos de a pie, en Francia, han sufrido lo mismo. En México, en Brasil ni se diga… En todo el mundo.
Esta situación nos recuerda la famosa novela “1984”, del escritor británico George Orwell, publicada en 1949, en la cual se describe una sociedad “distópica” (una especie de utopía apocalíptica): misma que es regida por un poder totalitario, bajo un control omnipresente y vigilante, denominado el “Big Brother”, el “Gran Hermano”.
Es tal el nivel de totalitarismo, que en tal sociedad se estableció una “policía del pensamiento” y una inversión de las palabras, la “neolengua”, al punto de que éstas significan, radicalmente, lo contrario de su concepto original.
“1984”, junto a “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley; y a, “Fahrenheit 451”, de Ray Bradbury, son la trilogía clásica del siglo XX, por excelencia, en este campo de la ciencia ficción que son las distopías.
Los Estados Unidos vigilan, escuchan, interceptan, registran, archivan, leen, millones de conversaciones y de mensajes telefónicos y electrónicos de toda naturaleza, violentando la intimidad de la privacidad de las comunicaciones personales de millones de seres del planeta; ya sean amigos o enemigos, personas notables en sus diferentes campos de desenvolvimiento, personas anónimas de a pie, de los barrios, de las casas, de los centros de estudio, etc. etc.
La sociedad “orwelliana”, descrita en la ahora más que histórica novela “1984”, está aquí, está con nosotros y su “Gran Hermano”: Los Estados Unidos. Él vigila nuestras vidas, lee nuestras comunicaciones, intercepta nuestros mensajes y archiva nuestros escritos. Es la “Policía del Pensamiento en acción”. Por ahora…