Europa es una olla de presión

Visto desde Argentina y a diez años de la crisis del 2001 el escenario europeo actual aparece como una pesadilla renovada.* “¿Cómo hicieron Ustedes para salir de este desastre?”*, interroga una ciudadana griega que participa en las protestas masivas.

La pregunta es de difícil respuesta. No existe manera de contarla en dos palabras ni voluntad de amargar a la inquisidora con una respuesta honesta. También hay algo de fondo: Argentina salió del pozo porque posee un territorio inmensamente rico en recursos naturales que, bien administrados, sirvieron para zafar de la situación comprometida. Y eso es una gran diferencia.

En efecto, Europa –carente de recursos- vivió siempre de expoliar la riqueza ajena y ahora que los colonialismos se han acabado o que resulta inmensamente difícil sostenerlos sale a luz que los blancos europeos deberán trabajar muy duro para sostener el estándar de vida al que se habían acostumbrado en los últimos siglos.

Una frase de los indignados que podía leerse en la Puerta del Sol señalaba “Dormíamos. Despertamos”. Como cuando alguien se despierta en mitad de la noche porque siente el olor del humo producido por el fuego que le está quemando la casa. Despierta, sí, pero la casa se quemó. Tendrá que construir otra. Tendrá que buscar ladrillos; cemento; palas y todo lo necesario pero… ¿lo tendrá a disposición?

Lo que sucede en Europa puede explicarse en fácil o en difícil. En fácil, se intenta barrer con todas las conquistas sociales logradas durante el siglo XX. Antes de esa época no había nada. Alcanza con leer a Dickens.

Con el fin del Estado de Bienestar comenzará el Imperio Europeo Privatizado. Un universo donde todo será mercancía, poblado no ya por ciudadanos iguales en derechos sino por consumidores estratificados por el tamaño de sus cuentas bancarias. Tendrán salud los que la puedan pagar; irán a la escuela aquellos que la puedan pagar. El resto, simplemente será esclavo.

Los primeros en despertar fueron los islandeses. Son 320 mil vikingos que durante su sueño vivieron la fiesta privatizadora. A ninguno le faltó nada. Un día despertaron y había que pagar la cuenta. ¿Quién señor? ¿Yo señor? Sí, Sí… Usted. ¿O creía que era gratis? Porque si así lo creía, es que Usted tiene una idea muy limitada acerca de cómo funcionan las cosas.
Seguramente el sistema capitalista europeo aguanta que 320 mil consumidores vikingos se rebelen y no paguen. Después de todo, un peñasco estéril perdido en el Atlántico Norte no hace la diferencia. Pero con España o Grecia es diferente.

A la distancia se comprende bien la inmensa dimensión de lo que se hizo en Argentina. Se valoriza la pelea solitaria y diaria del gobierno Argentino desde 2003. Paul Krugman –Premio Nobel de Economía- sostiene que cuando las autoridades argentinas se salieron de la ortodoxia comenzó una recuperación para la que aún no se vislumbra el techo.

¿Qué país en el mundo es como Argentina? Piense en la Ley de Medios, única en el mundo. Piense en la salud pública y lo que daría Barack Obama por conseguir un sistema parecido para su país; piense en la educación libre y gratuita que genera científicos ahora con más vuelo que nunca, que disparan satélites al espacio.

Todas estas cosas se han revalorizado ahora que los estrategas financieros han iniciado una contrarrevolución para eliminar las ventajas sociales logradas con mucho esfuerzo durante el Siglo XX: pensiones y seguridad social, atención pública de la salud y otras infraestructuras que proveen servicios esenciales a precios subvencionados o gratuitamente.

El modelo básico del cambio sigue siendo similar al inaugurado con Rusia tras la caída de la antigua Unión Soviética y depurado en Argentina después de 1976: privatización de las empresas públicas; desregulación de la economía, flexibilización laboral y reducción del gasto.

En ese sentido, la Unión Europea le dio a Grecia un ultimátum: deberá aprobar antes del 3 de julio un desagradable plan de ajuste por 28 mil millones de euros; deberá también privatizar empresas públicas hasta cubrir unos 50 mil millones de euros; aplicar rebajas de salarios a empleados públicos y aumentar los impuestos. Un verdadero horror que los ciudadanos aterrorizados rechazan en las calles pero que sus representantes pretenden apoyar.

Otro tanto pasa en España donde multitudinarias marchas en Madrid; Barcelona y todo el país rechazan a la clase política y al bipartidismo al que han identificado como una mascarada para gobernar a espaldas de los pueblos. De ahí su reclamo por más democracia real.

Lo que sucede en Europa es una verdadera estafa en progreso y los europeos se han despertado tarde. Antes, como los vikingos de Islandia, gozaban de las mieles de sus dulces sueños. Ahora, mientras se despabilan, algunos empiezan a comprender que esto que les está sucediendo es el comienzo de un cambio de paradigma que nadie sabe cómo se conducirá ni adonde llevará.

En cierta forma, se trata de una historia de Ciencia Ficción que nos devuelve a lo imprevisible de la aventura humana y que nos recuerda que lo común no es el orden sino el caos.

No alcanza con negarse a pagar la cuenta. Tampoco con manifestarse en contra del sistema de representatividad. Habrá también que estar dispuesto a enfrentarse con lo desconocido porque lo que ha sucedido es que el sistema ha quebrado; nunca más volverá a ser igual y lo que viene después–Marx lo llamó comunismo- no tiene antecedentes, carece de instituciones soporte y seguramente será un mar de dificultades durante la inevitable e incómoda transición.

Es difícil imaginar hordas de europeos sin trabajo y sumergidos en la miseria conformando una postal más acorde al África Subsahariana.

Y aunque está mal regodearse ante la miseria ajena, para los latinoamericanos se abre un espacio de reflexión y revalorización de lo propio. ¿Cuántos países del mundo hay como Argentina? La respuesta es fácil: no hay ninguno. Brasil, el elogiado socio, arrastra el lastre de 90 millones de analfabetos y semianalfabetos. ¿Cuántas décadas de políticas correctas hacen falta para superar semejante horror?

Ecuador; Bolivia y Venezuela, aunque en el camino correcto, están cientos de estaciones atrás. Chile, con sus estudiantes en las calles y su desigualdad social histórica, marcha en reversa de la historia. Paraguay no puede salir de su presente latifundista. Estados Unidos cae en picada a un mes de un posible default de su economía. México se desangra. Ni China -que cuenta con 40 millones de millonarios pero también con 1200 millones de “sub humanos” – es mejor ejemplo.

¿Cómo explicarle entonces a la ciudadana griega que pedía respuesta? ¿Cómo decirle que su bienestar –tal como lo conoció- dependerá de reestablecer la depredación de países exóticos y que el respaldo de su moneda es la OTAN? Y lo peor es… ¿Qué haría esa ciudadana si llegara a comprenderlo? ¿Avalará la violencia contra terceros para sostener su nivel de vida? ¿Será capaz de enfrentar una realidad que está a punto de cambiar del mismo modo que la vida cambió hace más de 200 años con la Revolución Francesa?

Lo único seguro es que se vienen tiempos muy interesantes para toda la humanidad.

Fuente: *prensamercosur.com.ar

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