Primero fue la “toma” de algunas oficinas o edificios universitarios. El vigor del movimiento de protesta queda retratado en el siguiente hecho: la rectora de la UCR decretó “día libre” el viernes; viene “fin de semana largo”. Al lunes siguiente apenas quedan rastros de la protesta.
Entretanto proliferaron los ataques. Traición, traidores y traidoras devino la retórica al uso. Ya el asunto había tenido sus antecedentes en algún artículo de algún miembro del Consejo Universitario de la UCR.
Por mi parte, procedí según mi horrenda y repugnante manía de academiquillo capitulante. Me senté a estudiar en qué consistía el acuerdo. Me pareció en fin, ya se sabe, son flojeras pequeñoburguesas que antes de emitir cualquier juicio lapidario sobre el estatuto presuntamente traidor y traicionero de doña Yamileth, don Luis Guillermo, doña Sandra y don Eugenio, debía tratar de entender qué fue lo que negociaron y firmaron.
Mis conclusiones al cabo de tan estéril esfuerzo intelectualoide me llevó a decir lo que he expresado en dos artículos que difundí días atrás. Básicamente sostengo que el acuerdo es aceptable. No es perfecto, comporta riesgos, tiene sus limitaciones, pero no es un mal acuerdo. Incluso, y si las condiciones resultaran propicias, hasta podría resultar muy favorable a las universidades, en cuyo caso creo que exigiría un esfuerzo de justificación ante el pueblo de Costa Rica, justo porque nos concedería una situación mejor que la que ese mismo pueblo tiene que afrontar en su cotidianidad.
Obviamente no comparto la tesis de que lo único aceptable era un aumento del 13% anual en el Fondo Especial para la Educación Superior (FEES). Entiendo que la acusación de traición se alimenta de la aceptación por parte de los rectores y rectoras de un menor porcentaje de incremento. Entonces se me hace que también yo soy traidor. A la vez y con toda la terrible limitación que comporta ser un academiquillo pequeñoburgués debo decir que me esfuerzo por entender ésa que podríamos llamar la “estrategia del 13%”.
Creo entender que consiste en lo siguiente: las universidades fijan una exigencia de aumento del FEES al 13% promedio anual para el quinquenio 2011-2015. Las universidades se atrincheran y le declaran la guerra al gobierno de Chinchilla hasta doblarle el brazo y obligar a acceder a esa exigencia.
Desde luego, esto no es negociar. Es fijar una posición inamovible. Ello comporta algunos supuestos. Me parece que son los siguientes:
– Todo mundo dentro de las universidades está de acuerdo en no negociar y, en su lugar, optar por una exigencia inflexible e irrenunciable del 13%.
– Férreamente unificadas alrededor de esa meta, las universidades tienen capacidad de resistencia por todo el tiempo que dure el conflicto hasta hacer capitular a la presidenta Chinchilla.
– Las universidades convocan a un amplio movimiento popular, con base en el cual compensar la campaña mediática de desprestigio y todo el poder económico y político volcado en su contra.
– Finalmente las universidades triunfan y, se supone, este habría de ser considerado un triunfo del pueblo.
A veces me parece que en el fondo de todo esto late la esperanza de que una confrontación con tales características sería, cuanto menos, el detonante que lleve a la revolución. Pero, en fin, esta es solo una intuición mía. Lo que si me parece es que todos los supuestos sobre los que se basa la “estrategia del 13%” son perfectamente irreales.
La gente dentro de las universidades básicamente pedía una negociación respetuosa y una solución satisfactoria. Sarta de pequeñoburgueses que somos, pero ni modo. Parece que es epidemia…y no solo en las universidades. Tampoco las universidades habrían podido resistir una confrontación aguda por un período muy extenso ni creo que eso estuviera en la mente de la mayoría de estudiantes y del personal. Tampoco imagino una gran movilización nacional a favor de las universidades. De seguro no habría sido un “combo-U” que viniera a emular el histórico Combo-ICE. Las universidades no tienen tal poder de convocatoria ni las apuestas sobre la mesa lo habrían favorecido ¿A cuenta de qué Costa Rica se iba a paralizar para obligar al gobierno a darles a las universidades un crecimiento de su presupuesto que una obrera o un campesino jamás soñarían recibir?
Póngale usted que para el quinquenio 2011-2015, la tasa de crecimiento del PIB fuese del 5% anual (lo cual es muy optimista; piénsese que en el decenio 1999-2009 la economía nacional creció al 4,7% anual, y que los próximos años amenazan ser de estancamiento económico mundial). Con ello el PIB crecería en total un 27,6%. Con el 13% de incremento anual, para el 2015 el FEES habría crecido en total un 84,2%. Tamaña diferencia, digo yo. Entonces la relación FEES/PIB habría saltado del 1,23% actual a alrededor de 1,77%. Reitero lo que tantas veces he dicho: ¿Cómo justificar tan generoso trato ante el pueblo de Costa Rica? Es aquí donde a mi mente de académico-capitulante-pequeñoburgués le resulta inalcanzable e ininteligible el estandarte del pueblo que alguna gente monopoliza para sí.
En todo caso, reconozco y me rindo ante un hecho frente al cual guardo humilde silencio: la estrategia del 13% es inexpugnable desde el punto de vista de que es un planteamiento circular que se legitima y valida a partir de sus propios supuestos y premisas, las cuales me parece que son las siguientes:
– La única solución apropiada es, por definición, la del 13%. Por lo tanto, cualquier otra solución es dañina para las universidades (¡y para el pueblo!). Nada de esto tiene que ser argumentado, menos aún demostrado. Insisto: es válido por definición.
– La única posición correcta es, por lo tanto, y por definición, la que se aferra al 13% y rechaza cualquier otra.
– Toda propuesta que difiriera del 13% es, por definición, una propuesta traidora, la propia de un “progresismo universitario pequeñoburgués y capitulante”. Nada que discutir al respecto: es válido por definición.
De tal forma, y por definición, los rectores y rectoras son traidores. Y este academiquillo también lo es.