Femicidio y violencia de género en Costa Rica

El crecimiento cuantitativo de los femicidios es alarmante, pero entendidos como “asesinatos de mujeres, ejecutados por hombres, por el hecho de ser mujeres”, representan como indica un estudio del Instituto Interamericano de Derechos Humanos solo el extremo final del continuum del terror ejercido contra las mujeres en una sociedad patriarcal; lo que implica también, que simultáneamente se está produciendo en la sociedad el incremento de la violencia de género. Esta violencia involucra los abusos contra la libertad sexual, como la violación y demás formas de violencia sexual, la agresión psicológica, el hostigamiento sexual, el acoso laboral, la discriminación en el trabajo y el estudio por razones de género, incluida la discriminación salarial y la desigualdad en las posibilidades de desarrollo profesional; también formas más sutiles de violencia de género como la maternidad forzada, las mutilaciones en nombre de la belleza o la pornografía, que recién incursiona en nuestro medio disfrazada de “industria” cinematográfica, entre otras.

Un lado oscuro. A propósito del Día Internacional de la Mujer, celebrado el pasado 8 de marzo, es bueno tomar conciencia que este panorama no es el de un país lejano, gobernado por políticos extremistas o radicales religiosos; estamos hablando de la ya casi bicentenaria democracia costarricense, que acaba de elegir a una mujer como Presidenta de la República, y que es signataria de la mayoría de las Convenciones Internacionales sobre Derechos Humanos y, en particular, de aquellas que protegen los derechos de las mujeres y prohíben todas las formas de discriminación basadas en razones de sexo. Nuestro país ha desarrollado también los textos internacionales mediante abundantes normas internas, hasta llegar recientemente al establecimiento de la paridad por género en el derecho electoral; apertura que en alguna forma se refleja en la elección por primera vez de una mujer como Presidenta de la República.

Pero, por importante que sea, la aprobación de leyes no fue suficiente; los hechos demuestran que, pese a todos estos avances formales, seguimos fracasando en la tarea de gestar una sociedad de paz, inclusiva para el cincuenta por ciento de la población que son las mujeres. El femicidio en aumento muestra el lado oscuro de esta sociedad patriarcal, pero nos advierte también, de una enfermedad sustancialmente más peligrosa, el crecimiento cuantitativo y cualitativo de la violencia de género en todas sus manifestaciones, lo que se constituye en una deficiencia democrática esencial.

Seguridad ciudadana y violencia de género. El último proceso electoral puso en el primer lugar del debate nacional la política de seguridad ciudadana, con la cual parecen comprometidos todos los sectores políticos, pero no incluyó ese debate el tema particular de la seguridad para las mujeres. Tremendo tema para el próximo Gobierno y no solo por el hecho de que lo encabeza una mujer –lo cual sería endosarle injustamente a la señora Presidenta una responsabilidad adicional por el hecho de ser mujer- sino precisamente porque cualquier política de seguridad ciudadana que no considere específicamente la violencia de género está condenada al fracaso, por desatender las necesidades de seguridad inmediatas del cincuenta por ciento de la población.

Por otro lado, una nueva visión más inclusiva en la política de seguridad ciudadana requiere de urgentes medidas de corrección en el orden económico, social, político, jurídico, educativo y cultural, más allá de la simple represión de las personas socialmente excluidas, como apuntaron algunos en campaña.

*Abogado

Fuente: Página Abierta – Dierio Extra
16 de marzo de 2010

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