Volviendo al hotel en Atenas, y tras un día lleno de emociones, un compañero de Syriza nos dice “ahora os toca a vosotros. Las victorias hay que compartirlas y, sobre todo, hacerlas contagiosas. Nos necesitamos más que nunca. Nos enfrentamos a un monstruo”. Esta frase casi lapidaria ha sido el mejor cierre para una jornada que quienes hemos vivido junto al pueblo griego jamás olvidaremos. Llegan, definitivamente, nuevos tiempos. Y el reto es enorme. Hablando hoy con militantes de Syriza y de distintos movimientos sociales hemos podido constatar hasta qué punto son conscientes de que la batalla electoral es sólo una más. Imprescindible para acometer los cambios, pero insuficente para garantizar que esos cambios se materialicen en nuevos derechos.
Esta victoria electoral es fruto de una organización (de organizaciones) que ha sabido tejer una estrategia capaz de articular políticamente el descontento y conseguir el apoyo social y electoral de la mayoría. Una organización abierta, pluralista, que acepta y asume el debate de ideas, que tiene en su seno una fuerte Plataforma de Izquierdas con propuestas más radicales que la actual dirección. Una organización que se ha apoyado en la movilización social sin sustituirla, si no acompañándola y fortaleciéndola. Pero este triunfo es, sobre todo, producto de años de resistencia de un pueblo griego que no ha caído en la resignación. Un pueblo griego que ha visto florecer centenares de iniciativas de apoyo mutuo, de auto-organización, de lucha social y sindical en todos los terrenos. Un pueblo que ha decidido no rendirse ni claudicar frente al chantaje, las amenazas y el expolio. Un pueblo que ha construido un muro de dignidad frente a quienes han querido condenarlo al subdesarrollo. Hoy ese pueblo ha sido capaz de ganar una batalla a la Troika y abrir con ello un nuevo tiempo político de esperanza e ilusión, pero también lleno de incertidumbres. A esa gente ha dedicado la victoria electoral Alexis Tsipras. Cómo no acordarse de Pavolv Frissas, joven rapero asesinado por el nuevo fascismo griego.
Pues bien, este incipiente tiempo político va a estar marcado por la necesidad de construir un nuevo internacionalismo que permita articular estrategias conjuntas entre los países del Sur de Europa para hacer frente al chantaje de la deuda y los mercados. Ahora, más que nunca, va a quedar claro que no hay salidas posibles en marcos cerrados. Recuperar la soberanía pasa por construir espacios de resistencia a todos los niveles que permitan romper los candados de una economía financiarizada.
Y es que las posibilidades que abre la victoria de Syriza son enormes. Y esas posibilidades sólo van a poder convertirse en realidad tangible si hay, de verdad, un gobierno valiente dispuesto a hacer cumplir un programa de cambio. Pero, sobre todo, si hay un pueblo valiente dispuesto a hacer que ese Gobierno tenga su único compromiso con la mayoría trabajadora que le ha dado su apoyo. Para ello será imprescindible generar nuevas formas de gobierno y de democracia.
Durante los años de resistencia a la austeridad Grecia ha sido un espejo donde mirarnos. Por las consecuencias dramáticas de las políticas de recortes pero también por la construcción de una alternativa política que permite hoy pensar que revertir el austericidio es posible. No será tarea fácil. Ahora empieza una tarea titánica para doblegar a la Troika y recuperar la democracia del secuestro al que las élites financieras la han sometido. Será, sin duda, un proceso complejo, contradictorio. Nadie dijo que fuera a ser fácil. Las presiones serán enormes. Y cualquier movimiento llevará implícito un riesgo. Pero eso es hacer política en los tiempos convulsos de la mayor agresión a los trabajadores del Sur de Europa en décadas.
Pero, desconfiemos de los agoreros. Hoy es día de fiesta. Hoy ha vuelto el tiempo de las cerezas.