Hablemos de fútbol

Es un fenómeno tan interesante, que ni siquiera el Olimpo nacional que se cree dueño de la verdad y el conocimiento, se atrevió a descalificarlo del todo; cuando don Beto Cañas dijo que la gradería de sol nos metimos a la política, no excluyó ni a sombra, platea o palco, pues supongo, que en esos lugares, se vive la mejenga de manera diferente, aunque los goles se celebren igual o se sufra por la perdida del partido del día.

Ahora bien; me llama poderosamente la atención como, por puro mercantilismo pesetero, la perdida de identidad pasa entre bromas y choteos como quien ve llover; quien crea que es gratuito el añadir un nombre comercial al nombre de un héroe futbolero, pasa por alto detalles que son como elefantes en zoológico; eso ni es gratis ni puede ser pasado por alto, no por un chauvinismo provinciano o pueblerino, sino por razones que a mi parecer, tienen tantito más de profundidad.

Nuestro país carece de héroes reales en muchos campos; en nuestras aulas de primaria y secundaria no existen las clases de historia, que nos expliquen y enseñen como se construyó la identidad cultural nacional; de dónde, porqué y cómo vinimos; los orígenes del ser nacional, están ausentes con premeditación y alevosía y se acomodan los hechos a conveniencia de los intereses de turno. Bien se dice que quien no conoce su historia, está condenado a repetirla. De nuevo Orwell ve cumplida su profecía: quien controla la información, controla todo.

De los pocos héroes que tenemos, son los del fútbol: Argentina tiene a Diego Maradona y Messi; Brasil a Pelé y nuestro pequeño país, a Alejandro Morera Soto, Eladio Rosabal Cordero, Fello Meza o Ricardo Saprissa Aymá; el estadio de Puntarenas lleva el nombre de Lito Pérez, honrando a un porteño y en todos los casos, una historia vivida detrás de un balón en una cancha. Estoy seguro que no hay un español seguidor del Real Madrid o el Barcelona, que no sepa porqué su estadio se llama como se llama.

La identidad nacional, la Cultura nacional, tienen como base fundamental el respeto a su historia; hay quienes ahora –más por moda que por convicción- descubren a Yolanda Oreamuno o Eunice Odio; le ponen nombre a su tumba y llevan flores y demás; pero omiten –convenientemente- decir que al igual que otros, fue literalmente condenada al ostracismo, por el delito de Ser. En los colegios y escuelas ni siquiera fue eliminada de los programas: nunca se incluyó. El peor exilio no es dejar la patria, sino ser condenado al olvido.

El mercantilismo vulgar ha hecho más daño a la vida nacional, que la gradería de sol metida en política; por permitir atrocidades como la de ligar un nombre comercial a un héroe deportivo, se entiende que se condene a la pobreza a quienes vivieron de la tierra, que la educación se aliviane, que se vendan las costas o incluso, que ante la incompetencia, haya presidentes que se levanten enojados, porque un periodista se le ocurrió cuestionarles. Se entiende que pasemos de la Costa Rica emprendedora, a una de empleados mal pagados.

Personalmente creo que es un derecho ser pasivo; pero de allí a ser pusilánime, hay un enorme trecho. Permitir que una Junta Directiva de un equipo de fútbol haga con el nombre del héroe de esa divisa lo que le venga en gana, perdón, pero eso es pusilanimidad. Es ligar el culto y respeto a una persona que dejó un legado a la sociedad, al culto de una marca que para peores males, vive del lucro.

Hacer eso, es adorar al becerro de oro, sin que haya quien saque a los mercaderes del templo, porque el templo también se vende.


Luis Mata

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