Honduras: la vuelta al pasado

Lo que parecía improbable pasó ayer domingo en Honduras. La cúpula militar, en un golpe de Estado que fue la acción típica de los gorilas (hay que decir que este calificativo no se le asigna a todos los militares, ya que es indudable que en todos los ejércitos del mundo hay personas de pensamiento democrático y respetuosos de la ley), del siglo XX, pretende regresar la democracia hondureña al pasado.

Muy temprano, en la mañana del domingo 28 de junio, un comando militar, con fusiles de asalto y gorros pasamontaña, irrumpió en la residencia del presidente constitucional de la República de Honduras, Manuel Zelaya Rosales, y todavía en ropa de dormir le obligó a tomar el avión presidencial y le expulsaron hacia Costa Rica.

En una absurda pretensión de justificar la asonada militar, el Congreso de la República y la Corte Suprema de Justicia, pretendieron promover la idea de que el orden constitucional no se ha roto, y para eso se apresuraron a nombrar a un presidente interino, Roberto Micheletti, que se desempeñaba como presidente del Legislativo. Absurda e inútil pretensión, nada puede justificar que las fuerzas armadas secuestren a un presidente constitucional y le expulsen del país de forma expedita.

Sin duda en Honduras se habían acumulado grandes y permanentes tensiones entre el jefe del Ejecutivo y el resto de organismos del Estado. Cada vez estaba más claro que el presidente Manuel Zelaya estaba gobernando enfrentado a las elites políticas del país, incluyendo a su propio Partido Liberal, y que se estaba apoyando en las organizaciones populares, a quienes él afirmaba que se debía. Sin duda el giro hacia una izquierda que las derechas identifican como radical, la que es parte de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, Alba, promovida por el presidente Hugo Chávez, a la que Honduras se adhirió hace algún tiempo, despertó grandes temores en las derechas del vecino país.

Manuel Zelaya tensó las relaciones con las otras instituciones del Estado hasta un punto que nunca se había visto en Honduras. Por ello fue visible, desde hace varios meses, que se había consolidado una alianza entre las fuerzas políticas de las derechas (que formaban mayoría en el Congreso y otros organismos de Estado) y los grupos económicos más fuertes. Pero el pánico parece haberse prendido cuando el presidente empezó a develar sus intenciones de una probable reelección.

De esa forma fue visualizada la decisión del presidente Zelaya de promover una encuesta nacional, realizada con fondos del Estado, para que la población fuera consultada sobre la probabilidad de promover una Asamblea Nacional Constituyente, para redactar una nueva Constitución. Esa consulta debió realizarse ayer domingo 28, y varios días atrás, tanto el Tribunal Supremo Electoral, como un juez del orden menor declararon ilegal el proceso, respecto de cual hay que decir con mucha claridad, no tenía ninguna fuerza legal, y por tanto su resultado no obligaba a tomar ninguna decisión.

El presidente siguió adelante, probablemente por esto podría haber sido sujeto de algún proceso legal, lo que de ninguna manera es aceptable es que sobre esa base se pretenda justificar el golpe de Estado. La primera crisis se produjo cuando el jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas se negó a distribuir los documentos que servirían para realizar la encuesta (en Honduras son las Fuerzas Armadas las que distribuyen los materiales para los procesos electorales), la reacción del presidente fue destituir al general Vázquez y el Ministerio Público emitió una orden de reinstalación.

Simultáneamente el presidente Manuel Zelaya, acompañado de miles de militantes del movimiento sindical y popular hondureño allanaron una base de la fuerza aérea en donde estaba la papelería y la empezaron a distribuir de forma alternativa. El presidente afirma que la consulta fue promovida por él, frente a la solicitud de más de 400 mil firmas, de personas miembros de organizaciones populares, que se lo solicitaron. Frente a la irremediable consulta, las fuerzas de la derecha decidieron activar el golpe, que no puede ser sino producto de un complot, el que a pesar de su larga preparación, no encuentra ningún asidero político, ni jurídico, a pesar del vergonzoso respaldo que la Corte Suprema otorgó a la acción de la cúpula militar.

Todo este entramado que rompe con la institucionalidad del hermano país, ha sido facilitado por la acción de desinformación y confusión promovida por transnacionales de la información, que presentaron la encuesta que Zelaya se empeñó en realizar, como un intento ilegal de promover una reforma constitucional destinada a facilitar su reelección. Pero la verdad es que esta reforma sólo puede ser realizada si el Congreso de la República la aprueba.

Sin duda el presidente Zelaya buscaba crear un apoyo popular para su idea de convocar a una Constituyente, esto es perfectamente comprensible por la falta de apoyo que tenía en el Congreso, pero está claro que el proceso legal debía ser completado con una iniciativa legal que Zelaya debía enviar al Congreso, lo que él afirma que pensaba hacer luego de la encuesta que debía realizarse ayer, y que según analistas convocaría a unos dos millones de personas.

Pero a las 6 de la mañana del domingo, el golpe ya era conocido. Éste se activó mediante el secuestro y expulsión del país del presidente Zelaya, de la captura y vejación de la Canciller Patricia Ruedas, el arresto de los embajadores de Nicaragua, Venezuela y Cuba, y según informes de prensa los dos últimos fueron además golpeados y secuestrados durante horas. Lo cual evidencia el desprecio que esas fuerzas de derecha tienen por el derecho internacional, que protege al cuerpo diplomático y delegaciones internacionales en cualquier país del mundo.

A pesar de que en Honduras fue cortada la electricidad y suspendidas todas las transmisiones de radio y televisión, las imágenes circularon por el mundo desde temprano. Se podía ver a un país tomado militarmente y a algunas personas que, de forma sorprendente, expresaban su rechazo al golpe, tratando de agredir a algunos soldados.

Pero a pesar del despliegue informativo, durante todo el día, CNN dio muestras de su falta de equilibrio y seriedad, especialmente cuando la periodista costarricense Glenda Umaña, trató de justificar las acciones de los militares que el pueblo hondureño rechazaba de forma evidente, lo que de forma clara sus propias tomas nos mostraban. El colmo de la desfachatez fue cuando el Secretario general de la OEA, dio declaraciones condenando el golpe y refirió que la imagen de Zelaya, siendo expulsado en ropa de dormir, tristemente le recordaban las escenas cuando Jacobo Arbenz fue expulsado de Guatemala en 1954, y la entrevistadora de CNN, Alba Palacios pretendiendo ser graciosa le contestó, “pero llevaba una linda pijama”.

Con altibajos esa tónica siguió durante todo el día, ya que presentaron posiciones de personas divergentes, especialmente de un representante del gobierno de Estados Unidos y del presidente Chávez, hasta llegar a la entrevista que la complaciente periodista de la cadena CNN realizó a un titubeante e incoherente Roberto Micheletti, que fue incapaz de articular ninguna explicación razonable para haber “sustituido constitucionalmente al presidente”, como él eufemísticamente llama al golpe de Estado. Ninguna pregunta para cuestionar el proceder fue realizada, por momentos parecía que la entrevistadora quería sugerir respuestas al titubeante Micheletti.

Finalmente, más allá de que Manuel Zelaya puede ser rechazado o aprobado por unos y otros, lo que es absolutamente inaceptable es el golpe de Estado, por más que se le pretenda presentar como una acción legal. El inmediato y generalizado rechazo que ha provocado el golpe, por parte de todos los países y foros de gobiernos de América Latina y el Caribe, es una muestra ejemplar del respaldo que merece la incipiente democracia que se vive en el istmo centroamericano.

La única medida que debe ser aceptable es el retorno, sin ninguna condición, del presidente Manuel Zelaya al pleno ejercicio de su mandato constitucional, que debe concluir sólo después que su sustituto sea electo el 29 de noviembre próximo y que tome posesión el día que legalmente corresponda.

Este es un momento en el que la figura del presidente Obama podría crecer de forma importante en nuestra región y el mundo; si más allá de los señalamientos de condena lanzados por él y la señora Clinton, su Secretaría de Estado; se decide a rechazar de forma tajante y sin lugar a duda, la pretensión de los golpistas, los que en una situación de aislación como la que se produciría, no duraría ni cuarenta ocho horas más.

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