Estamos en este especial día, el Día de El Nacimiento, el Día de la Navidad, 25 de diciembre de 2013, todavía conmocionados por lo que ha venido diciendo y actuando el Papa Francisco, el primer papa latinoamericano de la historia de la Iglesia Católica; cuya designación ha venido generando una especie de “terremoto político-social” despertando una gran diversidad de reacciones, especialmente de naturaleza antípoda: amplio respaldo vs. total rechazo.
Una corriente creciente de pensamiento social desde la América Latina está promoviendo una campaña de respaldo a favor del Papa Francisco, cuyas ideas sobre la justicia social, sobre la paz, sobre el problema de los pueblos excluidos, están siendo fuertemente criticadas por voces y sectores representantes de las más oscuras fuerzas económico-globales que en la actualidad, tienen el control del mundo, prácticamente.
Por lo poco que hemos leído, visto y escuchado de lo que ha venido planteando el Papa Francisco, estamos notando que se está abriendo paso para la llegada de nuevos aires, “buenos aires”, sumamente oportunos, al seno de la Iglesia Católica; necesitada ésta de una oxigenación política y espiritual a juicio de bastantes especialistas que analizan todo lo que pasa en esta institución, doblemente milenaria, de la historia de la Humanidad.
Son bastantes los fieles católicos y cristianos que están más que felices pues sienten que con la llegada del Papa Francisco se estaría abriendo paso a una vida cercana a los postulados originarios y primarios que la hicieron aparecer, hace unos 2 mil años, cuando Cristo Jesús sentó las principios fundamentales de su credo humanista centrado en el amor al prójimo y en la protección de quienes más sufren, especialmente la gente pobre.
En tal sentido, hoy, que es Navidad, ya no solamente las personas militantes activas y creyentes en la perennidad de los mejores postulados del Catolicismo, sino todas cuantas pensamos que los valores eternos que nos legó la vida de Cristo Jesús deben inspirar toda lucha por la justicia social; estimamos que el regalo del Niño Dios, que lo que nos trajo el Niño Dios para esta Navidad, llegó de manera anticipada: la designación del Papa Francisco, meses atrás.
Gran cantidad de fieles católicos en muchas partes del mundo, son del criterio de que ha brotado con fuerza un nuevo manantial de vida cristiana con la llegada del Papa Francisco, surgido en el pleno desierto reinante del egoísmo insano y de la codicia desenfrenada, los cuales han entronizado que la categoría de ser humano está dada por lo que se tiene y no por lo que se es; y, por tanto, “salados” los que no tienen: esos son los “descartables”, los excluidos.
El Papa Francisco ha lanzado al mundo católico y a toda la Humanidad lo que puede pensarse como la base político-ideológica, doctrinaria y espiritual de los ejes fundamentales de su mandato: se trata del documento denominado en latín como “Evangelii Gaudium”, que ha sido traducido al español como “La alegría del Evangelio”.
Dicen los entendidos en el estudio de la Iglesia Católica y del Catolicismo en sí, que si bien es cierto el tema económico ha estado siempre en los documentos de esta fe religiosa a nivel de sus más recientes papados; lo que el Papa Francisco está planteando en su plataforma de acción “Evangelii Gaudium”, es algo así como una exhortación a una militancia consciente en el sentido de que todas las personas cristianas “…debemos estar en permanente subversión contra el sistema económico injusto e inequitativo (e intrínsecamente idolátrico y perverso) que nos rige”. (Se lee así en uno de los documentos de análisis que empleamos para elaborar este comentario).
Si uno se fija en el estado de situación de sufrimiento de otros pueblos allende nuestras fronteras, cuyas clases trabajadoras sufren procesos de explotación inenarrables (por no encontrarse todas las palabras y frases exactas que los puedan describir en su real dimensión); el documento del Papa Francisco nos da una perspectiva distinta que explica parte del porqué está dándose tanto dolor y sufrimiento social, “urbi et orbe” (y en Costa Rica también).
El apartado No. 55 de “La alegría del Evangelio”, establece que “una de las causas de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano!…”.
Para alimentar la cólera de la codicia de los poderosos que ya lo están atacando, el Papa Francisco sigue diciendo: “La adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una nueva versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”.
Evocando de nuestra parte las condiciones materiales circundantes del pesebre en que nació Cristo Jesús, resaltamos este otro pensamiento del Papa Francisco en su “Evangelii Gaudium”: “Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera”.
Estas pocas líneas han generado la iracundia del capital hegemónico global con asiento en los Estados Unidos, por ejemplo. Están tildando al Papa Francisco de “marxista”, indicando él, inmediatamente, que no lo es pero que no le ofende que le cataloguen en cuanto tal.
Cómo no va a estar él seguro de lo que él es, si está apelando a las fundamentales y primarias enseñanzas de Cristo Jesús durante su caminar por la Tierra hace dos mil años. Que él, al convertirse en el jerarca máximo de la Iglesia Católica decidió invocar para que se le llamara con el nombre de ese gigante y santo hombre, Francisco de Asís quien despojándose de toda posesión material dedicó su vida a la defensa de los pobres hace ya varios cientos de años, representa otra razón del porqué está haciendo lo que está haciendo.
Seguramente por inspirarse en este santo hombre de Asís y adoptar su nombre, Francisco, motivó al Papa a escribir algo como esto: “…la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales”.
En verdad, hoy que es Navidad, quienes luchamos por la justicia social en todas sus dimensiones y pese a que algunos de los criterios más “sacros” defendidos por la institucionalidad político-jerárquica de la Iglesia Católica como entidad de poder mundial, pudiéramos no compartir; afirmamos que el Niño Dios nos trajo un regalo anticipado en estas épocas de una globalización perversa para la Humanidad: el Papa Francisco. ¡Gracias, Cristo Jesús! ¡Feliz Navidad!