Hoy vamos a jugar de analista político, con el perdón de quienes con muchísima propiedad y conocimiento, empírico y/o profesional, se dedican a ello.
Así que por un día nos sumaremos a la caterva de amanuenses, opinólogos, “radiógrafo-polítologos” y similares que, dada la prolífica fauna político-electorera nacional, actualmente se dan cuatro gustazos engullendo a fulanos y a sutanas que pululan a la caza de los puestos públicos que se disputarán, directa o indirectamente, en las elecciones presidenciales y diputadiles de febrero de 2018. Por cierto que estamos a menos de 15 meses de estos comicios.
Nos referiremos a lo que en nuestro criterio son, todavía hoy, las principales colectividades político-partidistas de corte electoral que se ven en el horizonte de corto plazo.
Golpeado por su inexperiencia, su novatez, el zancadilleo institucional de mandos medios, cierto acoso mediático de la prensa oligárquica, sus pifias carentes de autocrítica, su dificultad para comunicar algunos de sus logros materia de política contra la desigualdad, su decisión de autoaislarse de la base social organizada que le llevó al Poder Ejecutivo, el Partido Acción Ciudadana (PAC) se ve muy maltrecho de cara a esas elecciones.
Además, ese dilema existencial político-ideológico interno que no le ha permitido definirse, de manera definitiva, hacia el progresismo que presupone el surgimiento de una real Democracia Social en el país como se intuye de sus propuestas ciudadanas, le ha bloqueado su desarrollo con fortaleza estructural como para quedarse con peso político de, al menos, mediano plazo. La verdad parece hoy más contundente que nunca: quien ganó las elecciones presidenciales del 2014 fue un verdadero “outsider” y no, necesariamente, el PAC.
Para peores desde el parlamentarismo y desde la mismísima Casa Presidencial algunos quieren que el PAC se haga el harakiri y se suicide políticamente: entregándole al bipartidismo clásico (incluidas las turecas derivadas del mismo), la vía rápida para atacar el empleo público y bajarle el salario a miles de empleados públicos y empleadas públicas que le dieron su voto en el 2014.
Además, doble suicidio político: regalarles vía rápida para subir el más injusto de los impuestos, el de ventas, inoculando al PLN-PLUSC de los riesgos de costo político de una iniciativa de ley tan repudiada; porque, además, jamás de los jamases este bipartidismo ampliado pero que sigue siendo bipartidismo, no posibilitará nada en materia de transformación del impuesto sobre la renta.
¿Adónde queda la lógica del PAC, entonces? Regalan la vía rápida, se enemistan con los empleados públicos, potencian más la injusta estructura tributaria de alto sesgo regresivo (el pueblo trabajador, como un todo, les cobrará esto), ya no tendrán un solo colón más producto de decisiones de este tipo (se los “regalarán” a sus sucesores en el ejecutivo), asumen culpas que no son suyas (ni el déficit, ni la deuda, ni el sistema salarial del empleo público son creaciones PAC)… ¿Entonces, cómo llamamos a esto? ¡Sin duda alguna!: harakiri, suicidio político.
Desaparecido, físicamente hablando, del escenario liberacionista el ungido que no lo fue, consumido por la ebriedad de su soberbia, orgullo y vanidad, la ideología por él y sus seguidores seguirá siendo hegemónica en el seno del otrora partido socialdemócrata costarricense. Hasta ahora nada augura algo, aunque sea en lo mínimo, diferente.
Hasta el momento la pelea, que pareciera ser fratricida por la candidatura presidencial del PLN, muestra exceso de nombres y un déficit de propuestas más profundo que el fiscal. El hijo del patricio anda pregonando algunas ideas interesantes por el lado de la inclusión social y en contra de la desigualdad pero tiene grandes problemas de credibilidad.
No basta con decir que el “PLN debe volver a la izquierda” sino que se necesitan actos concretos verificables, como zafarle la tabla a ese impropio proyecto de empleo público que defienden sus correligionarios parlamentarios; proyecto que no resuelve, ni en una milésima el problema fiscal, que ataca las estructuras salariales estatales más endebles y que no afecta a las zonas de empleo público que sí pareciera necesario revisar en función de la sostenibilidad financiero-institucional de algunas de las más emblemáticas entidades del sector público-social del país.
Los postulados del Humanismo Cristiano, de egregio protagonismo político-social en los años 40 del siglo pasado, están en disputa por unos que siguen al fracasado neoliberalismo y otros que nos ofrecen menos neoliberalismo. En todo caso, nada indica un retorno a esos postulados en su esencia original; o, al menos, como los está enarbolando en la actualidad el Papa Francisco.
Aquí hay otro hijo de un patricio solo que en este caso y a diferencia del otro, se puso detrás de un candidato lanzado ya, el cual es proveniente de la realeza médica nacional.
La hueca consigna de “por los pobres” está sumamente devaluada pues está más que demostrado que es la más cruel en materia de competencias electorales tradicionales dado que las personas son transmutadas a votos. La estrategia socialcristiana contra la desigualdad tiene el mismo tamaño que el déficit político-ideológico socialdemócrata; ambos yunta que fueron (y que siguen siéndolo) como bipartidismo histórico de la época del ajuste estructural y su principal resultado: la desigualdad.
En cuanto a la izquierda frenteamplista le faltó tener un “detector de alacranes” como para impedir que le estén mordiendo sus entrañas todos los días, restándole ilusión, credibilidad, solidez político-ideológica, esperanza.
La gente sana en sus instancias de conducción política, intra y extraparlamentariamente, parece impotente ante el daño cotidiano que le hace la irrupción malsana del oportunismo del extremismo izquierdoide que tanto beneficio le genera a la derecha neoliberal; tanto como para ser sujeto de un gran reportaje del periodismo universitario de izquierda, dirigido ahora con visión de derecha.
Por otra parte, el frenteamplismo vive ya la picazón del gusanillo de los puestos electorales diputadiles (y los conexos que ello implica) para el 2018, lo cual pareciera consumirle sus máximas energías en estos duros tiempos de necesaria construcción con vocación de poder desde abajo y no de cálculos por las curules en perspectiva. La disipación de la candidatura presidencial juvenil de la ilusión parece que ya es realidad.
Como habrán podido notar quienes nos han leído hasta aquí (lo cual les agradecemos mucho), ha sido una pincelada de este ensayo de analista político. Vamos a ver si en futuro próximo lo intentamos de nuevo, considerando la plétora del turequismo presidencialista.