En las últimas semanas hemos sostenido en estas páginas un interesante, aunque poco sistemático, diálogo con Luis Mesalles, sobre la independencia y autonomía del Banco Central.
En cuanto a la independencia, ya lo hemos dicho antes, esta es definida en términos de la lucha contra la inflación: “cuanto más rígidas sean las normas vigentes para exigir la aplicación de políticas anti-inflacionarias y menor la discrecionalidad otorgada a las autoridades monetarias, mayor se considera el grado de independencia”.
Sobre la autonomía, es decir, la integridad frente a las intromisiones o injerencias del poder político o el poder económico para influir en las decisiones del Central, todavía no hemos profundizado en el análisis. Próximamente lo haremos.
Ahora bien, el debate en torno a la independencia conviene centrarlo en dos aspectos principales, reconociendo, como lo he hecho en mis anteriores comentarios, y como lo enfatiza Mesalles en su última entrega, que la inflación tiene una serie de consecuencias e impactos adversos para la economía y para las personas.
Primero. ¿Tiene o no tiene un costo la lucha contra la inflación? La Curva de Phillips, cuya validez admite Mesalles para Costa Rica en el corto plazo, nos señala muy claramente que las medidas restrictivas del Banco Central para enfrentar la inflación se traducen, necesariamente, en una caída de la producción y un incremento del desempleo.
Así las cosas, insisto en que los formuladores de la política monetaria se ven obligados a escoger (en el corto plazo) entre dos males: inflación o desempleo. Por mi parte, y ante esa disyuntiva, debo confesar que aunque la inflación sea nociva, estoy convencido de que el desempleo es peor.
En cuanto a la relación de largo plazo entre inflación y desocupación, el planteamiento monetarista de Milton Friedman de una Curva de Phillips para Estados Unidos inelástica, volátil y asociada a la tasa natural de desempleo es algo que aún se discute conceptualmente y no está demostrado para el caso costarricense.
Segundo. Si el único objetivo de un Banco Central independiente es combatir el alza en los precios aplicando medidas monetarias de carácter restrictivo, ¿qué consecuencia tendría esa “independencia” si el gobierno quisiera impulsar políticas de estímulo a la producción y el empleo?
Esa es la interrogante que sintetiza la esencia de esta discusión.
El gobierno recién inaugurado habla de incentivar la producción y ha puesto en marcha cambios institucionales con ese fin. Señala la necesidad de elevar las tasas de crecimiento del Producto Interno Bruto y propone atraer inversión extranjera. Plantea mejorar la infraestructura y se compromete a promover la concesión de obras públicas.
Esas orientaciones de política, si son exitosas (independientemente de los instrumentos que se utilicen y que aún no conocemos) tendrían como resultado un aumento de la inversión y, por lo tanto, de la demanda agregada. Ese incremento conlleva, en el corto plazo, mayores presiones inflacionarias.
¿Cómo enfrentaría un Banco Central “independiente”, con metas de inflación claramente establecidas (inflation target), ese aumento de la demanda agregada? ¿Aplicaría medidas restrictivas? ¿Reduciría la liquidez? ¿Elevaría las tasas de interés? Y al final del día: ¿cuál política prevalecería: el combate a la inflación o el crecimiento de la producción y el empleo?
5/19/2006