En lo que podríamos catalogar como un certificado de buena conducta, el economista neoliberal don Jorge Guardia Quirós, de gran renombre y alto respeto en el mundo del capital costarricense, habló “bellezas” acerca del manejo de la política macroeconómica que está ejecutando el gobierno del Partido Acción Ciudadana (PAC).
En su columna “En guardia”, que le publica el periódico La Nación, del pasado martes 6 de setiembre de 2016 (página 24A), leemos lo siguiente: “No se visualizan crisis internas ni externas… El PIB crece al 4% real y algo más el año preelectoral; la inflación seguirá baja en el 2017 (difícilmente habrá manifestaciones por el costo de vida); hay crédito suficiente para producir y tranquilizar al empresariado; el régimen cambiario es flexible y el nivel de reservas del Central es el más alto de la historia (se le abulta el pantalón a la altura del trasero por el grosor de la billetera); la economía internacional sopla vientos cálidos (el FMI aún mantiene crecimiento positivo en el 2017); el brexit no resultó ser tan gravoso; la Fed subirá (al suave) las tasas de interés (apaciguando las salidas de capital); y los expertos afirman que el precio del petróleo permanecerá relativamente bajo. (¡Ay carajo!)”.
¡Ay carajo!, también decimos nosotros. Que desde las tiendas del neoliberalismo le tiren piropos al gobierno PAC por el manejo de su política macroeconómica (aunque con esas “ayudaditas” externas), nos brinda un fuerte referente de que, macroeconómicamente hablando, se estarían haciendo mejor las cosas a ese nivel, de lo que en su momento se estuvo ejecutando desde el tradicional bipartidismo gubernamental PLUSC.
Lo que nos llama la atención es que, según el dogma neoliberal, una de las cuestiones centrales de un panorama macroeconómico exitoso incluye el manejo del asunto del déficit fiscal. En el certificado de buena conducta que el señor Guardia Quirós le extendió al gobierno PAC, no se menciona para nada eso del déficit fiscal.
Algo no nos calza al respecto, en medio de nuestro empirismo en estos especializados temas de la macroeconomía que solo deben ser tratados por sus especialistas, según el decir del oficialismo hegemónico.
La duda que aflora, con base en la perspectiva neófita de quienes nos hemos “atrevido” a incursionar en estos temas de macroeconomía, sabiendo solamente que 2 más 2 es 4 (pero que no necesariamente es 4 cuando se cruzan con la política de la hegemonía); es cuánto de cierto ha habido en que tener un 6% de déficit fiscal equivale a un “final de los tiempos” o a la “llegada del Apocalipsis”, tal y como nos lo han querido meter en nuestras mentes en todos estos meses, con los “fórceps” ideológicos de la campaña de agresión psicológica y de terrorismo ideológico en el tema del empleo público.
Si para alguien como el señor Guardia Quirós, selecto adherente él de la ideología política del neoliberalismo (con ropaje socialcristiano), macroeconómicamente hablando el gobierno PAC está haciendo bien las cosas; si el déficit fiscal no le mereció consideración para otorgarle a este gobierno tal certificado de buena conducta; entonces, lo de los pluses salariales que también tocó el distinguido y respetado ciudadano economista en la columna que estamos comentando, es un asunto ideológico, tanto como el tema de los impuestos que se están debatiendo en estos momentos.
Y es aquí donde queremos aterrizar: si los indicadores macroeconómicos actuales son del agrado de los neoliberales, al punto de que el déficit fiscal no impide que al gobierno PAC le den un certificado de buena conducta; quien no le da certificado de buena conducta al presente gobierno PAC, son las mayorías populares, obreras y ciudadanas pues, precisamente, el crecimiento económico que está experimentando el país, según los indicadores macroeconómicos que tanto le gustan al Sr. Guardia Quirós, no se están traduciendo en mejor bienestar para la gente; y, por el contrario, indicadores de otra naturaleza, como los de orden social, nos dicen de que la desigualdad no se detiene, para únicamente citar un punto.
La gente no come macroeconomía. Algunos, cada vez más pocos, viven en una glotonería exasperante, avanzando en la concentración de los beneficios del crecimiento económico que los tales indicadores macroeconómicos ensalzados por el Sr. Guardia Quirós, les depara.
Entonces, esos indicadores macroeconómicos deben ser redimensionados para impulsar grandes decisiones de política pública hacia la distribución, en los más diversos órdenes. Está bien lo del primer debate al proyecto de ley contra el fraude fiscal, pero no bastará.
Más allá de lo que esta iniciativa contra el robo de impuestos, ya en operación plena, pueda representar en generar miedo a los grandes ladrones de impuestos (como esos que usan las artimañas denunciadas en “Los papeles de Panamá”), lo realmente medular en todo esto será el desafío de la transformación del impuesto sobre la renta, de renta cedular, a renta global-universal, y hasta mundial.
Aquí sí estará en esencia el verdadero combate de clase en cuanto a la necesaria y justa repartición equitativa de los beneficios del crecimiento económico, que posibilitan esos buenos indicadores macroeconómicos aplaudidos desde las tiendas neoliberales.
¿Tendrá, ahora, el Presidente Solís Rivera el arrojo suficiente como para convocar a toda esa vasta variedad de sectores sociales que le llevó a Zapote y construir el músculo social imprescindible para enfrentar el desafío de la transformación del impuesto sobre la renta? Ojalá que sí y que recordara el acontecimiento del día 5 de mayo de 2014, en el Club Unión, cuando lo más representativo y convocante de la sociedad civil organizada le ofreció una propuesta de trabajo hacia la inclusión social en el gobierno del autoproclamado “cambio”.
El combate a la desigualdad es el desafío estratégico de nuestro tiempo, dentro del país y allende de nuestras fronteras. La transformación del impuesto sobre la renta está llamada a hacer justicia distributiva, como el mismo señor Guardia Quirós lo apuntó en su artículo.
La pobreza, la extrema pobreza, el desempleo, la precariedad del mismo, la pobreza y el congelamiento salarial, el deterioro de los servicios públicos esenciales, la violencia en todas sus manifestaciones y hasta el flagelo del marco, son expresiones de una sociedad que ha renunciado a la integración social; de una sociedad que podría ir en ruta hacia un Estado fallido, como lo están mostrando prestigiosos estudios internos y externos. De una sociedad que pareciera resignarse a ser desigualdad, instaurando el “sálvese quien pueda” como norma reguladora, más bien, desintegradora, de la convivencia en sociedad.