Gracias a las convicciones democráticas del Diario Extra, en el campo del respeto a la Libre Expresión, ANEP publica, semanalmente, en días miércoles, esta columna.
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Según esas fuentes, estaría por consumarse el último y mortal golpe a lo poco que queda de confianza en el funcionamiento independiente de la institucionalidad republicana. Un fallo favorable de la Sala Cuarta a favor del TLC, representará para muchos de nosotros, el quiebre final a la Constitución Política establecida en 1949.
La verdad es que en la amplia coalición opositora al TLC, la única confianza que existe, con suficiente solidez, es en la movilización ciudadana. La oligarquía neoliberal que ha tomado el control total de la acción política de los poderes públicos, se ha vuelto impúdica completamente y no le importa mancillar, todavía más, la institucionalidad republicana que le ha venido funcionando para consolidar sus negocios con la cosa pública.
Afortunadamente, la convicción que tenemos en el poder de la movilización ciudadana no ha sufrido la menor merma; aún y cuando, esa movilización tenga que canalizarse por una vía institucional, como en lo que ahora estamos apuntados todos y todas con gran ardor cívico: el referéndum sobre el TLC para derrotarlo en las urnas. La verdad es inobjetable: el referéndum en las urnas, es producto de la presión que ejerció y el poder que manifestó el Referéndum de la Calle.
Sin embargo, hay que tomar todas las previsiones organizativas y logísticas para que, más temprano de lo que pensábamos, nuevamente emerja el poder de la movilización ciudadana de la calle. Es más que evidente que se acerca, inevitablemente, la necesidad de otro 26 de febrero aunque con otras características y en un entorno de, a lo mejor, crisis constitucional.
Es impresionante la convicción que anida en los especialistas constitucionales acerca de la solidez de los argumentos que sustentan la tesis de que el TLC con Estados Unidos es inconstitucional. Sin embargo, nosotros creemos que esa fuerte convicción en la ciencia jurídica de carácter constitucional, no es suficiente para contrarrestar a las fuerzas económicas y políticas que están detrás de ese TLC, capaces de prostituir toda la teoría política de la división de poderes en una sociedad de democracia republicana.
En el actual escenario sociopolítico que se avecina dos cosas están sumamente claras, aunque ambas en el marco de la Movilización Ciudadana. Por un lado, los desafíos organizativos para el triunfo del No al TLC en las urnas, en el referéndum de octubre, labor ésta que estamos en capacidad de llevar adelante con éxito, luego del extraordinario acto de lanzamiento de la campaña, el pasado sábado 23. Por otro, la inminencia de un nuevo 26 de febrero ante el posible quiebre constitucional si el régimen de los hermanos Arias finalmente logra el control total del tribunal constitucional, como es previsible. ¡Cómo quisiéramos estar equivocados!…