Es posible que en nuestro país ya se piense en los discursos y actividades para celebrar los 70 aniversarios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Quizá escuchemos reseñas históricas de un mundo que se encontraba al borde de la destrucción y de cómo la razón logró imponerse y generar un acuerdo común que garantizara la vida y la paz en nuestros pueblos.
En medio de la conmoración, posiblemente, surjan discursos que censuren los terribles acontecimientos del pasado: actos genocidas, de barbarie y en general, de irrespeto a la dignidad humana. Sin embargo, en medio de lo que podría ser un escenario de análisis histórico, también es necesario volver al presente con una mirada crítica de nuestra realidad nacional.
En este escenario me parece justo que hablemos también del compañero y de la compañera policía como persona. Por mucho tiempo se les ha instruido respecto de sus funciones: de proteger la vida y el patrimonio de terceros; de los aspectos de seguridad y de estrictos regímenes disciplinarios; y, que, sus funciones deben estar ligadas a la práctica del respeto y protección de los derechos humanos de otras personas.
Sucede que pocas veces se observa a la persona policía como sujeto de derecho, como un miembro más del grupo social, como lo que es, un ser humano. Sobre ellos recae la responsabilidad de la seguridad, deben asentir sin oponerse y muchas veces, se pretende sean objetos sin voluntad. En Costa Rica presumimos de tener una seguridad civilista, pero en derechos y garantías laborales de nuestros compañeros y de nuestras compañeras policías, se arrastra una deuda histórica. Se olvida, casi de manera intencionada, que estos derechos también son derechos humanos.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos estipula que, todas las personas nacemos libres e iguales en dignidad y derechos. El principio de universalidad de estos derechos sugiere que todas las personas somos iguales y merecemos un trato sin discriminación. Entonces, es momento de analizar si a los miembros de las policías en Costa Rica se les permite la libertad de expresión; si tienen derecho a manifestarse de manera pacífica, en su tiempo libre; si las condiciones en sus lugares de trabajo cumplen con los requerimientos mínimos de salud ocupacional; si tienen derecho a un igual salario por un trabajo igual; si las condiciones del trabajo son equitativas y satisfactorias; si la remuneración por su trabajo les permite a ellos y a sus familias una existencia conforme a la dignidad humana; y, si se les permite la libre sindicación.
Si el tema se estudia de manera serena, es posible se logre determinar que estamos lejos de respetar los derechos humanos de los agentes de seguridad. La manera más simpática de justificar esta realidad y encontrar una salida, es acudiendo a figuras que aplican en escenarios distintos, o a la invocación de valores superiores, como la excepcionalidad de la función policial, la discrecionalidad, el interés general por encima del particular, la diferencia entre discriminación y trato diferenciado, entre otros.
De cualquier manera, esas personas que diariamente nos dicen “duerman tranquilos porque nosotros cuidamos” deben paliar el sentimiento de la exclusión, lidiar con la triste realidad de no poder disfrutar de sus vacaciones en el tiempo que les corresponde, a veces, víctimas de acoso laboral por parte de jefaturas cuya gestión, en ocasiones, manifiesta el verticalismo de la antigua seguridad pública.
En Costa Rica debemos buscar la manera de no caer en un falso progresismo o al menos evitar uno populista, nuestras luchas deben ser en favor de todas las personas y no categorizar los derechos humanos. Si creemos que “todos los derechos humanos son para todas las personas, en todo momento’’, ese “todas’’ también incluye a la persona policía.
Finalmente, considero importante hacer un llamado a las nuevas autoridades políticas de los cuerpos de policía, para que cumplan con el lema: “Que nadie se queda atrás”; a la ciudadanía costarricense para que valore y respete a los agentes de seguridad; y, a los miembros de los diferentes cuerpos de policía para que defiendan con valor y firmeza sus derechos humanos.
Benjamín Sevilla García
Secretario de Juventud ANEP