Una de las más importante decisiones tomadas en esta reunión fue la creación del Banco BRICS, entendido como un banco de desarrollo que pueda constituir la semilla de una arquitectura financiera que intentará, por un lado, avanzar en la construcción de un nuevo orden mundial con la mira puesta en ampliar la representación de la periferia capitalista en la toma de decisiones globales y por otro, contrarrestar la unipolaridad del dólar en los mercados financieros internacionales.
Los BRICS tienen un peso importante mundialmente: aglutinan 40% de la población, 26% de la superficie terrestre, 27% de la producción y 21% del PIB mundial. Argentina ha solicitado incorporarse, y la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) mantuvo una fructífera reunión con ellos, en la que se estrecharon lazos y posibilidades de colaboración futura.
Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, catalogó este estrechamiento de relaciones como “una alianza de ganar-ganar”, y un hito en la geopolítica mundial.
No le falta razón al presidente venezolano. Esta Cumbre de los BRICS se da en el contexto del ataque inmisericorde de los llamados fondos buitres contra la Argentina, y cuando los Estados Unidos da muestras de no saciar sus apetitos geoestratégicos y económicos utilizando la fuerza. Asimismo, cuando el Fondo Monetario Internacional evidencia que las tibias autocríticas y atisbos de cambio de rumbo que se dieron durante el período de la presidencia de Strauss-Kahn han sido totalmente olvidados, y ha vuelto a las andadas de los famosos ajustes que están haciendo estragos en Europa.
Pero más allá de la coyuntura actual, esta alianza de países que no pertenecen al grupo que tradicionalmente ha tenido el poder mundial en sus manos es totalmente inédita, y muestra una tendencia impensable hasta hace pocos años.
Es una tendencia que se expresa no solamente en la creación del grupo de los BRICS, sino también, en la de organizaciones como la misma UNASUR, a la que habría que agregar el ALBA y la CELAC en América Latina, que persiguen la colaboración Sur-Sur en el marco del compromiso con el derecho internacional, el multilateralismo político, el desarrollo económico, la equidad social, el crecimiento sostenible y la preservación del medio ambiente.
Un protagonista de primera línea en todo esto es China, motor de la economía mundial contemporánea. En reunión con la CELAC en Brasilia, aprovechando la reunión de los BRICS en Fortaleza, el presidente Xi Jinping ofreció a la región 35.000 millones de dólares para financiar proyectos de infraestructura y desarrollo: un fondo para proyectos de infraestructuras por 20.000 millones de dólares, apertura de una línea de créditos preferenciales por un total de 10.000 millones de dólares y la constitución de otro fondo, por 5.000 millones de dólares, para proyectos específicos en diversas áreas de la economía y la producción.
Según Raúl Castro, presente en la reunión, “los países de América Latina y el Caribe tienen una proporción importante de las reservas minerales, la segunda reserva de petróleo y un tercio de las reservas mundiales de agua dulce”, lo que les confiere un valor estratégico clave para el Siglo XXI, siempre que los sepa y pueda desarrollar. “Tenemos el desafío de trabajar por la industrialización de esos recursos naturales” y “en eso pueden tener un muy importante papel los vínculos con la República Popular de China”.
Son, efectivamente, movimientos geopolíticos de primero orden en los que Centroamérica participa de forma muy tangencial. En este caso, con la sola presencia de Luis Guillermo Solís, presidente de Costa Rica, que lo hace en su calidad de presidente pro tempore de la CELAC.
Se abren, pues, nuevas perspectivas para un desarrollo distinto al que ha prevalecido hasta hora.