Elecciones 2018 en primera ronda. Hablemos con datos duros y vámonos a la totalidad de personas potencialmente votantes inscritas en el padrón electoral: 3 millones 322 mil 329 ciudadanos y ciudadanas en pleno ejercicio de uso de sus facultades constitucionales para elegir (3.322.329). Este número se mantendrá invariable para la segunda ronda.
De este gran total, fijémonos en el número total de votos obtenidos por los dos aspirantes que pasaron a la segunda ronda.
Don Fabricio Alvarado Muñoz obtuvo 505.214 votos del total del padrón electoral, es decir, un 15.20 %. Don Carlos Alvarado Quesada, logró 439.88 sufragios, o sea, un 13.22 % de la totalidad de la ciudadanía inscrita para votar. (Datos al corte número 13 del Tribunal Supremo de Elecciones TSE, con el que nos basamos para este comentario).
Sumados ambos porcentajes, tenemos un 28.42 % del padrón nacional entre los dos candidatos presidenciales de segunda ronda.
Por el contrario, un 71.58 % del total de la ciudadanía electoral no votó por ninguno de los dos, votó por los otros 11 aspirantes, o votó en blanco, o votó nulo; pero, el más grande segmento de todos fue el de los y de las abstencionistas: 34.34 %.
Es decir, el abstencionismo, ese 34.34 %, fue el “candidato más votado”, dado que le “ganó” a los dos Alvarado juntos, pues entre ambos lograron apenas el 28.42 %.
Si bien ese 34.34 % no se toma en cuenta para la definición del resultado electoral, tanto el preliminar como el que viene (segunda ronda); lo real es que los dos señores mencionados pasaron a la segunda ronda con legitimidades formales, sistémico-institucionales, pero no necesariamente con legitimidades políticas sistémico-reales.
Así las cosas, la base social que les dio su voto en primera ronda a ambos señores Alvarado, es muy pequeña, de alcance e impacto restringido; y de expectativa socio-gremial muy fuerte como para visionar cómo ha de asumirse las pendientes tareas estratégicas de una sociedad que, como la nuestra, está hundiéndose en la exclusión, en la desigualdad y en la violencia.
El resultado electoral de primera ronda, que tiene conmocionado al país, parece haber mostrado la existencia de 3 “costarricas”.
La Costa Rica 1 es la de la gente incluida, la beneficiaria y ganadora de las políticas macroeconómicas y fiscales dominantes en los últimos gobiernos, producto de las concepciones neoliberales de la apertura comercial; acumuladoras de riqueza y con mucho favor tributario de distinto orden; gran acaparadora de la parte más grande de los beneficios del crecimiento económico. En esta Costa Rica inclusiva se han colado la alta gerencia corporativo-empresarial y su equivalente en la alta estructura político-jerárquica y gerencial del Estado, en buena parte. Nos parece que en la Costa Rica 1 se cuentan muchos votos provenientes del viejo PLUSC (Liberación-Unidad).
La Costa Rica 2 es la de los sectores medios, en sus diversos estamentos. Hablamos de la clase media que se resiste a desaparecer pese a que la están empujando a la pobreza. Sectores medios que, por lo general, surgieron, se fortalecieron y todavía se mantienen, con base en la institucionalidad del aún existente Estado Social de Derecho, tanto sirviéndole al mismo en condición asalariada y como proveedor del mismo en cuanto a bienes y servicios. Gran parte de este Costa Rica 2 se ubica en los sectores urbanos, en nuestras ciudades; es la que pelea por que le alcancen los beneficios del crecimiento económico para no perder su histórico estatus, aunque hoy muy maltrecho y mantenido mediando un gran endeudamiento. Es la Costa Rica de la cual se nutren los autodenominados partidos progres: PAC y FA, esencialmente.
La Costa Rica 3 es la que ya está prácticamente excluida de los beneficios del crecimiento económico, sufriendo en carne viva la desigualdad. Mucha se ubica en las zonas costeras y en barriadas urbano-marginales. Es la que se “rebeló” en la primera ronda electoral, más allá del factor religión en la política. Compatriotas abandonados por las políticas públicas de desarrollo integral (pues tan sólo han sido receptores de una especie de caridad institucionalizada, si es que han tenido suerte); abandonados por los partidos progres; abandonados por el movimiento sindical, abandonados por las diversas organizaciones de la sociedad civil y de otros movimientos sociales. Aquí es donde “pescó” el partido religioso cuyo candidato pasó en primer lugar a la segunda ronda electoral.
Esta es la Costa Rica fragmentada, la tripolarizada, desde el punto de vista de la apropiación de los beneficios del crecimiento económico y de la pugna por la correcta redistribución del mismo. La Costa Rica con un endeudamiento-país que ya no puede manejar y cuyo pago de intereses por la deuda pública está sin control. Y, a su vez, la Costa Rica cuya clase trabajadora (la asalariada, la no asalariada; la desempleada y la del empleo precario; la de las micro, pequeñas y medianas empresas), está extremadamente endeudada.
Nos preguntamos: ¿subirá el número de abstencionistas en segunda ronda? ¿Cómo harán los señores Alvarado para darle legitimidad político-real a una eventual gestión gubernativa a cargo de uno de los dos? ¿Se liberarán ambos del esquematismo-monotemático en que está sumida la campaña electoral actualmente en desarrollo? ¿Seguirán creyendo que consiguiendo aliados solamente “por las alturas”, será posible enfrentar la gravedad de los problemas nacionales que nos está aquejando en estos momentos? ¿A qué llaman un gobierno de “unidad nacional”?…