• El TLC es un acto de subordinación humillante, comparable con un neocolonialismo
• Comunicado dirigido a los diputados de Liberación Nacional y al pueblo liberacionista
Los suscritos, liberacionistas de toda la vida, nos dirigimos respetuosamente a ustedes para expresar nuestra honda preocupación por una eventual aprobación del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos.
Conforme se amplía el conocimiento que se tiene del Tratado, a través de su estudio, se ven más claras las graves implicaciones sociales, políticas, económicas y jurídicas de su aprobación. Cada vez es más evidente el impacto funesto que tendrá el Tratado sobre las políticas de equidad, inclusión social, justa distribución del ingreso, igualdad de oportunidades, sostenibilidad social y solidaridad que han definido la vía costarricense al desarrollo. Estas políticas fueron, hasta ahora, la guía de Liberación Nacional para promover una sociedad que es vista como un ejemplo en América Latina.
Conforme evoluciona el análisis, nos damos cuenta que no es cierto que el TLC agregue nada nuevo a las condiciones comerciales (ICC) que han venido disfrutando los países del Caribe, incluyendo a Costa Rica. Ya nuestro país tiene abierto el mercado estadounidense para sus exportaciones, desde hace más de veinte años. Por ello, es falaz la publicidad para hacer creer a los costarricenses que ese Tratado agregaría condiciones nuevas beneficiosas para el país. Lo único nuevo que agrega son los exagerados privilegios que reciben las corporaciones norteamericanas a expensas de los productores y las empresas nacionales.
Por otra parte, bien se sabe que esta negociación fue llevada a cabo a espaldas del pueblo de Costa Rica, por un pequeñísimo grupo de negociadores, y firmaron un proyecto que luego no podría ser modificado, en ninguno de sus extremos. Y que además, dadas las condiciones, no podría ser modificado nunca más, con lo cual, y a sabiendas de que ese Tratado modifica profundamente partes vitales y extensas de nuestra legislación, se estaría estableciendo una camisa de fuerza ideológica, una petrificación jurídica de un conjunto de ideas, la mayor parte contrarias a las que ya probaron su éxito en la construcción de uno de los países más exitosos de la región. Ese procedimiento es totalmente contrario al espíritu democrático vigente en Costa Rica.
Y para agregar mayores inconveniencias, una ofensiva asimetría jurídica hace que este tratado se ponga por encima de toda nuestra legislación, mientras que en los Estados Unidos, como lo dice su propia Ley de Implementación, quedaría por debajo hasta de un simple acuerdo municipal. Haber aceptado esto es un acto de subordinación humillante, comparable con una suerte de neocolonialismo. Y esto se ve agravado por el hecho de que las disputas, cuando estas resulten aceptables a los demás países de Centroamérica, irían a tribunales arbítrales internacionales, descalificando con ello, a nuestro sistema judicial.
Coincidimos con quienes piensan que facilitar las importaciones de productos agrícolas fuertemente subsidiados es lanzar a miles de agricultores y ganaderos a la ruina. Y el hecho de que las compañías farmacéuticas norteamericanas hayan asignado cuantiosos recursos para aprobar este tratado, revela con claridad que sus esperadas ganancias compiten con la buena marcha de nuestra seguridad social, pilar indiscutible de la salud pública y la estabilidad que vive nuestro país.
De igual modo, vemos que las intenciones con respecto a la privatización de una parte de las telecomunicaciones no son las de brindar condiciones para la superación a través de la competencia, sino por las jugosas ganancias que deja el negocio. El ICE no necesitó ninguna competencia para llevar la electricidad a más del 98% de los hogares y construir una de las redes eléctricas de mayor profusión en el mundo.
Y de hecho, ante tanta inconveniencia, coincidimos con la Comisión de Notables cuando dicen que: “_…la apertura propiciada por el Tratado podría significar contracciones o incluso desaparición de actividades productivas, y en esa medida, de empleos existentes”_, pues como esa misma Comisión afirma, el principal beneficiario sería el de unas pocas compañías exportadoras extranjeras.
Decía nuestro líder y fundador, Don José Figueres: “Los pueblos pobres son el corderillo en el altar de la libre competencia”. Este Tratado no es ningún altar, pero sí será la forma de sacrificar miles de pequeñas empresas costarricenses para beneficio de unos pocos. Por estas razones, hacemos un llamado a los señores diputados para que rechacen el TLC, y al pueblo liberacionista en general para que, al tomar conciencia de las graves consecuencias de ese Tratado, se apreste a manifestar su rotunda oposición, como están haciendo ya miles de costarricenses.
San José, 17 de octubre de 2006
Oscar Campos Chavarria
Rufino Gil Pacheco
Rolando Araya Monge
Roger Vilchez Cascante
Fernando Soley Soler
Sigifredo Aiza Campos
Luis Armando Gutierrez
Marcelo Prieto Jiménez
Paulino Rodríguez Mena
Luis Fernando Díaz
Luis G Vega
Ernesto Macaya Ortiz
José Luis Pacheco
Carlos Eduardo Vindas Villalobos
Dulce Maria Badilla
Luis Gerardo Villanueva
Braulio Sánchez
Isabel Chamorro Santamaría
Fabián Quesada Mora
Gilberto Chávez Jaén
Siguen muchas firmas…
Octubre 21, 2006