Por más que lo intenten, aunque empleen las armas más innobles, las mentiras más espernibles, los argumentos más infames y acudan a las más bajas ruindades, incluyendo amenazas de exterminio físico directo, no acabarán con los sindicatos.
Se ha dicho muchas veces pero debe reiterarse muchas más: Una Democracia que se precie de serlo, debe contemplar a los sindicatos; y sin éstos, no hay Democracia.
Quienes hoy, como asalariados amanuenses (bien pagados, por cierto), escupen estiércol retórico de precaria argumentación contra los sindicatos, van mostrando la profundidad de su convicción totalitaria y totalitarista ajena a la más mínima ética y honestidad democrática. Sin embargo, en sus escritos no habían llegado tan lejos.
¡Preparémonos!: Han lanzado ya su “grito de guerra”, descarándose completamente: “los sindicatos son más que un estorbo”, a página completa, gratuitamente y no en campo pagado; como si nos quisieran indicar que a partir de ahora, la línea oficial del capital neoliberal de signo extremista, es la “liquidación” (¿física?) de los sindicatos y de los y de las sindicalistas.
¿Quién iba a pensar que a los 70 años del fin de la Segunda Guerra Mundial; que a los 70 años de la fundación de la Organización de las Naciones Unidas; que a los 70 años del descubrimiento de los horrores del Holocausto, Adolfo Hitler tendría un “émulo” en Costa Rica?
En su momento, en la Alemania nazi, Hitler dictaminó y sentenció más o menos parecido: “los sindicatos son más que un estorbo”… ¡y luego los exterminó! Entiéndase: mató a miles y miles de sindicalistas.
No vayamos muy atrás. En los años 70’s, en nuestra amada América Latina (concretamente en las hermanas naciones de Argentina, Chile y Uruguay), las mentes militares de corte totalitario y totalitarista también sentenciaron: “los sindicatos son más que un estorbo”… y entonces, hubo miles de muertos, de desaparecidos, de exiliados… ¡Dolor sobre dolor y más dolor!
El amanuense terrorista que escribió recientemente que “los sindicatos son más que un estorbo”, es dueño de una mente de pensamiento tan profundamente totalitario que “olvidó” el contenido del artículo 60 de la máxima ley de Costa Rica: la Constitución Política:
“Tanto los patronos como los trabajadores podrán sindicalizarse libremente, con el fin exclusivo de obtener y conservar beneficios económicos, sociales o profesionales”.
La ruta humana hacia la senectud no siempre presupone alcanzar el Olimpo de la sabiduría, de la tolerancia y de la paz espiritual interna. Ejemplos sobran como éste, el del oráculo del totalitarismo tico que ha sentenciado en tierra costarricense que “los sindicatos son más que un estorbo”; contando para ello con la venia extraoficial, así lo interpretamos, del latifundio mediático que le abrió sus puertas de par en par para su… ¿proclama guerrerista de promoción de la confrontación civil entre costarricenses?
Un colega de lucha social por estos días sufrió un linchamiento mediático inmisericorde, pues tuvo la “osadía” de emitir un comentario que se interpretó como una “amenaza a la prensa”, en el marco de la polarización “in crescendo” que estamos presenciando en nuestra sociedad.
Sin embargo, seguros estamos de que nadie en esa prensa que se sintió “amenazada” se cortará la venas, ni habrá moción de censura alguna, cuando a un “terrorista de la palabra” se le da un escenario mediático “de lujo” para que llame a la liquidación (“¿física?”), de una parte esencial de la democracia: los sindicatos.
La consigna “muerte a los sindicatos” nos recuerda el inmoral pero tristemente profético poema del dramaturgo alemán Bertolt Brecht: “Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque no yo no era comunista. Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío. Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante. Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada”.