Los Arias: Los grandes ricos están bien. La gente ¡no!

Gracias a las convicciones democráticas del Diario Extra, en el campo del respeto a la Libre Expresión, ANEP publica, semanalmente, en días miércoles, esta columna.

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La confianza de la gente en la gestión económica del dueto presidencial, está por los suelos. Una de las más serias encuestas que se practican en el país, la de la Escuela de Estadística de la Universidad de Costa Rica (UCR), estableció que para la gente, el momento económico que estamos viviendo es el peor desde el año 2002.

Fracaso total de la gestión de los hermanos Arias Sánchez. Estafa política en evidencia para quienes se tragaron el cuento de que con el TLC estaríamos mejor, a casi un año del “frauderéndum” que nos lo impuso.

Nada indica que ese “promisorio” futuro llegará. La mitad de la gente estima que dentro de un año, es decir en el 2009, su situación estará peor; y, solamente dos de cada diez personas, estiman que estarán en una situación igual a la de hoy. El colapso de la confianza de la gente en la situación económica que se está dando bajo el gobierno de los hermanos Arias Sánchez, abarca todos los estratos sociales; pero, evidentemente, que aquellos sectores económicos más pudientes, deben de sentirse muy satisfechos pues su riqueza ha seguido creciendo desde que los Arias están en la Casa Presidencial.

Efectivamente, el engaño de que la pobreza se había reducido al 16.7% fue tan sólo eso, engaño. La prestigiosa Escuela de Economía de la Universidad Nacional (UNA), indica que la pobreza estará en, al menos, el 20 % al terminar este año 2008. Hemos de suponer que este dato certifica su opuesto, es decir, la senda de la concentración de la riqueza se sigue profundizando y los que más tienen, que cada son menos, acumulan más y más cada día que pasa.

Es cierto que hay factores internacionales de peso que inciden en la situación económica nacional, pero la enorme responsabilidad en ello es quienes nos gobiernan hoy en día, aquí, en Costa Rica. La inflación está desbocada, revelando el enorme fracaso del Banco Central de Costa Rica (BCCR), el banco neoliberal por excelencia. Mientras los reajustes salariales ya fueron completamente devorados en el mismo mes en que fueron otorgados, por esa alza desbocada en los precios; unos cuantos lograron multimillonarias ganancias especulando con el precio del dólar, habida cuenta de la posesión de información de primera mano que les da el privilegio de ser allegados de palacio.

Los precios internacionales del petróleo tienden a estabilizarse, a la baja, en los mercados internacionales; pero aquí, las alzas en los combustibles no se detienen. A los empresarios de autobús les van a exonerar del pago del impuesto al diesel, pero a la clase trabajadora, usuaria mayoritaria de este tipo de transporte público, más bien le subieron la tarifa.

La estafa política de la reducción de la pobreza se junta con la de la estafa política que representó la hueca promesa de que habría una reforma tributaria para obligar a pagar, como debe ser, a los que más están acumulando riqueza en este gobierno. No habrá cambio alguno para transformar la estructura del impuesto sobre la renta y, como siempre, seremos los de abajo, los que hemos de seguir cargando con el mayor peso de las obligaciones tributarias.

Nos viene a la mente la visita reciente que a nuestras oficinas hiciera un viejo conocido, hoy “dirigente” de vivienda por los lados de Santa Ana y quien, inescrupulosamente, llevó a mucha gente a votar por sí al TLC, a cambio de una promesa de vivienda.

Con gran cinismo nos pidió ayuda para obligar a los hermanos Arias Sánchez a honrar sus “promesas” en tal sentido. Tratando de conmovernos para manipularnos, nos decía que en muchos de esos hogares sumidos en la más absoluta pobreza, ya ni siquiera se conocía el gallo pinto y que la comida iba ser el motivo central de la movilización, no ya la vivienda.

En verdad, estos costarricenses “representados” por el “dirigente” en mención, deben sentirse completamente estafados, políticamente hablando, aunque quizás no tengan verdadera noción de su condición de víctimas políticas de un estado de cosas construido para el beneficio de pequeños grupos de gran poder económico, como el de los hermanos Arias Sánchez. El neoliberalismo ha fracasado. Ha llegado la hora de pasar a la ofensiva.

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