Los zapatazos contra el genocida

Gracias a las convicciones democráticas del Diario Extra, en el campo del respeto a la Libre Expresión, ANEP publica, semanalmente, en días miércoles, esta columna.

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Los zapatazos que el pasado domingo 14 de diciembre le lanzó el periodista iraquí Muntadhar al-Zeidi, simbolizan el profundo repudio que Bush logró generar durante los desgraciados ochos años de su presidencia, en todas las conciencias limpias del mundo. Esa fecha, de ahora en adelante, seguramente será recordada como fiesta en la cultura árabe.

La verdad es que Bush merece algo más que zapatazos, ya de por sí humillantes al máximo para la investidura de una persona que ocupa, según se nos dice, el puesto político más importante del planeta: ser Presidente de los Estados Unidos de América.

Pero lo más conveniente es hablar sin tapujos y llamar a las cosas por su real nombre. Bush es un verdadero genocida pues ha sometido al sacrificado pueblo de Irak a una especie de exterminio o eliminación sistemática, provocando la muerte cruel de miles y miles de inocentes, entre ellos millares de niños y de niñas, de adolescentes, de lo mejor de la juventud iraquí; sin hablar del aterrador ambiente de destrucción que la máquina militar gringa ha sembrado por toda la geografía de ese milenario país, cuna de la civilización.

Al momento en que se vaya de la Casa Blanca, el próximo 20 de enero, Bush debería ser detenido y puesto a la orden del Tribunal Penal Internacional de La Haya, para que responda por la criminal trampa política que le tendió al mundo, haciéndole creer que en Irak había armas de destrucción masiva, armas biológicas, todo lo cual, finalmente, quedó demostrado que fue una verdadera farsa para, entre otros objetivos, apoderarse del petróleo del pueblo iraquí.

El valeroso pueblo trabajador estadounidense, ese pueblo que le ha dado a la humanidad una enorme cantidad de inventos y avances científicos, nunca mereció que un tipo de semejante especie le gobernara.

Bush hizo crecer, como ningún otro mandatario gringo, un sentimiento antiestadounidense extendido mundialmente, restándole autoridad moral en todos los frentes; pues aparte de genocida, Bush se caracterizó por mostrar un profundo desprecio por la ley y el derecho internacionales, pasándole por encima a las Naciones Unidas (ONU), la cual quedó en el máximo ridículo cuando se dio la invasión criminal a Irak.

Entre su triste palmarés (historial, o relación de méritos), Bush se va convertido en el presidente más impopular de toda la historia política estadounidense, desde que en esa gran nación se hacen mediciones de este tipo.

Además, Bush se va dejando a millones de trabajadores estadounidenses sin empleo, arrojados a la miseria, sin casa y sin ningún tipo de seguro, pues su política económica estuvo marcada por el más fanático neoliberalismo, ese que se inspira en el fundamentalismo de mercado sin control, sin escrúpulos, sin ética y sin moral. De ahí la espantosa crisis financiera que se está viviendo y que, sin duda, nos golpeará en Costa Rica.

Ese es el mismo fundamentalismo de mercado que tiene en Costa Rica como secta al grupo de los hermanos Arias y su pandilla político-ideológica que nos impuso el TLC con el gobierno del genocida Bush, realizando las más escandalosas trampas mediáticas y jurídico-constitucionales nunca antes vistas en la historia costarricense.

Seguramente la presidencia de George W. Bush será recordada como la que inició el proceso de decadencia del poder imperial de los Estados Unidos de América, aunque por su gigantesca maquinaria de guerra seguirá imprimiéndole miedo al devenir de la política internacional.

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