El nacimiento pleno a la vía jurídica de la República, de la Reforma Procesal Laboral (RPL), ahora Ley No. 9076, según su publicación en el diario oficial La Gaceta (versión digital), el pasado (y ya histórico) viernes 12 de diciembre de 2014 (por cierto, el día de la Virgen de Guadalupe, la patrona de la América Latina), ha dado ímpetu a una de las más rabiosas campañas antisindicales de los últimos años; soltándose toda clase demonios, lo que nos lleva a caracterizar el momento que estamos viviendo de macartismo antisindical: “conjunto de acciones emprendidas contra un grupo de personas por sus ideas políticas y sociales, generalmente progresistas” (según The Free Dictionary by Farlex).
Este macartismo antisindical apunta contra las mismas estipulaciones constitucionales de la carta magna costarricense: los artículos 60, 61 y 62: la libre sindicalización, el derecho de huelga y la negociación colectiva, piedras angulares de las garantías sociales, todos los cuales están contenidos con nuevas dimensiones en la RPL (entre otros aspectos malintencionadamente ocultados a la ciudadanía).
Estamos constatando, abiertamente, las venas totalitarias y dictatoriales (que estaban escondidas, camufladas y/o disimuladas pero nunca extinguidas), que anidan en importantes sectores de la sociedad costarricense de hoy; mostrándosenos los rostros y los nombres de los falsos y fariseos demócratas que se rasgan las vestiduras en defensa de la libertad, siempre que no se les toque sus intereses corporativos directos de acumulación, vía sobreexplotación de la fuerza obrera y escamoteo sistemático y descarado de los derechos laborales.
La especie de macartismo antisindical, de “nuevo tipo”, que estamos presenciando con esto de la Reforma Procesal Laboral (RPL), tiene varias procedencias, según “compiten entre sí” por ver quien emite las más fuertes opiniones virulentas al respecto.
UNO: Las reacciones del principal sindicato del gran empresariado del país el que, por un lado, fácilmente deshonra lo que firma; y que, por otro, hipócritamente manda, todos los años, sus representantes corporativos a la conferencia mundial de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), firmando las proclamas de la misma sobre “Trabajo Decente”, de las cuales reniega en suelo nacional. Por cierto, una organización de “excelencia” corporativa a tal grado que la tiene completamente alejada de ser vista como legítima representante de los intereses de las “mipymes”.
DOS: El grupo mediático coloreado como evasor de impuestos, mismo que en su última asamblea de accionistas habría indicado que no se podrían distribuir dividendos entre sus socios, por acumular unos mil quinientos millones de colones en pérdidas; evento en el que habría anunciado, a la vez, 100 nuevos despidos.
TRES: La fracción parlamentaria del que otrora fuera partido socialdemócrata costarricense, Liberación Nacional, hoy principal vocería legislativa del capital neoliberal; con el cual le unen ya vínculos de controvertida naturaleza ética como deshonrar lo que firma, como lo estila el indicado sindicato empresarial; ambos “uña y carne” actualmente en la santa cruzada fundamentalista y macartista contra la RPL.
CUARTO: Algunos amanuenses, escribidores, opinadores, analistas políticos y similares que aunque tienen sus sobrevivencias partiendo de relaciones asalariadas, adoptan las visiones de mundo de la clase propietaria, a la que nunca les dejarán ingresar pese a las prosternaciones que le rinden al capital; argumentando contra la RPL cual sicarios político-mediáticos del pensamiento democrático y de los Derechos Humanos.
La naturaleza de la cruzada fundamentalista del macartismo antisindical sustenta, con toda fuerza, que sí estamos en un escenario de confrontación de real dicotomía: el capital contra el trabajo. Ojalá tengamos la contundencia necesaria y la prudencia franciscana para la defensa que ocupa la RPL, de parte del lado obrero y de quienes abogan, junto a él, por la justicia social.