Hablar de las mujeres es referirse a las protagonistas de la historia, de una historia que aún no ha terminado de contarse y que no se ha escrito de la mejor manera. La palabra mujer es un referente de lucha, valor y fuerza. Es verdad que las mujeres no salimos en las fotos del patriarcado, que por muchos años hemos sido víctimas de conductas machistas, misóginas y de todo tipo de discriminación. Hoy celebramos que somos más, que tenemos voz y que, finalmente, somos vistas y escuchadas.
El camino ha sido largo, las luchas constantes y el reconocimiento casi inexistente. Sabemos que las sociedades tienen una enorme deuda con las mujeres, una factura que algún día será cobrada por historia. Sin embargo, mientras esto ocurra seguiremos incidiendo en los distintos espacios de participación política, más unidas, más fuertes.
Aún nos preocupa que nuestros pueblos se declaren civilizados y respetuosos de los Derechos Humanos cuando el trabajo de las mujeres vale menos que el de los hombres, pese a que en calidad y eficiencia sea igual o superior al de ellos.
No se puede justificar que en pleno Siglo XXI el simple hecho de ser mujer nos posicione en desventaja para acceder a un empleo; que nos resulte casi imposible poder desplazarnos libre y tranquilamente por los espacios públicos sin tener que enfrentar acosos e irrespetos por parte del sexo opuesto.
Esto no constituye la queja de una voz impotente, por el contrario, es un llamado a todas las mujeres para unirnos y hacer valer nuestros derechos. Es un mensaje dirigido a las mujeres jóvenes, para que continúen las luchas reivindicativas con valor y fuerza.
Deseo hacer un vehemente llamado a las organizaciones sociales para que retomemos las luchas, el empoderamiento y la celebración del Día Internacional de la Mujer.
Recordemos que esta conmemoración debe ser presidida por las organizaciones sociales y no por la institucionalidad de un país.
Es importante señalar que los avances en materia de equidad, de igualdad real y el establecimiento de algunas condiciones de trabajo dignas para las mujeres, sólo fue posible por las luchas y por el valor de quienes se organizaron y creyeron que era posible. El Estado tiene la obligación de garantizar estos derechos y velar porque estas conquistas no sean socavadas. Las instituciones deben procurar el cumplimiento de los convenios y tratados internacionales en la materia, pero no deben arrogarse la autonomía de tan noble conmemoración. El día Internacional de la Mujer debe ser devuelto a las organizaciones sociales.
Finalmente, me dirijo a la sociedad civil y a las diferentes organizaciones sindicales, para que en honor de aquellas mujeres que nos han antecedido, sigamos luchando por una Costa Rica más justa e inclusiva.