Guatemala, 13 de Octubre del 2006
“Cuando alguno pretenda tu gloria manchar
verás a tu pueblo, valiente y viril,
la tosca herramienta en arma trocar”
Segmento del Himno Nacional de Costa Rica
Bien sabido es que la Paz, tanto en la teoría como en su práctica, significa mucho más que la mera ausencia de la guerra. No hay paz sin pan, suele afirmarse con acierto. En consecuencia, todas aquellas políticas públicas que hoy apuntan hacia el desarrollo y consolidación del modelo neoliberal, por las múltiples formas en que atentan contra los derechos superiores de los pueblos, se constituyen, en sí mismas, en severas amenazas contra la Paz.
Infortunadamente Centroamérica, tierra rica en sus enormes contrastes, en este campo le aporta hoy al mundo un nuevo contrasentido, un absurdo sobre el que vale la pena detenerse a reflexionar y sobre el cual, además, habrá que actuar decididamente, como región, a una sola voz: Oscar Arias, quien recibiera una vez un Premio Nóbel de la Paz y ocupa ahora la primera magistratura en Costa Rica, ha devenido hoy en uno de los principales abanderados del neoliberalismo en la región.
Esto implica, ni más ni menos, que este mandatario se ha convertido en propulsor de medidas cuyos contenidos violentan flagrantemente el espíritu de la paz.
Es decir, estamos en presencia de un Premio Nóbel de la Paz quien ha adoptado, como misión, el atentar una y otra vez contra su propio galardón. Quizás él, que se define a sí mismo como amante de la paz, ha hecho suya aquella expresión que afirma que “porque te quiero, te aporreo”.
Costa Rica ha sido, gracias entre otras cosas a la entereza mostrada por su pueblo en defensa de sus propias conquistas, un país que ha seguido un rumbo de desarrollo particular. Allá los “ticos” y las_ “ticas”_ no han cedido su soberanía y, en consecuencia, no han privatizado la energía eléctrica, la telefonía, los seguros, entre otras instituciones que siguen siendo patrimonio del pueblo. Y no han querido, tampoco, aprobar el oprobioso Tratado de Libre Comercio.
Ese pueblo hermano ha decidido tomarse la voz y hacer valer sus criterios por encima de la voluntad imperial que los conmina a rendirse. No claudican, sino que siguen en pie de lucha, aferrados fieramente a lo que consideran justo y ético. Se niegan tercamente, en un ejemplo de dignidad e hidalguía, a plegar sus banderas y aceptar las imposiciones que provienen del Norte.
Pero no es todo el pueblo el que actúa de esa manera, aunque sí lo es en su inmensa mayoría. Existe una pequeña pero poderosa rosca de traidores a su propio pueblo, encabezada por el principal enemigo de la paz, Oscar Arias, que insiste en aprobar el TLC y en someter sumisamente su país ante las voluntades del Imperio.
A esos vendepatrias, igualitos que los que hay en Guatemala, El Salvador,
Honduras y Nicaragua, les importan un comino los derechos de sus respectivos pueblos y no les tiembla el pulso para entregar ante la voracidad y la codicia desmedida de las transnacionales, atadas de pies y manos, a varias generaciones de sus compatriotas.
Allá, el traidor se llama Oscar Arias. Aquí, Oscar Berger. Pero son ambos coyotes de la misma loma. Los dos Oscares se cobijan con la misma chamarra, comen en el mismo plato, se sirven con la misma cuchara. Son lo mismo, buscan los mismos propósitos, sirven a idénticos amos.
Aquí, Oscar Berger insulta a las mismísimas Naciones Unidas, poniendo en boca de su Secretario General palabras que nunca fueron dichas. Allá, el otro Oscar, el Arias, insulta al propio Premio Nóbel de la Paz, dándole impulso al TLC y a otras políticas neoliberales y privatizantes, lo cual se convierte, al final, en una cachetada en el rostro de cada una de las personas que cometieron el error de otorgarle ese a todas luces inmerecido galardón.
Invitamos al Oscar de aquí a que renuncie a sus aspiraciones políticas y asuma que pasará a la historia con más pena que gloria. E invitamos al Oscar de allá a que devuelva formalmente ese Premio que hoy insiste en enlodar con sus hechos y palabras.
Los dos Oscares deben de saber, sin que les quepa el menor género de dudas, que en los dos países existe un pueblo que sí conoce el significado de la palabra dignidad. Dos pueblos que saben ejercer resistencia ante lo que es injusto. Que saben que un mundo mejor es posible y están dispuestos a construirlo.
Por ello, las organizaciones que somos parte de la Plataforma Sindical Común Centroamericana, PSCC, respaldamos el llamado a un Paro Nacional que han formulado las organizaciones populares costarricenses y que tendrá lugar los próximos 23 y 24 de Octubre. Sepan, hermanos y hermanas costarricenses, que su lucha también es nuestra. Desde aquí, veremos qué conviene hacer para hacer efectivo ese respaldo, y lo haremos.
¡La Lucha Sigue!
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