Mientras el gobierno permite y estimula la importación masiva de papas y de cebollas de mala calidad con aranceles ridículos, los campesinos costarricenses sin ningún apoyo público se ven obligados a destruir sus cosechas, o entregarse a inescrupulosos intermediarios que pagan, por ejemplo, al productor nacional de papa 650 colones por kilo, que el consumidor debe comprar a precios a veces superior a los 2 mil colones.
Lamentablemente el gobierno y algunos dirigentes de la Corporación Hortícola Nacional, mintieron a los agricultores cuando les aseguraron que la producción nacional de papa y de cebolla estaba garantizada; se lo dijeron cuando se firmó el TLC con Canadá, y se lo repitieron hasta la saciedad en el trámite del TLC con los Estados Unidos. Sin embargo, la realidad es hoy dramática y desesperante para decenas de miles de familias costarricenses.
Cuando el gobierno necesitaba el voto de esas familias para aprobar el TLC, mimaba a los dirigentes de la Corporación Hortícola, entregándoles cientos de millones de colones y convirtiéndoles en estrellas mediáticas. Ahora, aprobado el TLC, el gobierno se olvida de los compromisos contraídos, y según denuncia la misma Corporación Hortícola, ni siquiera se digna a responder a la angustia de las familias campesinas.
Habrá tiempo para exigir a cada cual sus responsabilidades, y para restaurar la verdad necesaria sobre el proceso traumático del TLC. Lo que urge ahora es la solidaridad con los paperos y cebolleros costarricenses que se niegan a morir. Con el hambre del pueblo no se juega. El gobierno debe saber que estos agricultores no están solos y que es imperiosa una intervención pública para frenar las importaciones salvajes, y para establecer verdaderas políticas de seguridad alimentaria.
* Diputado Partido Frente Amplio
Fuente: La Prensa Libre
Lunes 18 de Mayo de 2009