Por: Marco Tulio Picado y Rodrigo Herrera
Consideramos impostergable una respuesta a las afirmaciones hechas por el actual Ministro de Turismo, Lic. Carlos Ricardo Benavides, en entrevista publicada por el Diario Extra el día viernes 17 de agosto de 2007, en la que el señor Benavides hace valoraciones y especulaciones completamente fuera de la lógica histórica del desarrollo turístico de nuestro país y que más bien obedecen a la campaña de terror planificada por Kevin Casas y Fernando Sánchez.
Según el señor Benavides, si el pueblo ejerce el derecho democrático de no aprobar el TLC en el referéndum es razón suficiente para provocar el enfado de los norteamericanos contra nuestro país y, por ende, la consecuente actitud vengativa del pueblo norteamericano de no venir a Costa Rica. Los estadounidenses verían, según sus palabras, una “extravagancia y un rechazo a su forma de ser” en un “un lugar excéntrico en el mundo que le da la espalda a su principal aliado comercial”. Es decir, si por decisión soberana nos salimos de la línea política neoliberal de Norteamérica, estamos condenados a perder el turismo de Estados Unidos, es decir, nos harían una especie de bloqueo turístico.
¿Habrá dimensionado el señor Ministro el alcance de semejante falacia? ¿Qué cree que somos los costarricenses, o qué creé que son los norteamericanos?
Todos sabemos que Costa Rica muchas veces se ha salido del saco político de los Estados Unidos de América, cayéndoles muy mal a importantes políticos conservadores de esa nación, pero no por eso han dejado de venir a nuestro bello país los norteamericanos. Recordemos nuestra celebración, todos los años, de la epopeya más gloriosa para nuestro país, que significó la primera gran derrota militar de los norteamericanos en América Latina, como fue la guerra contra los Filibusteros. ¿Se han ido las empresas, los turistas o el embajador gringo por que celebramos su derrota?
Igualmente podemos mencionar la abolición del ejército, esa institución represiva auspiciada por los Estados Unidos y los gobiernos oligarcas de América Latina para sojuzgar a sus pueblos y que José Figueres visionariamente erradicó de nuestra querida patria hace más de medio siglo. Esto también debe haber molestado a la derecha norteamericana y debemos haber parecido en aquel entonces “un lugar excéntrico en el mundo”, como dice don Ricardo, pero ¿acaso eso provocó la huida desaforada de los señores del norte?
Otra muestra de soberanía fue el distanciamiento de nuestros gobiernos respecto de las oligarquías militares de Centroamérica y de la guerra auspiciada por Estados Unidos contra Nicaragua; eso también molestó mucho a la derecha estadounidense y fue usado para desprestigiarnos ante el pueblo gringo, haciéndolo parecer como una “extravagancia y un rechazo a su forma de ser” americana. Pero esto, más bien, incrementó el turismo.
Lo cierto es que por ninguna de estas razones, que reflejan decisiones de un pueblo soberano y pacífico, jamás se vio afectado ni se afectará lo que las estadísticas señalan como el factor más importante que motiva la llegada del turismo estadounidense a Costa Rica, a saber : el trato de su educado pueblo hacia el extranjero y las condiciones sociales y ambientales que aquí existen hasta hoy a pesar de los embates de la corrupción.
Don Ricardo, sacando de la nada argumentos de miedo, nos dice que la operación de líneas aéreas depende en alto porcentaje del turismo de negocios; es decir, depende de los ejecutivos que viajan en avión. Por lo tanto, si los negocios del TLC no son aprobados, esos viajeros de negocios no se montarán en los aviones hacia Costa Rica, y, por ende, las compañías quebrarán y se retirarán de Costa Rica.
Lo tendencioso de esa afirmación es que don Ricardo no señala que los datos que utiliza son estadísticas del turismo de negocios en un nivel de mercado mundial, pero que el significado del turismo de negocios para Costa Rica nunca ha superado el 5%, y nunca ha provocado la salida de ninguna aerolínea por esa razón. La salida de esas empresas se ha dado por incapacidad de negociación, por negligencias administrativas o por incapacidades para el desarrollo aeroportuario.
Por lo tanto, es falso e improbable que por la no aprobación del TLC, las líneas aéreas huyan de nuestro bello paraíso. Es un cuento chino.
En otra falacia de terror confeccionada por el señor Benavides, afirma que los inversionistas extranjeros consideran la aprobación del TLC como un paso esencial para concretar un modelo de economía que les garantice seguridad en su negocio; por esta razón, están “cautelosos a lo que pueda pasar en el referéndum”. De lo anterior deduce que si no se aprueba el TLC, todos los inversionistas turísticos se irían del país. Aquí don Carlos Ricardo realmente “la vuela”, como decimos los ticos.
Nada más falso, pues este país se cotiza turísticamente a nivel internacional como ninguno otro y se han disparado los precios de la tierra de forma aceleradísima por el apetito con que los extranjeros, especialmente gringos, compran terrenos para venirse a vivir y la avidez con que los zopilotes de la tierra se los venden.
Precisamente, somos el país con mayor inversión turística, o relacionada con el turismo, en los últimos 20 años en casi toda Latinoamérica. A diferencia del resto de países privatizados de nuestra América Latina, Costa Rica todavía conserva condiciones de producción alimentaria, atención de salud, telefonía de todo tipo, alcance de la red eléctrica y de cobertura de la red de agua potable, que resultan esenciales y determinantes para el éxito de cualquier inversión. La no privatización de esos servicios ha permitido realizar inversiones turísticas en todos los rincones de nuestro país, y, los más importante de todo, que muchos miles de pequeñas empresas costarricenses puedan desarrollarse y sobrevivir ofreciendo turismo comunitario y turismo rural en las más diversas localidades de nuestra querida patria.
Si hay alguna amenaza real contra nuestro turismo, es precisamente el régimen de privatizaciones que involucra el Tratado de Libre Comercio. La actual capacidad de las Instituciones para desarrollar obras o brindar servicios de gran beneficio para comunidades rurales o marginales, en lugares que no brindan una rentabilidad inmediata, desaparecería si se aprueba el TLC, y ocuparía su lugar el interés puramente mercantilista de la empresa privada. Por lo tanto, la posibilidad real con que hoy cuentan los micro, pequeños y medianos empresarios de desarrollar su iniciativa empresarial, a pesar del abandono y boicot por parte de los jerarcas de turno en los gobiernos, se vería negativamente afectada, como ocurre actualmente en México y en el resto de Centroamérica, que “gozan” del TLC con los Estados Unidos.
Para coronar su esquema de invenciones, don Carlos Ricardo argumenta que el TLC no afectará nuestra materia laboral y que más bien la reforzará. Esta falacia, cacareada reiteradamente por políticos y empresarios Pro TLC, se ha venido derrumbando por sí sola con la experiencia reciente de Centroamérica. En la actualidad Costa Rica goza de elementales derechos laborales, que son el referente legal de una gran masa de trabajadores de hoteles, restaurantes y otros servicios turísticos y que, a pesar de las prácticas laborales desleales de algunos patronos, han permitido que el sector laboral turístico sea de los más grandes de nuestro país. Es claro y definitivo, por la experiencia de otros países en materia laboral turística, como es el caso de México, y por lo que dispone el texto del tratado, que el TLC provocará la reducción al mínimo de las condiciones laborales que tanto ha costado a nuestro pueblo conquistar.
Pero la amenaza por pérdida de derechos y puestos de trabajo no se limita a las empresas grandes o medianas. Un ejemplo de lo que puede pasar con la pequeña empresa (que constituye el 80% de todas las empresas turísticas de nuestro país) son las actuales consecuencias de la apertura generada por el tratado de Libre comercio con México, que abrió portillos para la llegada descontrolada a nuestro país de cadenas transnacionales de hoteles que compiten de manera desleal con la pequeña empresa nacional, así como de cadenas de transporte turístico que han provocado la quiebra de numerosas microempresas familiares que procuraban parte de su sustento vendiendo a los visitantes sus servicios de transporte y guía turística en microbús.
¿Si esto le ocurrió al turismo con la aplicación del TLC con México, qué no pasará con el TLC con USA, que promueve grados de apertura inmensamente mayores?
Es claro, pues, que para el turismo es mortal aprobar el TLC.