El pasado sábado 24 de agosto, se celebró el día nacional de los Parques Nacionales en el país y para nadie es un secreto de los múltiples beneficios intangibles y tangibles que recibimos de estas áreas silvestres; hoy convertidos en once Áreas de Conservación que se distribuyen a todo lo ancho y largo de este país. Hemos creído en la protección y conservación de los recursos naturales y marinos existentes dentro de los parques protegidos. De ahí las muestras de sensibilidad ambiental del costarricense del cual tenemos manifestaciones de aportar un granito de arena cuando se ha pedido su colaboración: quema de la Casona, en Santa Rosa, el pueblo no dudó en apoyo para la reconstrucción; recientemente se hizo la campaña para crear el primer sendero natural para discapacitados en Carara, o para recolectar para el Parque Palo Verde, todo con fines benéficos para la mantención económica que tanto requieren. Imposible, dudar de la cantidad de especies en flora y fauna que se protegen en su estado natural; representando un 5% de la biodiversidad mundial; generando cada año divisas con el ingreso de turistas extranjeros que vienen al país ecológico que depende de la actividad que llamamos ecoturismo o turismo naturalista.
Sin embargo los parques nacionales no son sostenibles en el tiempo, porque no cumplen dentro de la teoría de la sostenibilidad los elementos esenciales: lo económico, lo social y lo ambiental. Existen grandes esfuerzos en el ámbito social: comunidades inmersas en las áreas silvestres participando en la toma de decisiones desde los Consejos de Áreas, centros educativos bioalfabetizándose, grupos de guías locales beneficiándose del guiado a visitantes. En lo ambiental se gestiona la conservación y protección de la biodiversidad, entre diversas actividades más. Pero lo económico ¿qué se hace? ¿Se cumple realmente con la parte financiera para esa sostenibilidad que añoramos? ¿Por qué no se ha dado aún ese equilibrio ambiental?
Hace medio siglo que este país se propuso apostar en la conservación de las áreas silvestres; pero las condiciones económicas de autogestión han sido un problema para el Estado costarricense. A pesar de manifestar al mundo de parte de nuestros políticos de lo orgulloso que se sienten de nuestro sistema de protección, en el fondo y en el tiempo no la realidad es otra; ya que en materia de inversión económica no ha existido un presupuesto real para el mantenimiento de la infraestructura de todos los “Sitios Naturales”. Resalta la falta de voluntad política, coordinación entre el MINAE y otras instituciones como el ICT, que promocionan este país verde, ni hay una inversión planificada en el tiempo que permita una verdadera sostenibilidad ambiental.
Por año se necesitan 40 mil millones de colones para invertir en el mejoramiento de todo el sistema de conservación, pero el MINAE y el SINAC responsables del ambiente sólo disponen de unos 10 millones de colones; de los cuales no alcanzan ni para el arranque.
Este 2013, año “pre electorero” se habla de nombrar nuevos funcionarios capacitados, mayor inversión para retribuirlos y hasta existe un proyecto en la Asamblea Legislativa, que busca dotar de nuevos fondos y frescos para el sostenimiento de los parques nacionales a través de dineros que el ICT. Pero todo esto está por verse ya que son años de promesas y los compromisos ambientales no se cumplen por parte de las autoridades del Estado.
Al contrario, cada día las áreas están siendo amenazadas no solo por las actividades humanas diarias (cacería, tala ilegal, incendios forestales, sobreexplotación y extracción de especies de los ecosistemas), sino que ahora la misma amenaza viene de los políticos y funcionarios que toman las decisiones y no cumplen con sus responsabilidades y obligaciones porque están inventando “proyecticos de ley” para destruir lo que tanto ha costado al país, con intereses muy alejados de la colectividad.
Se debe actuar con seriedad y efectividad, con la carencia económica que financie la seguridad y estabilidad de nuestro sistema de ASP, y con la búsqueda del desarrollo sostenible que permite la garantía de satisfacer las necesidades de las actuales pero sin comprometer las posibilidades de las futuras generaciones para atender sus propias necesidades. Estamos en deuda porque no se ha llegado a cumplir con el equilibrio ambiental tan ansiado.