Pareciera que el “trumpetismo” no solamente puede durar bastante como tendencia de un nuevo gerenciamiento político-planetario del rumbo que estaría tomando la globalización neoliberal de ahora en adelante, sino que los payasos de la política, esos que la han desprestigiado, están listos para imitar, copiar y adaptar los más bajos instintos de los contenidos “trumpéticos” a sus cálculos electorales de corto plazo en países como los nuestros.
Debemos tomar nota para el caso costarricense que el bufón de la eterna candidatura presidencial ya nos hizo el anuncio de que, para su nueva intentona electorera del 2018, la xenofobia antiinmigrante, el nacionalismo chovinista, la misoginia (elementos notables del contenido “trumpético”), van a ser elementos fundamentales de propaganda de su campaña.
El “trumpetismo”, el que está emergiendo en la Unión Europea (UE) y el que podría estar apareciendo por estos lados latinoamericanos (como el caso tico en perspectiva), representa la más calificada catástrofe ideológica del proceso de la globalización neoliberal, así como la más patética muestra del deterioro ético-moral de la política que la ha venido sustentando, al punto de que el ya casi expresidente gringo Obama la cuestionó durante su reciente visita a Grecia.
En la cuna donde se originó la democracia y en el país europeo más castigado y más catastrofiado por esa globalización neoliberal, Obama indicó que “…el camino mundial de la globalización demanda una corrección de rumbo para atenuar sus consecuencias negativas, y que la democracia es imperfecta”.
¿Habrase visto antes semejante muestra de cinismo político por parte de un político gringo? ¡Por supuesto que sí, que hay muchas! Lo que sucede es que el surgimiento del “trumpetismo” los ha golpeado tanto que su tendencia antisistémica les lleva ahora a decir que “la globalización demanda una corrección de rumbo para atenuar sus consecuencias negativas”.
Pero es el papa Francisco quien ya lo ha venido señalando magistralmente, a la luz del pensamiento de Cristo Jesús, del humanismo cristiano, de la doctrina social de la Iglesia Católica.
Esa globalización que ahora el ya casi expresidente estadounidense Obama dice debe “corregir su rumbo”, es porque ya se convirtió en un “sistema atrofiado” que a juicio del papa Francisco “…puede ofrecer ciertos implantes cosméticos que no son verdadero desarrollo económico: crecimiento económico, avances técnicos, mayor ‘eficiencia’ para producir cosas que se compran, se usan y se tiran englobándonos a todos en una vertiginosa dinámica del descarte… pero este mundo no permite el desarrollo del ser humano en su integralidad, el desarrollo que no se reduce al consumo, que no se reduce al bienestar de unos pocos, que no incluye a todos los pueblos y personas en la plenitud de su dignidad, disfrutando fraternamente de la maravilla de la Creación”.
Si el “trumpetismo” representa el estiércol del sistema de la política tradicional que ha venido gestionando la implantación de una globalización neoliberal que “demanda una corrección de rumbo para atenuar sus consecuencias negativas”, a juicio de Mr. Obama; tal “corrección” resultaría engañosa y tramposa dado que, como nos lo dice el papa Francisco, “…mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es la raíz de los males sociales”.
Si al triunfo del “trumpetismo” se le quiere dar una connotación de victoria de la antipolítica (es decir, del voto enojado, del voto de la ira, del voto violentado por tanta estafa política, del voto revanchista por el engaño politiquero tradicional, del voto del miedo, del voto de la exclusión, del voto del desempleo, etc.) es porque tiene que ver con el problema y el desafío de la relación entre pueblo y democracia.
Al respecto el papa Francisco lo diagnostica así: “Una relación que debería ser natural y fluida pero que corre el peligro de desdibujarse hasta ser irreconocible. La brecha entre los pueblos y nuestras formas actuales de democracia se agranda cada vez más como consecuencia del enorme poder de los grupos económicos y mediáticos que parecieran dominarlas”.
Este estado de cosas hace concluir al papa Francisco lo siguiente: “El futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los pueblos, en su capacidad de organizarse y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio”.
Dice el papa Francisco que “…, las organizaciones de los excluidos y tantas organizaciones de otros sectores de la sociedad, están llamados a revitalizar, a refundar las democracias que pasan por una verdadera crisis”. Definitivamente tenemos que escribir una tercera parte (y hasta una cuarta).