En ANEP siempre hemos sostenido la tesis de que los miles y miles de personas usuarias del transporte público modalidad autobús, están totalmente indefensas ante el poder del alto corporativismo empresarial autobusero.
La destitución del hasta hace unas horas del señor Viceministro de Obras Públicas y Transportes, Sebastián Urbina Cañas, nos lo confirma de manera contundente. Este gran poder autobusero llegó hasta el despacho presidencial.
¡Confirmadísimo! Le torcieron el brazo al Presidente de la República, don Luis Guillermo Solís Rivera y, una vez, será la clase trabajadora usuaria de los servicios de autobús, la gran perdedora.
El jerarca destituido se va con honor. Se le paró en firme a ese alto gran corporativismo empresarial autobusero y eso le costó la cabeza. Pero, por el contrario, la percepción que nos queda es que sale con la frente en alto pues, al parecer, priorizó en el usuario y no en el bolsillo, muy abultado ya por cierto, de ese gran empresariado busero.
El poder de éstos queda incrementado con esa destitución. Si tienen una enorme influencia en el Consejo de Transporte Público (CPT), donde el usuario de los servicios de autobús no es considerado para nada y son ellos, los autobuseros, los que lo controlan; si en la propia Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (ARESEP), siempre han encontrado “aliados” en materia tarifaria y en complicidad tácita con el juego lucrativo de las marcas y las tarifas infladas; pues ahora, está claro que en el propio despacho presidencial su influencia es más que contundente; amén de que a sus propios choferes de autobús les violentan seriamente sus derechos y les impiden el ejercicio constitucional de la Libertad Sindical. ¿Quién los parará?…