Primero la gente

En sus primeras páginas se señala que “los progresos tecnológicos del planeta han sido excepcionales en el último siglo. Tenemos hoy la capacidad para alimentar al doble de la población mundial. Sin embargo, más de 800 millones de personas padecen hambre. También hay reservas de agua para todos y más. Aun así, 1.200 millones no tienen acceso a agua limpia y casi 2 millones mueren anualmente por falta de ella. Falta de plata, no es”.

El libro es una reflexión profunda sobre algunos de los problemas del mundo globalizado y un notable esfuerzo por recuperar la relación perdida, en opinión de los autores, entre ética y economía. Si estas dos dimensiones se rearticulan, pueden surgir caminos alternativos que signifiquen mejoras en la vida de las personas frente a los altos niveles de exclusión social.

Durante su visita, Kliksberg ha dicho cosas que no oímos con suficiente frecuencia por estos barrios; y ha puesto la actual crisis en un contexto ético que se demuestra inexistente en el prevaleciente sistema de mercado.

En su intervención en Desayunos de Radio Universidad el jueves 12 de febrero (Podcast – http://www.radiouniversidad.ucr.ac.cr/static/index.htm), manifestó que la recesión que vivimos no encuentra explicación en los textos de la economía tradicional; y que el fundamentalismo de mercado ha muerto definitivamente como paradigma para explicar la realidad y para actuar sobre ella. Sin embargo, no ha muerto desde el punto de vista de los poderosos intereses que lo defienden.

Para Kliksberg, entre las causas centrales de la crisis se halla, en primer lugar, la desregulación salvaje de los mercados. La política pública dejó de proteger los intereses colectivos, desde el descenso del control en las patentes de medicamentos hasta desregular totalmente el mercado financiero en Wall Street.

Segundo, se creó una situación de incentivos perversos, donde los actores principales de la economía podían hacer lo que quisieran, ya que no había nadie que los normara ni controlara. La codicia estuvo muy presente en esto, pero sola no lo explica: es una combinación de desregulación, codicia e impunidad.

En tercer lugar, estuvo la conducta de los altos ejecutivos de muchas de las grandes entidades del mundo corporativo norteamericano, que llevaron a sus compañías a situaciones de alto riesgo porque sus bonos y beneficios personales estaban vinculados a los ingresos de corto plazo de las empresas.

La cuarta causal fue netamente ideológica. La legitimación de la desregulación a ultranza desde el fundamentalismo de mercado, tal y como lo ha reconocido Alan Greenspan, que por muchos años presidió el Banco de Reserva Federal y ahora manifiesta que creía que en el sistema de libre mercado las empresas iban a defender los intereses de sus inversores y accionistas, pero eso no ocurrió.

“Todos estos elementos llevaron a que el mundo esté viviendo la mayor crisis económica de los últimos 80 años. Los vacíos éticos en las políticas públicas, en la conducta de actores centrales del mercado y la ceguera ideológica causaron lo que causaron”, afirmó Kliksberg.

Se recomienda la lectura de este libro, especialmente a autoridades de gobierno y creyentes devotos de la no intervención del Estado en la economía.

17/02/2009

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