Cartago, 01 de julio de 2006
Estimadísimos hermanos Obispos:
¡Nobleza, fraternidad y amistad obligan! Esta es una de las poderosas razones que me impelen a enviar la presente. Los fines son eminentemente claros: Reconocimiento, gratitud y admiración debidas a ustedes, celosos y dignos pastores de la Grey Costarricense, que con toda nobleza, altura y dignidad, siempre tan características de esa Conferencia, razonan y actúan en defensa de los más altos intereses de la ciudadanía costarricense.
La carta en mención pone en evidencia, sin que ustedes explícitamente lo refieran, el desacato cometido por nuestra Cancillería Costarricense contra tan alta entidad, la del Vaticano y con tan eminentes personajes como sucede en este penoso caso. ¡Cuánto es de lamentar!
Además, no se trata de cerrar la mente y endurecer el corazón, tal como ha querido juzgarse de parte de quienes están tan empeñados de hacer pasar a troche y moche un Tratado de tal envergadura.
Se trata, bien lo entendemos, sobre todo de dialogar, de poner sobre el tapete los intereses de la Nación entera, de los que jamás son ajenos a esa Conferencia que ustedes integran. Eso nuestro pueblo bien lo sabe y así lo interpreta.
Gracias al Señor nos conocemos bien y así lo comprendemos, que la nación del Norte con su política de “Buena Voluntad” se propone en toda forma, darnos con el Tratado en mención un severo golpe con ese su característico “big stick” tan propio del Tío Sam.
Por fortuna, igualmente, nuestras comunidades, a las que parece han tenido adormiladas con el football y tan diversos estupefacientes, van finalmente despertando y dando señales positivas de vida. A nadie corresponde mejor que a nosotros, sus Pastores, ayudarlas en tan noble intento.
Dios, Dueño y Señor de la historia, con su Presencia, Potencia y Providencia inalterables y el pueblo suyo, que peregrina en Nuestra Patria, reitero, les agradecen las limpias páginas que en el presente están escribiendo en el acontecer nacional.
Les escribe, con el corazón, más que con sus manos, este hermano y amigo sincero en el Señor.
Suyo adictísimo
Monseñor Ignacio Trejos Picado
Obispo Emérito
San Isidro de El General.