Salarios, solidarismo y sindicalismo

Gracias a las convicciones democráticas del Diario Extra, en el campo del respeto a la Libre Expresión, ANEP publica, semanalmente, en días miércoles, esta columna.

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Este asunto se “cocina” en una instancia que se llama el Consejo Nacional de Salarios (CNS), adscrita al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS). En el CNS los representantes empresariales y los del gobierno (al final de cuentas, los mismos), hacen una alianza y votan juntos, contra la propuesta que presentan los sindicatos (algo que es puramente testimonial, por cierto).

Que sepamos, nunca se conoce en el CNS una propuesta salarial presentada por el solidarismo. Esta es la clave: el solidarismo no puede formular propuestas salariales porque ello, aparte de ilegal según nuestras leyes, lo enfrentaría con los propios patronos, los empresarios, quienes, a final de cuentas, controlan el movimiento solidarista.

La corriente sindical a la cual pertenecemos no está en contra del Movimiento Solidarista. Éste tiene su propia legislación. Igualmente, el Movimiento Sindical tiene la suya; y, también, el Movimiento Cooperativo tiene su correspondiente marco legal. En una sociedad verdaderamente democrática, estas tres formas de organización social a las cuales debe tener acceso la clase trabajadora, deben existir a plenitud.

Sin embargo, es el Movimiento Sindical el que sufre las más odiosas discriminaciones, empezando por la real prohibición de formar sindicatos en las empresas privadas, en las cuales, la palabra “sindicato” es sinónimo de despido.

Precisamente, por las posibilidades que tiene el Movimiento Sindical de actuar con independencia frente a los patronos, frente al Estado y frente a los partidos políticos, es que se le ataca con virulencia; se le invisibiliza, muchas veces, en los “grandes” medios de comunicación colectiva, aunque se le ataca desde éstos, despiadadamente, por parte del sicariato intelectualoide de escribanos y amanuenses, mercenarios todos de la palabra, caracterizados por sus desviaciones antidemocráticas y totalitaristas.

El potencial de fuerza de la clase trabajadora organizada en sindicatos libres e independientes, es un riesgo político que la clase en el poder (con sus diversos partidos), no está dispuesta a correr. Por eso, incluso, prefieren la condena moral (a darse el próximo año y que la caerá al nuevo gobierno), de una entidad como la Organización Internacional del Trabajo (OIT), antes que aprobar (honrando la palabra comprometida por el país con la misma), el proyecto de ley sobre Libertades Sindicales (expediente legislativo 13.475); y aunque para evitar su aprobación deban incurrir en el filibusterismo parlamentario que tanto han criticado.

El reajuste salarial venidero para el sector Privado, será más que miserable. Ustedes lo verán. Por el contrario, es el Movimiento Sindical (no el Solidarista), el que ha propuesto (con otros sectores sociales), una nueva política salarial en tiempos de “crisis”. En el marco de las “Diez medidas para enfrentar la crisis económico con inclusión social y productiva”, propusimos toda una política de recuperación del poder adquisitivo del salario para que éste sea creciente de manera progresiva.
Se explica usted, entonces, porqué es que el gremio empresarial más “selecto” del país (para decirlo con elegancia), la UCCAEP, se opone al proyecto 13.475, de Libertades Sindicales. Pues muy sencillo, el Movimiento Sindical piensa, propone, debate, formula planteamientos; es decir, es independiente del patrono y esto es peligrosísimo: que la clase trabajadora asalariada piense por sí misma. Esto es a los ojos de los que acumulan plata y la acumulan aceleradamente, sencillamente “subverviso”.

Por eso hay que aniquilar al Movimiento Sindical y por eso hay que impedirle que asuma su rol de espacio organizativo natural de las personas asalariadas: el sindicato. La democracia de “los de arriba”, “su” democracia, no da para tanto. Hoy más que nunca se impone un cambio estructural en la forma de fijación de salarios para la clase trabajadora, pero parece que ese cambio tiene que ser también del sistema que nos empobrece, que nos excluye, que concentra la riqueza de pocos basada en la pobreza salarial de muchos.

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