Se «quemó» La Nación S.A.

Flora Fernández
Costa Rica Solidaria
cr-solidaria@costarricense.cr

La protesta nacional de hoy 25 de julio, contra la tiranía mediática encabezada por La Nación, es un acto que pretende denunciar la forma en que han venido manipulando la información, evadiendo el debate y la discusión amplia que merece un asunto tan serio como es el Tratado de Libre Comercio.

Es una protesta pacífica pero firme. Es una protesta contra la intolerancia y la limitación a la libertad de expresión. Es una protesta que pretende se abran espacios al debate. La participación de los jóvenes en diversas partes del país, representa un reverdecer de luchas patrióticas del pasado, donde fueron ellos quienes detuvieron proyectos tan nocivos como el de Walker, Alcoa o el Combo. Representa un reverdecer que llena de entusiasmo y debe alegrarnos que en la lucha contra el TLC tantísimos jóvenes se hayan involucrado y salieran de la indiferencia para involucrarse en la lucha. En Chile y Francia lograron detener barbaridades, aquí también lo harán en su momento.

Es mejor que hoy quememos unas hojas del periódico La Nación en forma simbólica, a permitir que el pensamiento de columnistas como Julio Rodríguez y Jaime Gutiérrez Góngora sigan provocando y nos lleven a una confrontación sangrienta. (Ver abajo columna de uno de ellos: Para salvar al país de los ticos y cualquier columna “En vela”)

Gandhi en la India quemó unos “pases” (documentos que los ingleses obligaban a los Indios a portar) como una forma de rebelión a lo que consideraba absurdo. Juan Santamaría, a instancias de don Juanito, quemó el mesón y así acabó con lo que habría sido una esclavitud duradera para Costa Rica

Hoy recogeremos muchos periódicos para la quema simbólica, pero sólo quemaremos unas hojas y los demás quedarán apilados para que los indigentes puedan recogerlos y llevarlos a reciclaje.

Hoy pediremos que se abra un debate nacional de ideas para que la Patria no vuelva a arder como en 1856. Hoy los que amamos la Patria y la soberanía haremos un llamado al debate, al diálogo a la discusión, que es precisamente lo que han eludido desde Oscar Arias hasta los que apoyan y negociaron el TLC con la complicidad de varios medios de comunicación.

Si callamos hoy, será para siempre.

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Para salvar al país de los ticos
Jaime Gutiérrez Góngora

Un complejo de inferioridad hace que el tico tenga terror a los desafíos y al cambio

Creo que fue don Óscar Barahona Streber quien primero hizo la distinción entre un costarricense y un tico. Esta diferencia no fue una simple ocurrencia porque tiene consecuencias prácticas. El tico es irresponsable, pretende lo mejor a cambio del menor esfuerzo, es egoísta y egocéntrico y tiene un complejo de inferioridad que le hace tenerle terror a los desafíos y al cambio, entre otras virtudes.

El costarricense, en cambio, es, en general, el reverso de esa medalla. Los ticos quieren aislar a Costa Rica del mundo en medio de un hito histórico nacional en el cual está en juego definir si el país va a ser rico o tercermundista para siempre, mendigando en la escena internacional.

Algunos líderes sindicales son más que un estorbo para el desarrollo del país; son un gran peligro. Han adquirido un definitorio poder sobre la economía y pretenden gobernar y, de hecho, lo están haciendo. En la calle han logrado echar para atrás iniciativas de los poderes del estado para generar riqueza como Alcoa, el distrito financiero, el canal seco y el “combo”. Han tenido la osadía y la fuerza para negar a las autoridades electas el poder que les otorgó el voto popular.

Negación de la realidad. Hasta ahora, los costarricenses no han encontrado la forma de defenderse. No han buscado la fuerza en la unión de voluntades ni la forma de movilizar a la mayoría silenciosa para no tolerar el desmantelamiento de su centenaria democracia, para que no sea en las calles donde se gobierna. Cada uno, todavía, sigue viviendo su propia vida como esperando que alguien, y no ellos, solucione un problema que no ven amenazante en la negación de la realidad en que viven.

Pero esta batalla contra las fuerzas retrógradas tiene que ser ganada. La idea de que lo que existe es una batalla es algo que no ha calado en los costarricenses. Es un enfrentamiento no solo contra los métodos ilegales sindicalistas, sino también contra su usurpación del poder. Su resistencia a la incorporación de Costa Rica al mundo ha demostrado que no es amena a la moderación. No están dispuestos a un compromiso. Por lo tanto, tiene que haber un ganador y un perdedor.

El reto de los costarricenses es convencer a la mayoría silenciosa de que ya no hay más que hablar: se está a favor del TLC o no. No se va a lograr la salida de esta crisis en terceros que corran los riesgos para el beneficio de gente que no supo luchar. Los costarricenses tienen que dar la lucha: por sus propios intereses y los del país.

Pérdida de protagonismo. Creo que el Gobierno es poco lo que puede hacer si no cuenta con su apoyo. Hace décadas que la fuerza pública dejó de ser protagonista del destino de Costa Rica. Se ha confundido el imperativo de la fuerza con la guerra, y la paz con la rendición de valores.

Hay problemas, también, para movilizar voluntades. Las cámaras patronales tienen miedo. La era del “socialismo tropical” los dejó temerosos, inseguros de sí y de su misión. Se les hizo creer firmemente que ser empresarios, invertir y correr riesgos para lograr una ganancia es pecado. Y la verdad es que el único pecado de las ganancias es precisamente la ostentación, que es una afectación propia de mentecatos.

Urge vencer el miedo y la indiferencia y lanzarse a las calles para defender, sin complejos y con convicción, el futuro de Costa Rica. Un futuro en el que el crecimiento económico pueda financiar los beneficios sociales que se han ido perdiendo. La seguridad social, por ejemplo, se ha convertido en una irrelevancia y en un impuesto cruel con sus eternas colas. Hay que lograr lanzar a los costarricenses a las calles. Existe un imperativo primordial que es más que un derecho y es el deber biológico de la defensa. Si los ticos marchan hacia la Asamblea Legislativa por el oeste, los costarricenses marchan desde el este. Es al miedo a lo único que hay que temer. Para esto, hay que vencer los complejos y la complacencia, y prepararse para lanzarse a las calles para salvar a Costa Rica de los ticos.

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