Seré muy sincero. Ni una sola línea, ni una sola frase, ni un solo párrafo he leído sobre un programa de partido político alguno que esté participando en las elecciones nacionales, presidenciales y diputadiles, de febrero próximo.
Las apreciaciones siguientes, totalmente subjetivas (y que no involucran para nada a ninguna de las organizaciones involucradas en la corriente sindical nacional en la cual militamos), se basan en nuestra propia perspectiva de lucha social en aras de una Costa Rica más justa, más inclusiva y más solidaria; frase o concepto éste que hoy parece abaratarse, políticamente hablando, pero que tiene sólida actualidad pese a haberse adoptado para fines politiqueros, en algunos casos; y, en otros, con real sinceridad política.
Para empezar, no votaría por un candidato presidencial que, a la vez, se está candidateando para diputado. En realidad, lo que está pulseando es este último cargo y el otro es cosmetología política. Sabe que no tiene posibilidad alguna de ser Presidente de la República. Esto es, mínimamente, falta de seriedad. ¿O lo uno… o lo otro?
No votaría, si es que me decido a hacerlo, por ese candidato que, ofendiendo la inteligencia ciudadana, enarbole la falaz tesis de que el déficit fiscal se debe al empleo público. No le daría mi voto a ese candidato que responsabilice a mí y a mi familia, por ser yo persona trabajadora del Estado, de tener responsabilidad en haber generado tan grave problema nacional. Quien ponga en riesgo mi trabajo y/o mi empleo, no merece mi voto (si es que me decido a hacerlo).
No votaría por un candidato que invisibilice, niegue, esconda que tenemos un grave problema de salarios mínimos en un país cuya carestía de vida es de las más altas de la América Latina (si no la más cara); y, no podría votarle si no indica cuáles cambios, en tal sentido, promovería, aunque tenga que enfrentarse al alto corporativismo empresarial egoísta.
No votaría por ese candidato que le tenga miedo a los sectores más extremistas del capital neoliberal y sus latifundios mediáticos, desafiándoles abiertamente para plantear que hay que establecer la renta global, en toda su dimensión, ampliamente conceptuada y técnicamente implacable, como el primer mecanismo serio de transformación tributaria estructural en beneficio de las mayorías. Y, por supuesto, no es posible votar por quien abogue ponerle impuestos a los que ya, proporcionalmente pagan más, como las clases trabajadoras, diciendo que hay que subir la tasa del de ventas.
No votaría por un candidato que ni siquiera sepa qué es la Tasa Tobin; que ni siquiera considere que pueda ser una medida alternativa para atajar el crecimiento del déficit fiscal; y que ni siquiera diga en público que en un eventual gobierno suyo la va a considerar.
No votaría por un candidato presidencial que no esté dispuesto a enfrentarse a los reales poderes de la sociedad, como el del sector financiero-bancario, tomando medidas para controlar-regular el abusivo negocio de las tarjetas de crédito que tiene en altísimo endeudamiento a gran parte de la población del país, especialmente su mayoritario segmento, el trabajador.
No votaría por ese candidato que esté a favor de más apertura eléctrica y a favor del rompimiento del monopolio de refinación y distribución de combustibles; prefiero que en esto siga el Estado al frente, cambiando todo lo que haya que cambiar, pero con mi voto no contarán para enriquecer a los que ya de por sí están más que enriquecidos.
Además, la falsa libre competencia del falaz libre comercio ha quedado más que demostrada, si se analiza el poder del duopolio cementero, pese a todas las barbaridades, corruptelas y compadrazgos políticos evidenciados por el escándalo del cementazo.
No votaría por un candidato a la Presidencia que no enfrente (con bronca incluida) el desafío de salvar la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), liberándola del secuestro en que la tienen sumida poderosos grupos corporativos internos y externos, a fin de que quede limpiecita para el disfrute de las futuras generaciones.
No votaría por un candidato a la Presidencia que no esté dispuesto a reconocer que el agua debe conceptuarse como un Derecho Humano fundamental y que así debe incluirse en la Constitución Política.
No votaría por un candidato presidencial que no reconozca que el país está perdiendo la batalla de la seguridad ciudadana; y que, por tanto y, por ejemplo, no hable con claridad absoluta de que el país ocupa más servidores públicos en los diferentes cuerpos policiales, amén de mejorar sustancialmente sus condiciones sociolaborales, actualmente rayanas en la sobreexplotación obrera.
No votaría por un candidato presidencial que no puntualice, al menos tres, medidas concretísimas de ofrecer fuentes de empleo juvenil en el cortísimo plazo, a fin de que toda esa muchachada que está desempleada, que anda en grave riesgo social, que está frustrada porque se graduó y no encuentra trabajo acorde, sepa que con ese nuevo gobernante tiene posibilidad real de un trabajo decente tan rápido como urgente es necesario.
Seguro se pensará que merezco una cajita blanca por estos planteamientos. Y eso que se quedan muchos otros más por mencionar. En los días festivos que vienen (por cierto, que solamente festivos para los que tienen, pues para los que tienen muy poco o no tienen nada del todo, no lo son), trataremos de documentarnos para ver a quién le votamos… si es que votamos.
Albino Vargas Barrantes
Secretario General ANEP