Esa expresión autóctona, que se atribuye a don Antonio Pinto Soares, más conocido como Tata Pinto y a su esposa, doña María del Rosario Castro Ramírez, refiere a la forma como ellos respondían cuando le preguntaban por su hija Petronila, que padecía de frecuentes quebrantos de salud.
– ¿Cómo sigue, Petra, Tata Pinto? – Sigue con calentura, respondía con tristeza y un leve acento portugués el que fue capitán de barco, oficial de artillería y uno de los más efímeros presidentes de Costa Rica (gobernó un par de semanas en setiembre de 1842). Su mujer asentía con la cabeza y repetía en voz baja “si, pobrecilla Petra, sigue con calentura”
La frase, cuyo significado primigenio se asoció con la persistencia de algún malestar o dolencia, con el tiempo ha pasado a ser sinónimo de necedad y majadería cuando alguien insiste en algún asunto sin tomar en consideración las circunstancias y el entorno que contradicen de manera evidente sus afirmaciones o propuestas.
En el caso de la política económica hay algunos que, al igual que Petra, siguen con calentura. De la reciente crisis no han querido aprender ninguna lección y continúan repitiendo los mismos argumentos y promoviendo las mismas ideas que fueron las responsables de la debacle de los mercados financieros y el desplome de las bolsas de valores, llevando a la quiebra a miles de empresas y dejando sin empleo a millones de personas en todo el mundo.
Sin tomar en cuenta que nos encontramos en una coyuntura en la que apenas se vislumbra un tímido repunte de la economía real, que la inversión generadora de ocupación de recursos todavía no tiene el empuje necesario y que la demanda externa y el consumo local carecen del vigor requerido para alentar la producción, ya hay algunos que claman por la contención del déficit fiscal, aunque eso implique reducir la inversión pública; y hablan de aumentar las tasas de interés para no superar arbitrarias metas inflacionarias fijadas por el Banco Central.
Quienes siguen creyendo que la estabilidad de los precios y el equilibrio fiscal son más importantes que la producción y el empleo, y están dispuestos a sacrificar crecimiento y puestos de trabajo con el propósito de reducir unos pocos puntos la tasa inflacionaria, posiblemente no han valorado adecuadamente las consecuencias que una recesión tiene sobre la pobreza y el bienestar de las personas y las sociedades. Si la inflación es perjudicial el desempleo es peor.
De igual manera, aquellos que proponen en estos momentos reducir la inversión pública o elevar los impuestos para mitigar los desajustes en las cuentas fiscales, deberían tener en cuenta que han sido las fórmulas keynesianas de expansión del gasto las que, una vez más, han permitido reducir los costos asociados con la etapa recesiva del ciclo económico. Es por eso que hasta tanto no se consolide la recuperación será necesario mantener cierto desbalance en las finanzas del Estado.
Coincidimos con Paul Krugman, quien ha insistido en que no hay que socavar la recuperación económica para apaciguar a quienes piensan que el enemigo es la inflación y que urge combatir el déficit público. Cada cosa a su tiempo, porque la política económica debe diseñarse conforme a las circunstancias. A los que tengan calentura, como Petra, que les apliquen compresas heladas.
Martes 08 de Junio de 2010 12:29
Fuente: Diario Extra, Pagina Abierta