En la medida de lo posible hemos estado siguiéndole la pista a la serie de ofrecimientos y promesas de los candidatos presidenciales, especialmente las de los que han sido puestos en los “primeros” lugares de las encuestas y/o de las intenciones de voto de quienes parece que sí irían a votar.
Y cada vez que les escuchamos y/o leemos sus declaraciones, lo que se nos ocurre pensar es cómo harán para tener la plata suficiente y así realizar tanta cosa prometida.
Entonces llegamos a la conclusión de que para que el pueblo que elegirá a uno de ellos no se sienta, una vez más, estafado políticamente como ha venido sucediendo, el nuevo Presidente deberá arrollarse las mangas, amarrarse fuertemente los pantalones y rodearse de la gente más sana para entrarle durísimo a lo que nosotros consideramos como el reto más gigantesco de quien gane el 2 de febrero (si es que no hay segunda ronda), de su gestión: el problema del déficit fiscal y su solución de fondo, según nuestra visión: la Transformación Tributaria Estructural.
Para atacar semejante problema y propiciar una solución de fondo, ¡lo sentimos!, pero no podrán echar a la calle a los empleados públicos y a las empleadas públicas; ya no podrán recortar más gasto por la gran inflexibilidad del mismo dado que casi todo está dado por destinos específicos claramente señalados por ley; ya no podrán privatizar más porque hasta el candidato más notable de la derecha ahora dice que ya no es privatizador; entonces, ¿qué le queda al ganador? Nosotros pensamos que la única alternativa es esa Transformación Tributaria Estructural, como nos gusta llamarla, a fin de que en su gobierno tenga plata disponible para hacer, de verdad, algo de lo que está prometiendo.
Por eso debemos insistir en una seria y responsable propuesta formulada desde lo sindical-social para esta Transformación Tributaria Estructural; propuesta que mencionamos la semana pasada: “Hacia una reforma fiscal para el desarrollo y la reactivación del empleo”.
Si el nuevo Presidente, en verdad, va a gobernar para las mayorías y quiere reducir el principal mal nacional de estos momentos, el crecimiento de la desigualdad, entonces deberá, por ejemplo: 1) Identificar y analizar las modalidades más significativas del fraude fiscal, sus causas y sus efectos. 2) Evaluar las normas legales disponibles para la prevención y el castigo del fraude, así como identificar las omisiones y debilidades que restan efectividad a la lucha contra la evasión. Igualmente, con una especie de declaratoria de emergencia, debe procederse a una “revisión integral de las exoneraciones a los sectores económicos privilegiados en materia impositiva”, como lo mencionamos en el apartado quinto de nuestra propuesta “Hacia una reforma fiscal para el desarrollo y la reactivación del empleo”.
Los propios estudios del Ministerio de Hacienda indican que en el 2013, las exoneraciones fiscales superaron los ¡1,4 billones de colones!; es decir, un 5.77% del Producto Interno Bruto (PIB); cantidad muy parecida al porcentaje del déficit fiscal que tiene “aterrorizados” a los políticos y economistas que siguen a pie juntillas los postulados del dogma económico neoliberal.
Enfrentarse a este tipo de privilegios no es jugando. En este ámbito de las exoneraciones están varios de los grupos corporativos y empresariales más fuertes del país, muchos de los cuales financian campañas electorales.
Nosotros pensamos que esta es la primera prueba de fuego para medir el talante y la fortaleza del nuevo mandatario si éste quiere irse hacia el otro lado de la acera: la de la estratégica política de ataque al crecimiento de la desigualdad, que es algo radicalmente distinto al combate a la pobreza.
La segunda prueba de fuego según nuestro entender en esto que llamamos la Transformación Tributaria Estructural y con base en la indicada propuesta “Hacia una reforma fiscal para el desarrollo y la reactivación del empleo”, es en el tema del “Impuesto sobre la renta: Renta mundial y renta global”, que aparece en el apartado noveno de este planteamiento social sindical.
Cuatro temas provocadores, sensibles al gran capital pero que el nuevo mandatario, si tiene las agallas suficientes, no puede eludir: a) impuestos sobre la renta de las empresas: una tasa impositiva “competitiva” pero reduciendo los escudos fiscales (generales y sectoriales); b) impuestos sobre la renta personal: avanzar hacia renta mundial y global; c) impuesto a las ganancias de capital: al menos en bienes inmuebles; d) impuesto (temporal) a las transacciones financieras (el impuesto “Robin Hood”).
La meta a alcanzar es que en el caso del impuesto sobre la renta, éste llegue a representar, al menos, el 40 % de los ingresos tributarios totales, lo que se lograría con sólo atacar la evasión. No se considera en esta propuesta el impuesto sobre las utilidades porque es altamente regresivo dado su fácil traslado; y, lo que debe fortalecerse en esto del impuesto sobre la renta, es la parte personal no la salarial.
¿Quiénes evaden y se roban los impuestos? Bueno, no es la clase trabajadora asalariada. Ésta no puede deshacerse de los dos más importantes impuestos que pesan sobre sus ingresos: el de ventas y el de renta. El de ventas, el trabajador lo paga, directamente, al momento de la compra, en el mismo instante de la misma. Él no lo roba. Si se lo roban, es el dueño del establecimiento.
En el caso del impuesto de la renta, si el salario cae dentro del rango en que el mismo debe aplicarse, pues de una sola vez, es deducido de planilla, “implacablemente”, por semana, por quincena, por mes. Si el patrono no lo entrega, no es el trabajador el que se le robó.
En el caso de las exoneraciones y exenciones fiscales, ¿quién las disfruta, quién las recibe, quién las pide y tramita? Pues no es el trabajador “común y silvestre”. Puede haber casos en que, de manera indirecta, esas exoneraciones y esas exenciones son para bienes y servicios que, supuestamente, los recibe el trabajador a menor costo; pero estamos seguros de que, por lo menos, si representaran un 3% del PIB y no un 6% como ahora, el problema del déficit fiscal empezaría a ser corregido, estratégicamente hablando y sin más sacrificios para el pueblo trabajador.
Entonces, como vemos, deberá ser muy valiente el nuevo Presidente; deberá buscar acercarse a los sectores sociales organizados que durante tantos años vienen luchando en contra de la desigualdad; deberá estar dispuesto, él mismo, como Presidente, a encabezar manifestaciones populares y cívicas para enfrentar la furia, la calumnia, la campaña infame del gran capital cuando ésta sienta que no puede seguir robando más y cuando éste sienta que deberá tributar un poco más reduciendo su tasa de ganancia aunque sin sufrir deterioro estratégico.
Pero, en verdad, ¿habrá alguno de estos aspirantes a la Presidencia de la República que quiera ser un verdadero Jefe de Estado y no un peón administrador de la cosa pública, gestionando lo poquito que ese capital le deja como margen de maniobra, tal y como han venido haciéndolo en los últimos “gobiernos”? Sinceramente, dudamos que haya alguno de ellos con semejantes… Ojalá nos equivoquemos.