Terremoto en Chile: ¿Por qué de las consecuencias?

Chile: Grietas de un terremoto

Álvaro Cuadra

ALAI AMLATINA, 04/03/2010.- Nuestro país ha sufrido un terremoto de magnitud mundial. Todos sabemos que no es el primero y que no será el último. Este tipo de catástrofes que nos sacuden cada tanto desnudan todas aquellas carencias que se han acumulado a lo largo de los años. Como suele ocurrir en estos casos, en un país desigual, las víctimas son los más débiles, los más pobres. Es cierto, las catástrofes no se pueden predecir con exactitud y son eventos fuera del control humano. No obstante, para cualquier gobierno en nuestro país, este tipo de cataclismo es absolutamente previsible y está dentro del horizonte de probabilidades. Por ello, resulta más que inquietante la ausencia de una política seria a este respecto. Este papel le corresponde al Estado, aunque les moleste a los fanáticos del neoliberalismo.

Ante la tragedia que hoy enfrentamos todos los chilenos, es imprescindible esclarecer algunas cuestiones de fondo. Desde un primer momento se ha advertido una grave falta de coordinación entre las diferentes instituciones que suponemos debieran actuar en circunstancias extremas. Digámoslo con todas sus letras, los funcionarios civiles o uniformados no han estado a la altura. El terremoto ha mostrado las grietas no sólo de los edificios, carreteras y puentes sino que ha mostrado las graves fisuras institucionales y sociales que aquejan al país. Los síntomas son claros, abandono de amplios sectores populares, negligencia de funcionarios y, consecuentemente, vandalismo desatado. Si bien la respuesta inmediata ha sido la militarización de la zona que promete ampliarse es claro que tal medida no soluciona ninguno de los problemas de fondo.

En estos momentos de tristeza y aflicción para todos quienes compartimos una historia y una geografía, la única conducta responsable es la más amplia solidaridad hacia los que están sufriendo no sólo el luto sino el desamparo. Pero al mismo tiempo, reclamar políticas concretas tendentes a mejorar las condiciones de vida de los sectores más marginados del país. La situación actual ha agravado la falta de caminos, hospitales y escuelas en varias regiones, es hora de que el Estado recupere la iniciativa ante tales demandas. La caridad no debe confundirse con justicia social.

El desastre ha puesto de manifiesto todas las falencias del “modelo chileno”, desde el debilitamiento del Estado para actuar a este tipo de situaciones hasta la ausencia de una cultura cívica y solidaria responsable. La televisión exhibe hasta la saciedad las consecuencias físicas del cataclismo, sin embargo, pocos advierten las fisuras sociales que han quedado de manifiesto ante el grave sismo. Los sueños de llevar a nuestro país a los umbrales del mundo desarrollado, se desdibujan ante la mísera realidad social, que vive una gran mayoría de los chilenos. Contra el individualismo, el éxito y la competitividad proclamados por los idólatras del mercado, los grandes desastres naturales nos confrontan con un imperativo ético y político que apunta al “gobierno común”. Las tragedias no pueden privatizarse.

* Álvaro Cuadra es Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados, ELAP, Universidad ARCIS.

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El precio de la arrogancia

Tatiana Lobo

Toda la costa del Pacífico entró en alerta por el riesgo de un tsunami causado por el terremoto en Chile. Pero la Armada chilena, la aristocrática marina, dijo: “no, no va a haber tsunami”. Muchos países ofrecieron al momento ayuda, pero la presidenta Bachelet dijo: “no, gracias, podemos solos” Y hubo tsunami y no pudieron solos y murieron más de los que debían morir, y dos millones de personas carecen a estas horas de lo elemental para la vida, comida y agua. Y como quieren vivir, pues roban, y como roban les han echado encima, para que no asalten los supermercados, a los militares. Toque de queda, ya están los soldados listos para disparar a quien esté en la calle después de las 8 de la noche, con el muy noble fin de proteger la santa propiedad privada. La medida parece inteligente si no fuera por un pequeñísimo detalle: en estas noches, las y los chilenos están en la calle porque no pueden estar dentro de los edificios agrietados.

¿Los van a matar por dormir en las aceras?

Esta terrible catástrofe, cuya imprevisión y negligencia aumentó en varios puntos los 8.8, tiene algo que parece broma: tanto puente, tanto paso a nivel, tanto túnel, tanta autopista, tanta torre, tantos rascacielos, !tanta ostentación de riqueza mal habida! Sí, mal habida porque todo eso se hizo con dinero escamoteado a los contribuyentes. Y el hormigón, tan altanero el hormigón, se quebró como si fuera yeso, o naipes de cartón lanzados al vacío. ¿Quién querrá vivir después en un lugar donde las más orgullosas inversiones acaban, sin seguro, revolcadas por el suelo?

Debería pensarlo, Laura Chinchilla. No sea que en este país de tembladeras, por pretender progresos mal habidos en concesiones de muelles y peajes, le vaya a suceder lo mismo.

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¿Chile el futuro próximo de Costa Rica?

Alfrede Montenegro, desde Santiago de Chile

Acaba de terminar un discurso, en cadena nacional en Chile, la presidenta Michelle Bachelett y ella pide, solicita, suplica a las empresas privadas la máxima colaboración. No duda de la buena voluntad de los empresarios, no duda de que juntos con ellos saldremos de esta tremenda crisis.

Nosotros LOS CLIENTES que dejamos de ser vecinos, pobladores, habitantes, ciudadanos, seres humanos, sabremos entender y aceptar la buena voluntad de las empresas. Y como no, si la solución en Chile hoy pasa en 99% por las empresas privadas. La electricidad, el agua potable, el gas, las carreteras, las telecomunicaciones, las medicinas, los medios de comunicación, la distribución y venta de los alimentos…etc., etc. están en manos privadas. La presidenta tiene razón en pedirles a ellos su buena voluntad.

Pero yo pregunto: para que en todos pueblos totalmente desbastados las empresas antes mencionadas repongan los servicios a SUS CLIENTES requieren que les paguen el recibo (la factura). ¿Y quien puede pagar el recibo de la luz, por ejemplo, si tiene su casa en el suelo con algunos muertos a “su haber”? ¿Existe alguna empresa privada que actué por buena voluntad en el mercado?

Todo lo contrario, por ejemplo en Chile las empresas constructoras, tiene licencia para “macabramente estafar” (por no decir matar). Costa Rica cada día sigue el camino de Chile privatizando todo (incluso ahora quieren hacerlo con puertos). Pero yo veo que muchos jóvenes en Costa Rica guardan el conveniente silencio que les hace cómplice de un futuro que ya ha comenzado a poco probable la vida a sus propios descendientes.

Muchos jóvenes, como en Chile, están más preocupados de su persona que del planeta que esta siendo destruido por la ambición de un sistema que avanza con la lujuria embriagadora del consumo.

Chile puede ser el futuro de Costa Rica y puede que algún día sus hijos les pregunten ¿qué hicieron ustedes al respecto?

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La naturaleza recuerda que Chile continúa siendo un país empobrecido

Andrés Figueroa Cornejo *

Mientras se escriben estas palabras, en Concepción cientos de personas afectadas brutalmente por el terremoto que remeció a Chile desde la Quinta hasta la Novena Región –incluyendo la Región Metropolitana- abren las bodegas del supermercado Líder (Wal Mart en Chile) para llevarse mercancías de primera necesidad, cajas de leche, sacos de azúcar, pañales, arroz y alimentos en general. Según algunos medios informativos, lo mismo ocurre en la ciudad de Talcahuano.

En Concepción, la muerte y la destrucción de viviendas e infraestructura en los sectores más pobres de la ciudad y sus alrededores han sido la norma dramática. No hay agua, no hay electricidad, no hay combustible, no hay gas y el gobierno central y local han sido incapaces de resolver adecuadamente la distribución de comida y artículos de primera necesidad. Ya llegan las fuerzas policiales. Sin embargo, la gente continúa retirando artículos y alimentos urgentes, toda vez que desde la madrugada del 27 de febrero (0:3:34 h) el caos en uno de los países más sísmicos del planeta ha ocasionado la destrucción de rutas, puentes, estructuras históricas, edificios habitacionales nuevos y antiguos, desabastecimiento, cierre de comercio y cientos de muertos.

El terremoto, que tuvo su epicentro en el centro sur de Chile –el país austral donde Los Andes se hunden en el mar- fue calificado como el sexto más feroz del mundo desde que los movimientos telúricos son medidos científicamente, y alcanzó un promedio de 8,3 º en la escala de Richter . El desastre no tiene precedentes desde la catástrofe de Valdivia, hace 50 años, que combinó un terremoto con un maremoto que hizo desaparecer literalmente a esa ciudad, la cual debió ser reconstruida en un sitio distinto y más distante del mar.

Ahora, al menos la isla Juan Fernández, padeció un tsunami y otras zonas costeras recibieron el castigo del mar que se adentró cientos de metros en territorio urbano. Increíblemente en la plaza de armas de Talcahuano se estacionó una embarcación costera.

Entrevistada la gente en Concepción mientras colectivamente distribuía la mercadería agolpada en las bodegas del principal supermercado de la región, señaló que no tuvieron alternativa ante “la falta de comida, agua, leche para los niños y la subida sinvergüenza de los precios en los pocos comercios abiertos”.

“Piñera se la pasa dando vueltas en helicóptero y no hace ninguna ‘huevada’. Está puro dando jugo”, señaló una madre mientras trasladaba bolsas de leche.

El gobierno central ha sido incapaz, hasta el momento, de solucionar adecuadamente el suministro de alimentos, energía y cobijo. De hecho, la población más afectada, incluso en Santiago, ha optado por dormir en carpas en las plazas públicas y las calles, o simplemente a la intemperie. Los hospitales públicos, que ya estaban colapsados antes del terremoto, fueron superados con creces y algunos, como el de la ciudad de Talca, simplemente se cerraron debido a los daños. El aeropuerto de Santiago, por su parte, protagonizó episodios dantescos, aplastamiento de personas, explosiones de pantallas informativas y huidas desordenadas de los pasajeros que llegaban y de los que esperaban su vuelo. Ahora está clausurado temporalmente.

El territorio chileno, desde Valparaíso hasta Chiloé, desde el terremoto, ha sufrido al menos 90 réplicas (movimientos telúricos de menor intensidad); hay cientos de desaparecidos, gente bajo los escombros, y el número de fallecidos aumenta oficialmente en tanto pasan las horas.

Quien escribe esta nota urgente tuvo la oportunidad de observar el cielo enrarecido de Santiago durante los tres largos minutos que duró el terremoto en la capital del país (en Concepción se prolongó por 27 minutos). La atmósfera de colores asombrosos auguraban inmediatamente una tragedia de proporciones todavía incuantificables. Lo cierto es que, como es habitualmente ocurrente en Chile, el pueblo trabajador y los pobres son la víctimas principales de la devastación. De golpe y con violencia indescriptible, la naturaleza –contra toda propaganda- recuerda que Chile continúa siendo un país profundamente empobrecido, tercermundista, y muy lejos del desarrollo cacareado interesadamente por los pocos dueños de todo.

* Rebelión

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Chile: Nuestros bárbaros

José Luis Ugarte*

El terremoto quién lo iba a decir ha desnudado al capitalismo chileno mostrando vergonzosamente sus pies de barro. Ni nuestra mejor propaganda ni la de los organismos financieros puede esconder que a la hora de repartir entre todos nuestros beneficios, nos parecemos más a los países africanos que a los del primer mundo con los que nos gustaría compararnos.

Vergüenza me imagino debieron sentir tanto funcionario, ministro de Hacienda, empresario y en fin, tanto hechizado con el modelo económico chileno cuando el terremoto dejaba a la vista sus pies de barro: saqueos por doquier, violencia desatada y sujetos ayer considerados respetables consumidores en cuotas, que se convertían en cuestión de horas en bárbaros que no respetaban nada.

Qué habrán dicho de nosotros hasta el viernes en la madrugada el país ejemplar del capitalismo latinoamericano tanto hechizado con nuestra propaganda y la de los organismos internacionales FMI, OCDE, etc. cuando constaban la cruel realidad: chilenos que parecían sacados más bien de un país africano que de un país que se suponía estaba en el umbral del desarrollo.
El discurso ramplón se encenderá en el lugar común: se trata de delincuentes y pillines que se aprovecharon de la ocasión.

Pero ya no estamos para tamaña simplicidad.

Qué duda cabe, se trata de delitos. Pero eso es tan obvio. No explica por qué nuestros pobres se transformaron tan rápido en nuestros bárbaros.
La pregunta que deberíamos hacernos no es la evidente, de si son legalmente reprobables estos actos que lo son sino una mucho más difícil: ¿por qué en Chile apenas el orden se retira cuando el brazo armado de la ley deja de atemorizar los sectores más pobres se sienten con el legitimo derecho de saquear y tomar aquello que de otro modo los legales no alcanzan?

¿Por qué tan poca lealtad con la sociedad?
¿Alguien se imagina pillaje y caos social en países como Suecia o Alemania después de un terremoto como el que vivimos? ¿Ciudadanos convertidos en saqueadores llenos de rencor, rabia y violencia?

Es difícil imaginarlo, para ser honestos. En sociedades tan integradas como esas, que han hecho su mejor esfuerzo por incluir y distribuir hacia todos, existen altos grados de lealtad hacia el resto. En sociedades altamente desiguales, en cambio, la cohesión y la lealtad social escasean y son sustituidas por la fuerza y el miedo la mano dura como gusta decir a tanto chileno.

La sensación de injusticia y de exclusión altamente extendida entre los pobres que tantas veces se ha diagnosticado como “escandalosa desigualdad” hace que nuestra sociedad esté pegada con el mismo pegamento que esos edificios nuevos que hoy se derrumban.

Es que pedir a tanto chileno que recibe el sueldo mínimo, que no tiene mayores derechos laborales ni quienes lo representen en Chile los sindicatos no existen; que no tienen ni salud ni educación pública de calidad, que de súbito muestre lealtad y compromiso y no sólo miedo a la cárcel con un modelo que los excluye respetando el sagrado derecho de propiedad es simplemente una ingenuidad que el terremoto ha hecho caer como la cúpula de la Divina Providencia.

En ese sentido, no es difícil entender por qué los ganadores en nuestro modelo unos pocos exhiben y exigen alta lealtad a las reglas -incluidas las que protegen de mejor manera sus triunfos, como es la propiedad. Lo difícil es pretender que los perdedores de siempre nuestros eternos pobres tengan lealtad hacia reglas que no sólo no han diseñado sino que mirada nuestra historia, han estado marcadas desde siempre a favor de los mismos.

El terremoto quién lo iba a decir ha desnudado al capitalismo chileno mostrando vergonzosamente sus pies de barro. Ni nuestra mejor propaganda ni la de los organismos financieros puede esconder que a la hora de repartir entre todos nuestros beneficios, nos parecemos más a los países africanos que a los del primer mundo con los que nos gustaría compararnos.

Podemos como lo hemos hecho por 200 años cerrar los ojos y rasgar vestiduras diciendo que lo que falta es virtud y que la solución es la clásica mano dura.
Pero nadie podrá esconder la nueva víctima desnuda: el modelo chileno ese que hace inflar el pecho de orgullo a nuestra pequeña elite empresarial y política está pegado con barro. Sólo el garrote lo mantiene en buena parte de nuestra sociedad.

Y nuestros bárbaros seguirán ahí esperando otra ocasión para que la ley se retire y ellos vuelvan a hacer justicia por propia mano – con rabia y rencor- para con un sistema al que poco le han importado durante mucho tiempo.

Demasiado quizás.

*Profesor de Derecho Laboral Universidad Diego Portales

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