En la historia costarricense existen hitos significativos que han ido definiendo nuestro devenir como país y como sociedad. Son eventos memorables que si no hubiesen ocurrido, o si el desenlace hubiera sido otro, habrían gestado una Costa Rica distinta a la que actualmente tenemos.
Algunos de esos episodios fueron de naturaleza militar: el derrocamiento de Morazán en 1842 cuando Antonio Pinto frustró de manera definitiva los intentos por crear la República Federal de Centroamérica y consolidó la soberanía de Estado costarricense; la Guerra Patria de 1856 con Juan Santamaría como soldado emblemático y Juan Rafael Mora, don Juanito, como estadista visionario que nos alejó del “destino manifiesto”; y la Revolución de 1948, con José Figueres, caudillo indiscutible que proclamó la guerra contra la mala fe y la pobreza.
Otros hechos heroicos en nuestra historia han estado sustentados en el respeto a los derechos humanos, la equidad y la civilidad; y constituyen trances ejemplares en la construcción de la Costa Rica democrática y solidaria que pervive en nuestro imaginario colectivo: la educación gratuita y obligatoria, las Garantías Sociales, y la Neutralidad activa, perpetua y no armada, por citar unos pocos. A cada uno de esos episodios se asocian nombres eminentes de ciudadanos comunes, maestros, intelectuales y políticos que habitan en nuestros anales historiográficos.
Nuestros héroes no vienen de la Grecia mítica ni se relacionan con los dioses. Son personas, hombres y mujeres de carne y hueso, que mas allá de sus virtudes y defectos individuales, en un momento determinado se alzaron por encima de las circunstancias y llevaron a cabo acciones extraordinarias que dejaron huellas imperecederas en los surcos de la Patria.
Nuestros héroes reflejan el sentir de la nación en ámbitos concretos. Son modelo de conducta y referente colectivo en dimensiones específicas. No son paradigmas que reúnen todas las virtudes y bondades universales. Pretender semejante perfección sería una ficción, negaría la naturaleza humana y pecaría de soberbia e ignorancia.
Estos son tiempos de héroes. Frente al cambio epocal que pone en peligro nuestra identidad como sociedad, necesitamos de ciudadanos que estén dispuestos a dar lo mejor de sí para defender los ideales nacionales y para seguir construyendo un camino propio, “una vía costarricense” que conjugue la libertad democrática con el bienestar económico, la equidad solidaria y el desarrollo social, político y cultural.
La declaratoria de Libertador y Héroe Nacional a Juan Rafael Mora Porras, que la Asamblea Legislativa hizo el pasado 16 de setiembre, representa no solo una reivindicación histórica del presidente que tuvo el talento, el valor y la energía necesaria para defender el suelo patrio frente al filibustero colonialista, sino también un mensaje de civismo y esperanza para todos los costarricenses.
Honrar a nuestros próceres, sin mezquindades ni dobleces, es una forma noble y digna de fortalecer nuestra identidad y de recobrar el vigor necesario para mirar el futuro con optimismo, aunque nos agobien inercias y nos acechen amenazas que ponen a prueba el alma nacional. ¡Enhorabuena! Juanito Mora, Héroe y Libertador.
Fuente: Tribuna Democrática.com
28 de setiembre de 2010