¡Insistimos en ello! Hubo un terremoto político con ocasión de las elecciones presidenciales y diputadiles del pasado 4 de febrero. Pareciera que el sistema político de partidos, bipartidismo tradicional incluido, tal y como lo conocimos, ha sufrido un colapso del cual parece difícil que se repondrá.
Sin embargo y paralelamente, el que está surgiendo está mostrando enormes interrogantes, desatando inimaginables conjeturas y mostrando notables incertidumbres; y, lo más grave, con un factor común denominador, que podría alcanzar insospechados niveles y magnitudes: el miedo. ¡Sí! ¡Admitámoslo! Estos tiempos son de incertidumbre… pero, podrían ser de miedo si no hacemos algo serio por evitarlo.
El escabroso transitar que estamos ya desplegando como sociedad, lo estamos viendo muy marcado por lo siguiente: A) Los que siempre han estado arriba vienen perdiendo el control histórico de los que siempre han estado abajo. B) Pese a ello, derrotados sus partidos, ahora apuestan fuertemente al control parlamentario venidero, que les muestra grandes oportunidades para seguir teniendo “todo bajo control”, esperando llegar a importantes zonas gubernativas próximas como las de la política económica. C) Los más excluidos de esos que siempre han estado abajo, ahora tienen un proyecto político-partidista que les da la posibilidad de marcar fuertemente las políticas públicas principales de acuerdo con su visión de sociedad. D) Los sectores medios, otrora clásicos de un modelo de sociedad que venía apostando por la inclusión y la movilidad sociales, que venían considerando el ideal socialdemócrata y el progresismo como sus refugios político-ideológicos, no se sienten del todo representados por la actual oferta electoral que dice representarles; y, por el contrario, estarían apostando por el voto “anti”, esencialmente.
Por otra parte, la polarización insana y monotemática de la campaña electoral que continúa golpeándonos como sociedad, no baja de tono. La intensidad de la misma no está permitiendo que reparemos, como se debe, en las graves amenazas a la integridad nacional, a la recuperación del bien común y al necesario muro de contención que debemos construir para evitar que siga creciendo la desigualdad, la exclusión y la violencia.
El miedo está latente, aunque no lo suficientemente explícito. Hay miedo en importantes conglomerados laborales del sector público ante la continuidad gubernativa de ciertos estilos de dirección prepotentes, soberbios, envalentonados por una especie de “indulgencia” político-electoral de último minuto que les dio oportunidad de estar en una segunda ronda electoral.
Hay miedo sobre el futuro de la estabilidad en el empleo público, a raíz de que se perfila una orientación legislativa dominante favorable a castigarle, culpabilizarle, responsabilizarle por el grave déficit fiscal.
Hay miedo en importantes sectores productivo-empresariales (especialmente, micro, pequeñas y medianas empresas), cuya estabilidad depende de las compras del Estado, ante la posibilidad de quiebra, no ya tan quimérica como se estimaba, que podría acabar con cientos y cientos de empleos privados.
Hay miedo en importantes conglomerados laborales, sociales y cívico-patrióticos ante una nueva posibilidad gubernativa, en la cual una visión totalizante, de carácter dicotómico, lo bueno contra lo malo, se convierta en el eje central de las políticas públicas.
Hay miedo de salir a la calle y no regresar a la casa, al hogar, ante una violencia criminal, común y organizada, que está tomando las calles del país generando zonas en las cuales se ven ya los atisbos de un Estado fallido.
Hay miedo de que las principales famosas variables macroeconómicas tan importantes para la “tranquilidad de los mercados”, se salgan de control porque el sistema político-económico dominante, no quiere comprender que su propia estabilidad y relegitimación, pasa por la transformación los mecanismos redistributivos y la transformación tributaria con profundo carácter progresivo.
Hay miedo en las bases sindicales organizadas porque la división de sus dirigencias no está siendo superada con base en la naturaleza de la gravedad de los desafíos que están presentando la defensa de la estabilidad laboral, la defensa del empleo, la defensa del salario; mientras que desde el otro lado de la acera la articulación del capital para que el resultado electoral no les haga perder el control, se muestra más eficiente.
Para que estos tiempos de incertidumbre no entronicen los tiempos del miedo, lo único que podemos recomendar es la autoconfianza en el poder de la organización para la movilización; para, por ejemplo, posicionar en eventuales mesas de búsqueda de acuerdos, fuertes posiciones de recuperación de la histórica senda de inclusión social que traía nuestro país… y aunque cueste creerlo, nos sorprenderíamos de saber que hay sectores económicamente fuertes que coinciden en que tales mesas deben darse, son posibles y que las mismas urgen.
*Secretario general
Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP)