¿Cuál es la principal metida de patas de la Administración Chinchilla?

Por ejemplo, la célebre platina, pero entendida esta como al modo del epítome o síntesis representativa de los múltiples y al parecer inacabables problemas viales de Costa Rica. Estos, como sabemos, se alargan en un interminable etcétera: del fiasco de la carretera a Caldera a los múltiples puentes en mal estado o, si usted lo prefiere, los absurdos atascos de tránsito. Y, sin embargo, aquí hay un buen indicador del fracaso del modelo neoliberal, conforme al cual hace más de 25 años se tomó la decisión de restringir la inversión pública, para confiarse, con religioso dogmatismo, a la idea de que la inversión privada, por medio de la concesión de obra pública, llenaría el hueco. Si se aprendiera de la experiencia hace rato se habría entendido que ese es un mecanismo fracasado. Pero ello supone cierta dosis de racionalidad y honestidad, difíciles de encontrar ahí donde prevalecen ambiciones desmedidas, intereses económicos de gran calado y ceguera ideológica. De tal modo que, al cabo, doña Laura le toca tragarse los frutos amargos de una ruta equivocada promovida por su propio partido desde casi tres decenios atrás.

Uno podría pensar en los feos escándalos financieros que ensucian, aquí y allá, la campaña electoral que hizo presidenta a doña Laura. Pero incluso en este caso habría que reconocer que la señora Presidenta se está viendo embarrada en un asunto que tiene largas raíces en las prácticas históricas de un partido –Liberación Nacional- ya definitivamente degradado en maquinaria electorera por completo corrupta y oportunista. Ello no disculpa las responsabilidades que le competen a la señora Chinchilla, pero si advierte acerca del hecho de que la culpa no es toda suya.

Aunque sigo creyendo que es menos grave de lo que alguna gente asegura, y que sus efectos no son necesariamente negativos, el déficit fiscal es, en cualquier caso, un asunto difícil de enmendar. Pero aquí la cola también es muy larga. Para empezar, he de decir que una política fiscal expansiva, como lo que aplicó el gobierno de Oscar Arias, era un recurso necesario en el contexto de la recesión planetaria de 2008-2009. Ello no niega el hecho de que, en efecto, se hizo de forma desordenada y politiquera. Pero ya eso es otra historia. Lo más relevante, en todo caso, es tener presente que ese tal déficit es una historia que se remota a los orígenes de ese mismo modelo neoliberal que el partido Liberación ha liderado. Hay razones que, por cuestión de espacio, no menciono aquí en virtud de las cuales se ha gestado, en el largo plazo, una situación de “déficit fiscal estructural”, originado en las características más básicas de ese modelo económico. De forma que tampoco en este caso cabría hacer cargar a doña Laura con todo el chicharrón.

Un aspecto en que doña Laura sí ha dado aportes que tienen alguna originalidad y cierto sello laurista, es el relativo a los derechos humanos y los temas de moralidad. Eso de lograr que Costa Rica se integre a una comisión de derechos humanos de las Naciones Unidas, mientras la propia Presidenta promueve políticas de invisibilización y discriminación de los pueblos indígenas, las personas sexualmente diversas e, incluso, las propias mujeres, no deja de ser una hazaña, aunque una hazaña bastante lamentable. Como lamentable es la moral oscurantista que, en estrecho abrazo con los poderes religiosos conservadores, la señora Presidenta ha promovido.

Podríamos ampliar la lista y hablar de otros dislates y, posiblemente, en la mayoría de los casos se repetirá la misma pauta: no son problemas que puedan ser atribuidos exclusivamente al gobierno actual, cuando por lo general hablan de una estela regresiva que el neoliberalismo criollo ha venido dibujando a lo largo de casi tres decenios. Nada de lo cual borra las responsabilidades de esta administración, cuando es innegable que esta última es fruto de ese mismo fallido proyecto político-económico.

Pero si hay algo donde la Presidenta está metiendo la pata a profundidad –y con alcances históricos- es en lo relativo a la Caja del Seguro Social. También en este caso el asunto viene de años atrás, incluso desde muy antes de la última administración Arias Sánchez, si bien es claro que esta última dio contribuciones sustanciales al agravamiento del problema. Pero siendo la Caja la institución central dentro del sistema de seguridad social de Costa Rica, su crisis le plantea a Laura Chinchilla un predicamento absolutamente crucial: le da la oportunidad de pasar a la historia bien como la que salvó esa institución, bien como la que la hundió.

Lo primero agrandaría su imagen y su nombre, incluso por encima de todos los errores o fallas que le puedan ser atribuidos. Lo segundo la sepultaría en la ignominia.

Temo que la Presidenta no lo está entendiendo y ello es lamentable. No por ella, sino por el pueblo de Costa Rica y por el futuro de la sociedad costarricense.

No entender el papel crucial de la Caja Costarricense del Seguro Social como base de la democracia y de la justicia en Costa Rica sería muestra de una imperdonable miopía política.

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