La única ruta del “cambio” para que realmente sea “cambio”, debe ser por el lado de lo social, por el lado del pueblo trabajador, por el lado de los sectores medios, por el lado de las micro, pequeñas y medianas empresas, por el lado del pleno respeto de los derechos laborales, por el lado de una política financiera nueva hacia la Economía Social, por el lado de la Transformación Tributaria Estructural…; etc.
Luego de que el señor Presidente de la República, don Luis Guillermo Solís Rivera, diera su informe al país de los famosos “100 días”, los desafíos de carácter estratégico para que el “cambio” sea real quedan al desnudo.
Si 1 millón 300 mil costarricenses le votaron a él, en lo específico a él (no necesariamente al partido político que le cobijó en su campaña electoral), es sintomático de un hartazgo social y ciudadano bastante extendido con las políticas públicas del último cuarto de siglo; mismas que, como ya sabemos, solamente nos dejaron una Costa Rica completamente desigual de manifestaciones múltiples, repleta de corrupción y de tráfico de influencias, un abultado déficit comercial y un Estado en quiebra inminente.
El ahora Presidente Solís Rivera está entrando en una encrucijada y deberá definirse. Es notoria la gritería del capital y sus vocerías gremiales y mediáticas, porque su gestión hacendaria está enfatizando en el combate al robo de impuestos en todas sus manifestaciones; y que para pararlo de alguna forma, disminuirlo o desacelerar su intensidad, se propone una o dos legislaciones nuevas para hacer más férrea la acción pública contra la evasión, lo que para nada le gusta al principal gremio corporativo-empresarial del gran capital. ¡Qué “curioso”!
Debemos reconocer que, por primera vez, un gobierno pone el dedo en la llaga, reconociendo que el robo de impuestos es de una dimensión estratosférica: prácticamente 8 puntos porcentajes del Producto Interno Bruto (PIB). A esta circunstancia, hay que agregarle los señalamientos del ente contralor en cuanto a que hay casi 6 puntos de PIB por exoneraciones y exenciones de diversa naturaleza. No nos cansaremos de hablar de ello, especialmente ahora que se reconocen estos datos desde el propio Estado, algo que veníamos señalando, intensamente, desde este y otros espacios, hace varios años. ¡14 puntos de PIB están “dando vueltas” en la calle!
Los que no robamos impuestos debemos apoyar al Gobierno en esta cruzada. Las personas de la clase trabajadora, asalariada o no asalariada, que pagamos con rigurosidad, evidentemente forzada, los dos más grandes impuestos, el de ventas y el de renta, tenemos que exigir que tal circunstancia cambie, radicalmente. Es un punto a favor del gobernante el que haya hablado de esto en su informe de los “100 días”, dándole rango de política de Estado.
Sin embargo, no fue el Presidente Solís Rivera lo contundentemente claro en dos ámbitos de crucial magnitud para el “cambio” que él pregonó en su exitosa campaña electoral; dos ámbitos que resultan de absoluta prioridad si el tal “cambio” va por la línea de la reducción del crecimiento de la desigualdad.
PRIMERO: En el caso de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), si bien es un acierto indicar que hay voluntad política de que el Estado le pague lo que le debe (gigantesca deuda que algunos estiman entre 2 y 3 puntos de PIB), pensamos que será “atolillo con el dedo” sin una profunda Transformación Tributaria Estructural que no es lo mismo que el combate a la espantosa evasión fiscal.
La Caja es víctima de un saqueo organizado; la Caja está secuestrada por poderosos grupos corporativos internos y externos; la Caja no está siendo gobernada conforme al voto popular, sino con base en intereses gremiales de diversa laya que la están asfixiando.
El fortalecimiento de la Caja, liberarla del secuestro en que está, expulsar de ella a los corruptos, requiere de una voluntad política férrea que no le vemos ni al propio presidente ni a la persona que él puso en la presidencia ejecutiva de la institución.
El mensaje que recibimos es que la intervención quirúrgica de carácter cívico que hay que hacerle a la Caja, tendrá que ser una odisea que se emprenda desde “abajo”, por parte del pueblo trabajador para el cual la Caja es la vida misma.
SEGUNDO: La otra “bronca” que no quiso comerse el señor Presidente de la República y quedó en evidencia ante una pregunta del suscrito en esa noche del informe de los “100 días”, es la naturaleza del poder real que tiene el capital financiero-bancario en la Costa Rica de hoy. Si hay algo en que necesitamos una materialización concreta del “cambio” es en la naturaleza de las responsabilidades tributarias para con la sociedad de este sector banquero-financiero, de enorme responsabilidad en el escenario de desigualdad y de exclusión social que nos agobia.
Por ejemplo, obligarles a un impuesto a las transacciones financieras que a diario realizan, en nada les afectaría sus estrepitosas ganancias y el proceso de acumulación a que están acostumbrados; pero sí aliviaría fuertemente la presión horrible y sumamente preocupante de las finanzas públicas en estos momentos. Esto es más que dramático si observamos que en El Salvador, en su más reciente reforma tributaria, impusieron una tasa impositiva a las operaciones bancario-financieras.
El Presidente Solís Rivera debe decidirse. Queda claro que los sectores del capital hegemónico con el control real de la cosa política en el país, no están dispuestos ni al más tenue “cambio”. Sus primeras iniciativas por el “cambio” están recibiendo los primeros perdigones que se irán intensificando en magnitud y en cantidad.
El Presidente Solís Rivera debe comprender que honrar la gigantesca deuda social que heredó podría demandarle una fuerte articulación multisectorial de agrupaciones de la sociedad civil y de diversa naturaleza para acometer con éxito varias de las tareas estratégicas requeridas para que el “cambio” se perciba como real.
El combate al robo de impuestos, la limpieza de la Caja, demandarle al sector bancario-financiero las correctas responsabilidades tributarias que ha eludido por su gran poder político, el reto de que produzcamos lo que nos comemos con soberanía y seguridad alimentaria, impedir la privatización y apropiación del agua, defender y preservar los seguros solidarios como el de riesgos del Trabajo, la soberanía energética y de lo que nos queda de la producción eléctrica como bien público, la materialización de los emprendimientos productivos de Economía Social, medidas para atajar el alto endeudamiento salarial de la clase trabajadora (entre otros aspectos notables de esa deuda social que le fue heredada); le han de exigir, señor Presidente Solís Rivera, un acercamiento concreto y estratégico con sus votantes.
En términos generales, sus votantes y otros que esperan mucho de su gestión gubernativa, están aglutinados en ese gran conjunto de organizaciones de la sociedad civil que, de una forma u otra, resistiendo en la calle y con propuesta alternativa, han venido luchando por el “cambio”.
Esa gran lucha cívica, de resistencia y de propuesta, desarrollada desde mucho tiempo atrás, cuando usted ni siquiera pensaba en la política electoral y cuando con su aporte, señor Presidente, se pudo entender más la naturaleza de los desafíos del “cambio”, le demanda esa gran definición.