Por: Albino Vargas Barrantes
Secretario General de la ANEP
Trataremos de explicarnos partiendo de nuestra propia experiencia de militancia en la lucha social y sindical. Nosotros estimamos que esta situación es grave y tiende a ponerse más conflictiva.
En escritos nuestros anteriores, estuvimos planteando la existencia de tres Costa Rica. Luego de la imposición-aprobación del combo fiscal (mediando el fallo constitucional del compadre hablado), no nos queda más que reforzar nuestra apreciación de que estamos ante una sociedad polarizada, pero, ahora, en dos grandes segmentos.
Por un lado, en la cara A de la sociedad polarizada tenemos a los que ya tenían demasiado y van a seguir acumulando más. Por otro, en la cara B de esta sociedad polarizada, encontramos a los que todavía tienen algo, pero, poco a poco van en camino de no tener nada; presuponiéndose que terminarán en el terreno de y/o juntándose con los que ya no tenían nada, quienes, de ahora en adelante, ya no tendrán posibilidad alguna de tener algo.
En esa cara A, encontramos a la clase económicamente poderosa (la que siempre lo ha sido, más los nuevos sectores que se le han sumado). Ésta siente que está en su época dorada: controlan toda la institucionalidad formal de la República, con la llegada al Poder Ejecutivo del binomio Alvarado Piza y su espuria tesis de “unidad nacional; con la configuración de una mayoría parlamentaria cuantitativa (más no cualitativa), más el beneplácito constitucional de la Sala IV para su concepción del problema tributario-fiscal del país y toda la legislación que emitan de ahora en adelante.
Además, cuentan con el control de otras entidades vitales del sistema neoliberal en boga, que van de soporte político-ideológico y jurídico-formal para, de una vez por todas, desestructurar de manera radical la concepción integradora de Estado Social que una vez estuvo animando a la República.
En este caso, hablamos de la Contraloría, de la Defensoría, de la Procuraduría, de las entidades reguladoras, por ejemplo. En esta cara A debemos incluir a toda la alta estructura tecnocrático-gerencial de esta institucionalidad, destacándose dentro de la misma la denominada clase política, mucha de la cual no es poseedora de capital, pero sí está en función de este para garantizarse su propio estatus vivencial. Podríamos decir que hablamos de la burocracia dorada, como la alta magistratura judicial, la academia de élite, la cúpula financiero-bancaria, por ejemplo; y, por supuesto, los pensionados de lujo.
Agreguemos a esta cara A su contraparte en el sector privado: esos cuadros ejecutivos-gerenciales de gran poder adquisitivo y de estipendios dispendiosos al servicio del alto corporativismo empresarial.
Esta cara A de la sociedad polarizada incluye a todas las personas del gran conglomerado corporativo evasor-elusor de impuestos y sus mafias organizadas, coludidas con segmentos podridos del empleo público, para la comisión de ese crimen social que es el robo tributario en todas sus modalidades.
En esta cara A de la sociedad polarizada, incluimos a la gendarmería ideológica del régimen, expresada en la práctica del periodismo del odio con los latifundios mediáticos vanguardia de clase, por todos ya conocidos; el cual se dispone, ahora, a impulsar la liquidación práctica de los sindicatos, último baluarte de la resistencia organizada en el plano civil.
En la cara B de la sociedad polarizada nos encontramos a la mayoría cuantitativa y cualitativa de la población ciudadana del país.
En tal sentido, sobresalen (simplificadamente, por supuesto), dos partes. La de los que todavía tienen algo, pero, poco a poco van en camino de no tener nada. Hablamos de compatriotas asalariados sumamente endeudados (especialmente por la cárcel financiera que representan las tarjetas de crédito y sus intereses de usura); sectores de la otrora pujante clase media, conglomerados asalariados intermedios (especialmente del sector público, aterrados por despidos masivos, de lo cual ya empiezan a hablar); micro-medianas y pequeñas empresas cuya tortura diaria es sobrevivir ante tanta carga fiscal y parafiscal, en medio de un estrujamiento severo del consumo y del poder de compra de los salarios.
Encontramos aquí, por ejemplo, a sectores de la actividad agropecuaria nacional para el mercado interno, cooperativas de diverso tipo, agrupaciones solidaristas condenadas al diktat (imposición) de la lógica del sistema financiero.
La otra parte de esta cara B de la sociedad polarizada en la que estamos, es el cada vez más grande segmento de compatriotas que ya no tenían nada, quienes, de ahora en adelante, ya no tendrán posibilidad alguna de tener algo. La gran masa obrera desempleada, el amplio sector trabajador de la informalidad, la abrumadora mayoría asalariada del sector privado con en ese escuálido salario mínimo o por debajo del mismo; ese amplio segmento de personas jóvenes profesionalizadas o en camino de serlo que no tienen ya ninguna oportunidad seria de empleo público; ese otro gran grupo juvenil que sin oportunidades se metió a la delincuencia y que muere a diario en el crimen. Incluimos aquí a grandes grupos laborales del empleo público con salarios igual de misérrimos a los pagados en el sector privado. Indudablemente, no podemos dejar por fuera al grueso de los pensionados IVM-CCSS; particularmente los del régimen no contributivo.
La soberbia peligrosa, la prepotencia arrogante y el autoritarismo ejecutor de política pública que se expresa desde la cara A; genera que en no pocos espacios de la cara B se expresen vocablos y conceptos impensados en la otrora pacífica sociedad costarricense: rebelión, desobediencia civil, golpe de Estado, gobierno de transición, lucha armada… ¡Es muy grave lo que está pasando! Ellos, los de la cara A, no se están dando cuenta de la celeridad de la erosión de su legitimidad.