Mainor Anchía Angulo, Directivo Nacional ANEP
El 7 de noviembre se celebra el Día del Policía (así declarado), al mismo tiempo se da la celebración de los 72 años de existencia de la Fuerza Pública. En vísperas de una nueva elección presidencial, es preciso analizar la historia de estos 72 años de olvido.
Art. 12- Constitución Política “Se proscribe el Ejército como institución permanente. Para la vigilancia y conservación del orden público, habrá las fuerzas de policía necesarias.”
“Sólo por convenio continental o para la defensa nacional podrán organizarse fuerzas militares; unas y otras estarán siempre subordinadas al poder civil: no podrán deliberar, ni hacer manifestaciones o declaraciones en forma individual o colectiva.”
A partir de la abolición del ejército surgen los cuerpos de policía, otrora conocidos como Guardia Civil, y Guardia de Asistencia Rural (GAR). En 1994 se promulgó la Ley General de Policía y con ella nacieron las competencias de los distintos cuerpos policiales que en ella fueron incluidos. La GAR y la GC, dejaron de existir para dar paso a la Fuerza Pública, Policía de Fronteras, Servicio de Vigilancia Aérea, Policía de Control de Drogas, Policía de Tránsito, Servicio Nacional de Guardacostas, la Policía Penitenciaria y la Policía de Migración. Se ha considerado que tal segregación se dio con la finalidad de evitar que un mando único pudiera tomar el poder por la fuerza.
Han pasado 72 años desde la abolición del ejército, 27 desde la promulgación de la Ley General de Policía, cuerpo normativo que estableció la carrera policial; la citada Ley establece lo que se transcribe. Art. 2 Para la vigilancia y la conservación de la seguridad pública, existirán las fuerzas de policía necesarias. Sus miembros son funcionarios públicos, simples depositarios de la autoridad. Deberán observar y cumplir, fielmente, la Constitución Política, los tratados internacionales y las leyes vigentes.
La Constitución y la Ley les dan a nuestros cuerpos policiales una condición civilista, a sus miembros se les considera funcionarios públicos, simples depositarios de la autoridad (Poder de imperio del Estado), sin embargo, la Sala Constitucional ha venido sosteniendo en su línea jurisprudencial que los cuerpos policiales están dentro de un régimen de excepción, lo cual se ha interpretado por un sector del alto mando, como la posibilidad de menoscabar la dignidad, los derechos laborales y los derechos fundamentales de las personas que integran algún cuerpo de policía. La excepcionalidad que ha definido la Sala Constitucional se debe entender como aquella que hace a los trabajadores parte de una función esencial, desde esa perspectiva es claro que sí, nuestros policías desempeñan una labor esencial, misma que conlleva proteger la soberanía, la paz social, brindar seguridad, proteger la vida y los bienes de todos nosotros.
Esa excepcionalidad mal entendida, hace que a nuestros policías no se les reconozca la jornada nocturna, como si sucede con otros sectores laborales que también forman parte de los denominados esenciales. Por eso, según el máximo tribunal constitucional no aplica para nuestros abnegados uniformados, “funcionarios públicos, simples depositarios de la autoridad” lo señalado en el numeral 58 de nuestra Carta Magna.
Tal como he citado líneas arriba, la Ley General de Policía vino a definir las competencias, además de crear la denominada carrera policial, en la cual se incluyeron los incentivos por el crecimiento académico, la trayectoria, la antigüedad en el servicio, entre otros incentivos que fueron afectados de manera regresiva con la entrada en vigencia de la Ley 9635.
Muchos gobiernos han pasado en estos 72años, sin que veamos la añorada dignificación y profesionalización de la función policial. Por el contrario, se viene dando una precarización constante en las condiciones socio laborales de nuestros policías. Delegaciones insalubres siguen funcionando sin ver mejoras en su infraestructura, escasean los insumos, se reduce la logística, vemos polcas en tenis, con uniformes deteriorados, faltan muchas cosas, pero, sobre todo, falta empatía, asertividad y liderazgo en muchas de las personas que están al mando.
72 años de olvido, se reflejan en la regresividad salarial que tiene a cientos de policías sin los recursos para atender sus necesidades básicas, algunos renunciando, otros posiblemente trabajando cabizbajos. Falta voluntad política para reconocerles su altruismo, su mística, su entrega y su valor para asumir el riesgo de protegernos todos los días. En mi caso, seguiré haciendo lo posible por visibilizar la vulneración de sus derechos fundamentales.