La clase política tradicional, entendida ésta como las cúpulas y las estructuras partidarias centrales de los partidos Liberación, Unidad y Acción Ciudadana, pretenden continuar ignorando la naturaleza profunda y extendida del malestar ciudadano, laboral, social y hasta empresarial.
Por otra parte, las matrices mediáticas todavía hegemónicas continúan sosteniendo un estado de cosas que hace aguas por todo lado.
Particularmente, los señores Ignacio Santos y Armando González, así como las señoras Silvia Ulloa y Amelia Rueda, deben responsabilizarse también de lo que nos está pasando, pues ellos representan ya actores políticos en el amplio sentido del término.
Afortunadamente a ellos, como contrapartes del escenario confrontativo-polarizador que está más al rojo vivo que nunca antes, los cobija la Democracia; esa Democracia que también nos cubre a quienes estamos en la activa protesta social y sus diferentes y multifacéticos episodios de movilización que se han venido dando y que continuarán presentándose.
Esta clase política, estas personas directoras de los indicados medios de prensa, más el gran “empresauriado” (básicamente aglutinado en la UCCAEP), representan los sectores ganadores de un modelo económico y de distribución de la riqueza que la ha concentrado en grado sumo; y que, por tanto, ha tirado a miseria, a la pobreza, a la vulnerabilidad de pobreza y al alto endeudamiento, a cada vez más sectores de la sociedad; de los cuales, los que están aglutinados en sindicatos de clase trabajadora, son apenas una parte.
Si las percepciones ciudadanas acerca del carácter y del desenvolvimiento de la gestión gubernativa-ejecutiva que está encabezando el señor Carlos Alvarado Quesada, son abrumadoramente negativas, prácticamente del 80%; entonces es que se han venido juntando las dos Costa Rica de las cuales hemos venido hablando en los últimos tiempos; vs. la Costa Rica que integran esos grupos y personas a los cuales les ha ido muy bien, les sigue yendo muy bien y les seguirá yendo muy bien, en sus respectivas zonas de confort que les garantiza, por ejemplo; la acumulación de riqueza, el escamoteo de las responsabilidades tributarias, la corrupción de la colusión de la cosa pública con el alto corporativismo empresarial, el alto rentismo salarial de las burocracias doradas y de altas gerencias corporativas.
¿Qué es lo que nos está pasando? Que las otras dos Costa Rica excluidas se han venido juntando, mediando sus distintas expresiones organizativas y espontáneas.
La Costa Rica de la desesperanza, la de quienes tienen que luchar durísimo, en total adversidad, por la comida diaria; en la informalidad, en el desempleo e, incluso, acudiendo al delito.
La Costa Rica que se resiste caer en la pobreza, los amplios sectores de la otrora próspera clase media; altamente endeudada y sobre la que está recayendo el peso del ajuste fiscal draconiano; mediante reducción de derechos económico-sociales, rebajas y congelamiento salarial, inseguridad en empleo, flexibilizándolo para despedir con más “eficiencia”; ahogada con los intereses de usura en tarjetas de crédito; con el micro-pequeño y mediano empresariado arrinconado contra la pared de la ruina y la desaparición; entre ellos los productores agropecuarios nacionales.
Es esto lo que está pasando. No es producto de una mente perversa, ni de la acción de una única persona, o de un único individuo a quien, ustedes, los de la élite política del real poder, insisten en culpabilizar de todo el desastre económico de los últimos 30 años.
Sigan durmiendo de ese lado. Si están pesando en la eliminación física del objetivo que han determinado desaparecer (siguiendo la lógica del principio número uno del manual goebbelsiano de la propaganda nazi), de nada les servirá.
Pensamos que la sordera y la ceguera política en que están sumidos, les estallará en la cara pues son miles y miles los que ya llegaron a un nivel de hartazgo muy fuerte.
Es hora del gran diálogo, real y transparente; efectivo y sincero. ¡Es hora de la paz!