Albino Vargas Barrantes, Secretario General de ANEP
Este viernes Primero de Mayo, la conmemoración del Día Internacional de la Clase Trabajadora será sumamente especial, considerando la grave crisis sanitaria que está viviendo el planeta y que está afectando, enormemente, la convivencia social entre las personas, así como la economía de los países. ¡Y las repercusiones de orden político están por venir! El nuestro no es la excepción, como consta a cada una de las personas habitantes de la geografía de Costa Rica.
Para el caso del movimiento obrero-laboral organizado en los diferentes sindicatos de la clase trabajadora, tanto la que tiene empleo formal y salario fijo, como la que venía estando ya en la informalidad y en el desempleo, más la recién llegada producto de la pandemia del coronavirus del Covid-19; la tradicional conmemoración será de orden virtual, es decir, por razones sanitarias más que obvias y empleándose, alternativamente, la gran variedad de comunicación que hoy se da por las redes sociales. Diversas organizaciones ya han anunciado cómo será su iniciativa digital para este histórico Primero de Mayo de 2020.
La gran diversidad de temas y luchas pendientes que tiene la clase trabajadora costarricense en su más amplia conceptualización está adquiriendo ya un nuevo carácter según los frentes que está abriendo la pandemia del Covid-19. Esta pandemia se presenta en un momento de la historia de la Humanidad que parece ser el de la mayor desigualdad jamás vista: la de la acumulación de riqueza más impresionante con este dato que es petrificantemente escalofriante: que el 1% de la población concentra tanta riqueza como el 99% del resto de las personas habitantes del planeta Tierra.
La Costa Rica de este Primero de Mayo, también marcada por el flagelo de la desigualdad, ya estaba transitando por una peligrosa senda de exclusión económica y social; exclusión que la pandemia, como es notorio, agravará si no se hace algo contundente para evitar que se profundice y explosione.
Emerge, ante la catástrofe sanitaria y económico-social, la apelación a la intervención del Estado en auxilio del mercado y que sean las políticas públicas estatales las que entren en acción directa salvadora de un mercado postrado e incapaz de salir avante por sí solo; sin que hablemos del genocidio que se ha cometido con las miles de vidas que se perdieron por servicios de salud muy golpeados, desfinanciados, precarizados y privatizados en los otrora orgullosos países del capitalismo central.
La histórica, férrea, sistemática e incansable lucha del pueblo trabajador costarricense, de sus organizaciones civiles más representativas y consecuentes (entre estas, las del sindicalismo decente), lograron que en Costa Rica el “todo mercado-nada Estado”, haya tenido incontables tropiezos en su loco afán de imponerse contra todo y contra todos.
La pandemia ha mostrado lo afortunados que hemos sido como costarricenses al no habernos entregado por completo al séquito enfermizo de los adoradores del becerro de oro, pese al enorme poderío hegemónico-político y económico-mediático que todavía exhiben.
La importancia de los servicios públicos que se prestan a la gente, gestionados desde lo público, está mostrando su imprescindibilidad cuando se trata de la salud ciudadana, de la promoción del bien común y de la inclusión social y económica. Ahora es cuando -y ante tanta necesidad y carencia que ya estamos experimentando-, que tanto las y los de abajo al igual que las y los de en medio, ocupan de un rol altísimamente activo del gobierno más cercano a la gente: la municipalidad. Celebramos que, en el caso de las municipalidades costarricenses, ha crecido en las conciencias parlamentarias de nuestra Asamblea Legislativa, la urgentísima necesidad de posibilitarle a las municipalidades tratar la desventura socioeconómica de la pandemia con mayor celeridad, prontitud, eficiencia y, sobre todo, más humanismo.
Nos pronunciamos por el voto diputadil favorable al proyecto de ley Expediente Legislativo 21.922, que tiene como ningún proyecto tuvo antes en materia de gobiernos locales, un consenso abrumador en cada municipalidad de este país: alcaldes y alcaldesas salientes y entrantes; concejos municipales que están terminando su período constitucional dejando acuerdos firmes para facilitarle a los que asumirán este viernes Primero de Mayo la tarea integral post-pandemia; y, ni qué decir de los conglomerados laborales de las municipalidades cuyos recolectores de basura, por ejemplo, le han dado la cara al Covid-19 en cada localidad, pese al riesgo de salud y de sus propias vidas.