El FMI y Óscar Arias Sánchez

Albino Vargas Barrantes, Secretario General (ANEP)

“Los que hoy vienen en bicicleta, con el TLC vendrán en motocicleta BMW, y los que vienen en un Hyundai, vendrán en un Mercedes Benz, en esto consiste el desarrollo”.

Fue éste uno de los principales “argumentos” de la demagogia de Óscar Arias Sánchez, cuando en el ejercicio de su segunda Presidencia de la República (2006-2010), se metió de lleno en la campaña a favor de que el país tuviera un tratado de “libre comercio” (TLC), con los Estados Unidos.

Los indicadores sociales y económicos que tenía el país a la llegada de la pandemia del covid-19, en marzo de 2020, daban cuenta de que el tal TLC no vino a contribuir, de manera sólida, a la inclusión económica y social.

A esa fecha, por ejemplo, el desempleo era ya altísimo, especialmente en el ámbito de la población joven; la informalidad se acercaba al 50% de la Población Económicamente Activa (PEA). ¡Y ni qué decir del alto déficit fiscal y el crecimiento fuerte de la deuda pública, sin que se hubiesen dado cambios profundos en el sistema tributario!

“Denme el TLC y yo les doy la reforma tributaria”, fue otra frase de campaña a favor de ese TLC que utilizó Óscar Arias Sánchez. La demagogia de la misma, así como las terribles consecuencias que implicó no hacer esa reforma tributaria, hoy, a 13 años de la aprobación (imposición de dicho tratado), nos tiene al borde de un colapso fiscal cercano al default.

Bien sabía el indicado político que, con ese tipo de TLC, el país perdería entre 2 puntos y 2.5 puntos del Producto Interno Bruto (PIB), en impuestos que el fisco dejaría de percibir por el proceso de desgravación arancelaria (potenciado por el “clásico” desastre del Sistema Aduanero Nacional). Nunca se repuso ese faltante fiscal y nunca llegó la reforma tributaria que el país necesitaba… y sigue necesitando hoy más que nunca.

Don Óscar Arias Sánchez, los grupos económico-financiero de los cuales es él representante y vocero, así como los medios del negocio de las noticias practicantes del periodismo de odio que siempre le han respaldado; tienen una enorme responsabilidad por el grave proceso involutivo que sufre la sociedad costarricense de la actualidad, al punto de que estamos ubicados dentro del grupo de diez países más desiguales del planeta.

Él, que tiene una cuenta pendiente que saldar con los sectores pobres y desposeídos del país; e incluso, ahora podemos agregar a los sectores medios, tiene menos autoridad moral que nunca antes cuando está abogando porque el país se enjarane más todavía con el préstamo que se le quiere imponer a la población, del crédito de los 1.750 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI).

“Yo le he pedido a los diputados del PLN que le ayuden al país», dice el señor Arias Sánchez. Y nosotros nos preguntamos: ¿A cuál país? ¿Al país de 8 puntos PIB de robo de impuestos? ¿El país de 6 puntos PIB de exenciones-exoneraciones empresariales abusivas? ¿Al que está en el Top 10 de los más desiguales del planeta?

“Yo le he pedido a los diputados del PLN que le ayuden al país», ¿A cuál país? ¿Al de las zonas francas con 379 mil millones de colones 17 en exenciones? ¿Al de los banqueros que multiplican hasta en un 168% sus ganancias mediando los intereses de la deuda pública?

Con un nivel de endeudamiento público imposible de pagar, al menos en la forma brutal en que lo vienen haciendo, con ese indescriptiblemente perverso pago diario de intereses (cerca de 5 mil millones de colones cada 24 horas); un ciudadano como Óscar Arias Sánchez, debería estar procurando un proceso nacional acercamiento entre los sectores sociales y políticos cada vez más confrontados entre sí; y no, atizar él la hoguera de la confrontación, agregando más leña al fuego de la confrontación, con la propuesta fondomonetarista que no vendrá a resolver el problema de fondo, sino que lo agravará.

La verdad es que no otra cosa se esperaría del señor Óscar Arias Sánchez, considerando que él es parte privilegiada en la Costa Rica atormentada por la exclusión y por la desigualdad. Él se siente “águila” y los caracoles que se caigan por el despeñadero.

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