Por: Albino Vargas Barrantes, Secretario General ANEP
Al parecer, el Partido Liberación Nacional (PLN), se estaría jugando su existencia misma dentro del escenario político nacional, de cara al proceso electoral nacional del próximo febrero de 2022.
Nos parece que algunas personas con altos grados de responsabilidad en su dirección actual, al margen de ésta y/o marginadas de la misma, son conscientes de que las preferencias ciudadanas con el PLN están el nivel más bajo de toda su historia de participaciones en procesos electorales nacionales; y, además, la cuantía de gente con derecho a votar y dispuesta a hacerlo por el PLN, no les alcanzaría para ganar la Presidencia de la República.
Enorme resentimiento hay con el PLN más que con ningún otro partido. En especial, en bases obreras y de sectores medios, el enojo con los últimos gobiernos liberacionistas y con las personas diputadas suyas de los últimos períodos constitucionales, es constatable sin grandes esfuerzos científico-analíticos.
Si nueve de cada diez personas electoras don derecho a voto en febrero de 2022, indican que no tienen simpatía partidaria alguna en estos momentos (encuesta CIEP-UCR que, aunque con reservas, es la de mayor credibilidad en el país); es posible que un enorme segmento de las personas “partidariamente desencantadas” fueron liberacionistas.
El prácticamente acabóse del PLN, como protagonista histórico esencial de los sucesivos procesos electorales, empieza a manifestarse con las derrotas electorales de los años 2014 y 2018, cuando empieza a hacerse visible que su control ideológico-hegemónico lo asumen personas que de filosofía y de política socialdemócrata saben tanto como un arquitecto sabe de cirugía plástica.
Empezó en el seno del PLN un proceso de posicionamiento de la visión de sociedad centrada en la tesis neoliberal del todo mercado-nada Estado, dando paso a que fuese convertido como uno de los partidos representativos de los intereses de lo que ahora tenemos más claro que nunca: la plutocracia reinante en el devenir fundamental de la cosa pública.
Las personas liberacionistas de verdadero pensamiento socialdemócrata empezaron a ser relegadas de posiciones decisoras en el rumbo de ese partido y, mientras más se les arrinconaba, más empoderamiento de las tesis plutocráticas cogían fuerza a su interior; sobre todo, porque tal grupo relegado nunca tuvo la vocación de articularse para resistir la operación serrucho contra el ideario socialdemócrata original.
La convención liberacionista de próxima fecha no pareciera arrojar un resultado político que ponga en peligro el control plutocrático del PLN. La plutocracia ha envenenado tanto el ADN socialdemócrata del PLN que no parece haber ya antídoto.
Para agravar las cosas, la actual fracción parlamentaria liberacionista ha mostrado una enorme saña antiobrera y un enorme desdén y desprecio por la situación socioeconómica de las clases medias.
La autoproclamación del PLN como partido policlasista, vigente en su época de oro; nunca como en el presente período legislativo constitucional (2014-2018), había tenido tan nula relevancia o consideración, ni siquiera por apariencia, en función del respeto que merecería el legado de las personas fundadores del PLN.
A nivel del personal estatal de todo el sector Público (unas 330 mil personas y sus familias), las ideas plutocráticas del PLN son de un impresionante rechazo. Su base electoral en la Administración Pública, otrora de enorme cohesión e incidencia, está sumamente erosionada.
La Socialdemocracia, en consecuencia, sigue huérfana. El pase del Partido Acción Ciudadana (PAC) a las filas de la hegemonía plutocrática, reafirmó que tal orfandad sigue vigente.
La gran incógnita a despejarse con la convención liberacionista es si alguno de los precandidatos presidenciales estará dispuesta a desafiar el nuevo orden en el PLN; nuevo orden que, como lo demuestra su actual fracción legislativa, socialdemócrata no es. Es plutocrático.