Albino Vargas Barrantes, Secretario General (ANEP)
Es muy probable que la temida cifra de mil colones (₡ 1.000), que podría alcanzar el valor de un litro de gasolina, esté muy cerca de convertirse en una cruda realidad.
Al momento de escribir este comentario, sábado 12 de marzo, el grave conflicto bélico en desarrollo producto de la invasión de Rusia a Ucrania, no da para pensar en una baja internacional del precio del petróleo, en el corto plazo, que sigue por encima de la barrera psicológica de los 100 dólares por barril.
La mayoría de la población costarricense sigue sin tener la debida conciencia de que en Costa Rica (mucho antes de la actual situación geopolítica mundial), la gasolina resulta carísima porque debe soportar una elevada carga de impuestos, expresada en lo que se conoce como el impuesto único a los combustibles.
Tal impuesto lo deben pagar todas las personas consumidoras, de todo tipo de vehículos, sin discriminar la capacidad de ingreso; y pagar el mismo monto en todos los puntos geográficos del país.
En promedio, el impuesto único a los combustibles anda entre el 40 y el 42 %. Hablemos de un 40 % para trabajar con cifras redondeadas la argumentación siguiente.
Si el litro de gasolina va a costar ₡ 1.000., el impuesto único a los combustibles será de 400 colones. Dicho de otra forma, si no existiera tal impuesto, el consumidor pagaría en la bomba solamente 600 colones por ese litro de gasolina.
El problema fundamental es que los sucesivos gobiernos, incluido el actual (y de seguro, el que llegue, sea cual sea el candidato ganador); tienen en ese impuesto único a los combustibles, un “botín”, una gigantesca posibilidad de recursos “frescos” para mantenerse a flote, al día, funcionando, dada la alicaída situación fiscal y el gigantesco déficit que siguen arrastrando a lo largo de los últimos años.
Pensamos nosotros que esos 400 colones de impuesto que el consumidor paga en la bomba, deben ser sustituidos por medio de una transformación tributaria estructural que el país necesita, que la sociedad requiere con urgencia, a fin de atajar el crecimiento de la desigualdad y de la exclusión económica.
Planteamiento éste que es una de las banderas fundamentales de lucha en la corriente sindical en la cual militamos.
Esos 400 colones de impuesto único a los combustibles pueden ser sustituidos de varias maneras: a) Atacando de manera fuerte y decidida la evasión fiscal y la elusión tributaria. b) Estableciendo un impuesto fuerte a las transacciones financiero-bancarias cotidianas; o, mínimamente, aplicándolas por un tiempo determinado para mientras dure la coyuntura que determina los altísimos precios del petróleo en los mercados internacionales. c) Imponiendo modificaciones tributarias sustanciales a las grandes fortunas y a los enormes capitales para que, a nivel de renta, dejen de estar pagando montos ridículos o no correspondientes a los niveles en que han acumulado riqueza.
Si se eliminase o atenuase el monto del actual impuesto único a los combustibles, gran beneficio se generará para las economías familiares y los emprendimientos productivos de todo tipo. Sabemos bien que el aumento en el precio de la gasolina y del diésel, es la “excusa perfecta” para que todo suba; resultando con más afectación los sectores pobres y medios de la clase trabajadora asalariada.
En síntesis, tenemos lo siguiente: 1- Esta estructura del precio de la gasolina y su elevada carga de impuestos, también es aplicable al diésel. 2) El denominado impuesto único a los combustibles es totalmente injusto pues se aplica sin discriminación de capacidad de ingreso de las personas consumidoras. 3) Quienes más sufren son los sectores medios y populares por los encadenamientos de aumentos de precios que genera el alto precio de los combustibles. 4) Hay alternativas para cambiar esta injusta situación que tienen que ver con: a) Que se dé una real voluntad político-gubernativa; b) Que tengamos una férrea organización ciudadana que presione a esos cambios estructurales. Por ahora, ni lo uno ni lo otro.