Para quienes hemos venido militando en el Sindicalismo Sociopolítico, ese que tiene una visión-país centrada en la promoción del bien común y en la inclusión social y económica; la victoria de Lula en las votaciones presidenciales de Brasil, del pasado domingo 30 de octubre, nos alegra y nos entusiasma.
Nos resistimos al enclaustramiento dicotómico de izquierda contra derecha, por las anteojeras ideológicas de corte fundamentalista que impiden el desarrollo de la Democracia por los causes sociales de inclusión con diversidad, que su sostenimiento demanda.
Nos contextualizamos en una América Latina catalogada como la región más desigual del planeta, para así entender según nuestra propia perspectiva, que el pensamiento del movimiento político de Lula está fundamentado en la doctrina de los Derechos Humanos, integralmente conceptuados y asumidos.
Nosotros tenemos claridad que en el Brasil que dirigirá Lula a partir del 1 de enero de 2023, las grandes matrices hegemónicas, político-económicas y mediáticas, privarán en el ejercicio del real poder que, tanto en Brasil como en nuestras propias naciones latinoamericanas, siguen teniendo “la sartén por el mango”.
Lo que sucede es que el Brasil que deja el perdedor, la desigualdad social y la exclusión económica llegaron a niveles increíbles, según todos los indicadores y las diversas fuentes más responsables y no fanáticas. Es éste el terreno para la nueva acción gubernativa de Lula.
El neoliberalismo ha llegado a niveles tan fanáticos que ha posibilitado la construcción de frentes del más diverso orden que, con fuertes dosis de tolerancia y de respeto por la diversidad que se le enfrenta, han logrado construir mayorías electorales que llegan a los poderes ejecutivos con serios programas de énfasis en políticas sociales para, al menos y en el corto plazo, aliviar las graves carencias que plantea la existencia misma a miles de personas latinoamericanas.
Bien lo acaba de decir el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz de que el experimento de 40 años con el neoliberalismo debe acabar ya. Y eso es lo que está ocurriendo en importantes sociedades latinoamericanas, en las cuales sus respectivas mayorías electorales están posicionando en la política pública propuestas de inclusión social y económica.
El histerismo de esas clases gobernantes afincadas en la acumulación desenfrenada y en la más brutal concentración de la riqueza jamás vista en esta región desde la conquista española-portuguesa, puede y debe generar equilibrios comprometidos para convertirse en sistémicos y trascender lo coyuntural de una elección que favorece a las mayorías descartadas.
Tal histerismo ya ha derramado mucha sangre como para no entender que el verdadero reto es de construcción sistémica de nuevas sociedades con democracias de real inclusión.